El guitarrista y compositor zuliano, director de la Escuela Itinerante de la Música, nos ofrece un interesante disco de seis composiciones enmarcadas en el jazz. Empleando una interesante mezcla de elementos afro-venezolanos bajo el lenguaje de la libre improvisación que fluye desde sus manos, apoyadas en la veteranía del contrabajista Heriberto Rojas, el saxofonista Gilles Grivolla y el baterista Abelardo Bolaño, el Pedro Barboza Cuarteto inyecta una rítmica provocativa con la clásica calidez de la guitarra jazz bajo un lenguaje contemporáneo.
Leonardo Bigott
En esa magnífica vitrina que es Noches de Guataca, tuve la oportunidad de ver y escuchar a Pedro Barboza Cuarteto. Mi atención se centró inicialmente en dos aspectos, el sonido y la expresión corporal del guitarrista. El primero por ese confort que el amante del jazz encuentra en guitarras como las de Herb Ellis, Kenny Burrel y Joe Pass. Y sobre lo segundo, no recuerdo haber visto un guitarrista que literalmente baile acompasadamente mientras destila con impecable facilidad una rítmica inusual. Pedro pertenece a un grupo de guitarristas de gran finura entre los que destacan Álvaro Falcón, Juan Ángel Esquivel, Eddy Pérez, Luca Vincenzetti, Juanma Trujillo y Gonzalo Micó. En Pedro destaca además su faceta como docente y la dirección de la Escuela Itinerante de la Música, cuyo concepto es particularmente atractivo.
Pedro inició sus estudios musicales a finales de los 80 en la Escuela de Música Ars Nova en Caracas para continuarlos en la prestigiosa Berklee College of Music de la cual egresó en 1996 con el título de Licenciado en Música. Ese mismo año viajó a Holanda para estudiar composición en el Conservatorio de Rotterdam y posteriormente obtener de la Universidad de Hertfodrshire el título de Magister en Composición Electroacústica con mención honorífica en 1998. Al inicio del milenio gana una beca de creación en la Fundación Phonos de Barcelona, España, estudiando bajo las enseñanzas de Gabriel Brncic, el afamado músico y pedagogo chileno. Esas experiencias dieron mayor apertura a su interés por la improvisación libre y la música electroacústica, presentando varias obras en Europa, USA y Venezuela. Posteriormente, funda la Escuela Itinerante de la Música (EiM) para dar formación integral a los jóvenes venezolanos a través del intercambio estudiantil con otras escuelas del continente. Es también profesor de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE) y un apasionado de la música contemporánea y la composición quien, al término de 2015, lazó su primer trabajo discográfico, La gran brisa.
¿Qué propones en La Gran Brisa?
Iniciamos con el tema “3 on Six”. Wes Montgomery tiene uno llamado “4 on Six”. Solo es el nombre y lo compuse en 1993 cuando llegué a Boston. Es en 6/8, como si fuese una gaita pero no suena a gaita. La Gran Brisa trata mucho de eso, ritmos afro-venezolanos pero a diferencia de otras, no hay percusión en mi propuesta. En algunos casos hay formas simples como AA B pero también hay formas más complejas. Los arreglos fueron hechos con el tiempo siempre bajo el lenguaje de improvisación libre.
¿Cómo fue grabado el CD?
Antes debo decir que este CD fue grabado después de tres años de haber estado tocando juntos. Lo grabamos en vivo en la Sala de Conciertos de UNEARTE y el ingeniero fue Otto Márquez. Él montó todo el aparataje necesario para que la grabación sonara en vivo. Esto representó para mí un aspecto muy importante en la realización de este CD.
¿Qué significado tiene el tema título?
La Gran Brisa significa mucho para mí. Es simplemente el nombre de la piragua de mi abuelo. Él llevaba mercadería por toda la parte sur del lago. El tema de algún modo, al igual que el álbum, es una especie de tributo a mis ancestros, de allí la importancia.
¿Cuántas vueltas has tenido que dar para llegar acá.?
