Slowdive
Slowdive
Dead Oceans. 2017. Inglaterra
Siempre es un placer recibir a una banda de las características de Slowdive en plenitud de su creatividad. Han pasado 22 años desde la aparición de Pygmalion (1995), un disco de espíritu minimalista y experimental editado en medio del aluvión del post-rock y que se alejaba del sonido denso de sus dos primeros discos, Just for a Day (1991) y el fenomenal Souvlaki (1993), piedra angular de la escena shoegaze.
La historia de Slowdive a pesar de que todos los seguidores del shoegaze (estética que combinó las murallas de guitarras y las voces etéreas, comandada por My Bloody Valentine), coinciden en considerarla una de las bandas fundamentales de ese sonido a comienzos de los 90, en su momento los críticos de la mayoría de los medios especializados no recibieron bien sus discos. Ni siquiera Alan McGee, quien los firmó para su sello Creation, estaba convencido de su calidad. A pesar de tener todo en contra, Slowdive se las arregló para editar tres discos esenciales, que presagiaron la explosión del britpop.
Tras la sorpresiva reunión para el Festival Primavera Sound de 2014 en Barcelona, España, los miembros de la formación clásica, Nick Chaplin (bajo), Christian Savill (guitarra), Simon Scott (batería) y los dos fundadores Rachel Goswell (voz, guitarra) y Neil Halstead (voz, guitarra, teclado), volvieron a componer. El resultado es este álbum de título homónimo, con ocho fantásticos temas que recogen lo mejor de su primera etapa y la expanden.
Slowdive es una obra que no pretende sonar nostálgica, es decir, no busca explotar una época ya pasada aunque haya sido grandiosa. La banda tampoco busca reinventar su sonido haciéndolo irreconocible. Es en realidad un valiente intento de revitalizar una propuesta cuyo desarrollo había quedado inconcluso, truncado por la falta de apoyo. Por lo tanto, la escucha inicial de este disco pasa de la inicial incertidumbre al paulatino agrado y definitiva complacencia de estar ante una obra magnífica. Toda la experiencia ganada con los proyectos que siguieron a la disolución (Mojave 3, discos solistas, Monster Movie, Black Hearted Brother, Televise), han contribuido a moldear un retorno de Slowdive de alta factura.
El primer tema “Slomo”, recuerda en algo a Seefeel, una banda contemporánea que le dio más peso a lo electrónico y a un bajo con influencia dub, y también a Cocteau Twins. Aquí la voz de Goswell y las guitarras flotantes, con una base rítmica delicada, contruyen una puerta de entrada fenomenal. “Star Roving”, en cambio, se adentra más en el rock guitarrero, con reminiscencias a Ride y a su propio sonido. Canta en este caso Halstead. “Don´t Know Why”, utiliza un ritmo repetitivo sobre el que navegan las envolventes guitarras y la voz de Goswell.
“Sugar for the Pill” es uno de los momentos más contemplativos, con una base rítmica delicada, envolvente. “Everyone Knows” aparece entonces con su densidad melancólica y el disco se vuelve una necesidad vital. “No Longer Making Time” podría ser un tema del disco Pygmalion o de alguno de Piano Magic. Sofisticado, elegante, bucólico, y al mismo tiempo potente. Aparece entonces la fuerza huracanada de “Go Get It”, el tema en que usan más distorsión.
El cierre del álbum es con “Falling Ashes”, ocho minutos de hipnotismo puro y placentero, con un piano repetitivo, Goswell y Halstead cantando al unísono y una guitarra fantasmal que sirve de colchón. Es un tema de naturaleza nocturna.
Slowdive no solo ha regresado, sino que lo ha hecho con un disco de alto contenido emocional. Sin duda, uno de los grandes de 2017.
Juan Carlos Ballesta