Yo vivía en Barcelona, España, antes de regresar a Caracas en 2006. Allá conocí a un grupo de improvisación libre pero en realidad mi recorrido comenzó a finales de los 80s cuando salí por primera vez de Maracaibo hacia Caracas. Tocaba jazz en esos días. Cuando llegas al jazz le das una mirada a las raíces. Las mías están en Wes Montgomery y Jim Hall. Pero estando en Holanda estuve a punto de abandonar la guitarra cuando tomé clases de composición con un holandés llamado Peter Van Wagner. También lo hice con Javier Álvarez y John Palmer. En esos tiempos estaba fascinado con la música contemporánea.
¿Hasta que punto te has involucrado con la música contemporánea y cómo ha influido en lo que estás haciendo?
Al llegar a Venezuela hice algunas cosas dentro de la música contemporánea en la Universidad Simón Bolívar. Los resultados fueron buenos. Sin embargo, el trabajo como docente junto a mis alumnos ha contribuido a mantenerme en las raíces. Debo decir que como compositor la música electroacústica y la música contemporánea tienen gran importancia para mí porque se basan en parámetros muy diferentes y eso me ha dado otra perspectiva. Por ejemplo, trabajan más con las alturas que las melodías. Al llegar del exterior tuve un proyecto llamado CCS (Colectivo de Creación Sonora) que lamentablemente duró poco. Se hizo un concierto para flauta, tumbadora y electrónica y se tocaron obras de diversos autores como Yoli Rojas y Gabriel Peraza. También fundé el Laboratorio de Creación Transdisciplinaria.
¿Cómo llegas a este cuarteto?
Recordando un poco, y como buen maracucho, yo quería tocar gaita y luego cantar salsa. Hace varios años trabajaba con Heriberto y el baterista Willy Díaz y en ocasiones tocaba como invitado Gilles Grivolla a quien ya conocía de mis días en Berklee. Luego entraría Abelardo Bolaño por Willy y así finalmente se convirtió en el Pedro Barboza Cuarteto de este CD.
El CD sin dudas encierra mucha espiritualidad por lo que significa cada tema. ¿Qué otras sutilezas existen?
Bueno, está “Ope ni fun oloron” que en yoruba significa ‘gratitud al dueño del mundo de los ancestros’ y “Peces de tierra”. Esta última es una hermosa balada. Pero en la siguiente pieza, “Vientos de sal”, te encuentras con la composición más compleja del CD por los cambios de texturas, su estructura y cambios en la melodía. Incluso empleo mi voz un poco en ella. Yo la compuse cuando tenía un ensamble de 22 músicos y la estrené en Berklee, Boston. En ese estreno estuvieron Gonzalo Grau y Roberto Castillo. Pero en esta versión para el cuarteto le he dado más oportunidad a la improvisación libre.
¿Mencionabas que en un próximo disco harías algo con voz y guitarra?
Sí, son piezas donde sólo estoy yo con la guitarra y canto pero no empleo voz articulada sino simplemente el sonido de mi voz. Así como en “Vientos de sal.” De hecho es un trabajo para guitarra, redoblantes por simpatía y voz.
¿A qué te refieres cuando dices redoblante por simpatía?
Eso lo que significa es que al poner el chirreador del redoblante y tocar un re no pasa nada pero si tocas re sostenido vibra por simpatía.
¿Qué propósito persigue la Escuela Itinerante de la Música?
Todo comenzó con una invitación a Maracaibo para darle clases a los profesores de una escuela. Allí me di cuenta que la información que salí a buscar en 1989 estaba aún inexistente. No quiero decir con esto que no sean buenos músicos sino que esa información esencial no está disponible de un modo metódico. Entonces me imaginé viajando por Venezuela para llevarla a todas partes. Eso, claro está, acarrea costos. Es importante destacar que pertenecemos a la Asociación Latino Americana de Escuelas de Música (ALAEMUS). Somos casi 20 escuelas a lo largo del continente en lugares como Bogotá, Medellín, Sao Paulo, Curitiba, Buenos Aires y otras. Entonces la idea es que el músico pueda ir a cualquiera de esas escuelas y le reconozcamos los créditos. El lugar tiene su historia… ¿Recuerdas aquel sótano de La Florida? Pues es allí donde queda. Allí enseñan músicos de aquella generación de los 80s a quienes por cierto respeto mucho. Biela Da Costa, Rodolfo Reyes y Roberto Jirón son algunos. También están Hanna Kobayashi, Mariana Serrano, Huguette Contramaestre, Álvaro Falcón… todos comprometidos con el arte, la enseñanza y la música.