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Tricky: hora y media de hipnótica y seductora penumbra (Cool Stage, Madrid) (Marzo 3, 2018)

Tricky

Tricky

Cool Stage, Madrid

(Marzo 3, 2018)

 

Quien no haya asistido nunca a un concierto de Tricky podría resultarle difícil entender lo que significa la experiencia en directo con el enfant terrible de Bristol, quien vive ahora en Berlín. Incluso aquellos que asisten sin saber bien a quien se van a enfrentar pueden sentirse ante un ambiente impenetrable, opresivo. Sin embargo, a juzgar por la audiencia presente en Cool Stage, una mezcla de fans de su primera época y otros de nueva data igual de entregados, probablemente no haya habido nadie que no supiera a qué atenerse. Incluso, antes de comenzar el show algunos dieron muestra de estar un poco fuera de control, entre ellos una fan inglesa que pretendió varias veces, a empujones y con voz altanera, ubicarse en primera fila tratando de desplazar a los que teníamos rato en ese lugar.

Los de Tricky no son shows que sigan los estándares habituales en los que el artista despliega una serie de elementos visuales para complementar su propuesta musical y mostrarse simpático o hablador. Tricky hace todo lo contrario, toca en una casi total penumbra (dificultando al exceso la labor de los fotógrafos y la visual de aquellos más alejados del escenario), sin apoyo visual, moviéndose como un león enjaulado lleno de ansiedad de un lado a otro de la tarima, se golpea el pecho y el estómago con los dos micrófonos que utiliza, estira su camiseta de forma compulsiva, se voltea, se esconde, mientras entra en una especie de trance. Solo se comunica con el magnífico baterista Luke Harris. No existe más nadie para él.

Tricky es un artista del performance. Impone sus propias reglas como uno de los insignes arquitectos del trip hop que es, aunque su propuesta es más bien un blues retorcido y sombrío. Pone el énfasis absoluto en la música y en desarrollar una serie de recursos orientados a sacar partido de sus debilidades, entre ellas su escasa voz. No habla, se mantiene de espaldas reiteradamente. Luce huraño y nada simpático. Apenas mencionó el término “thank you” dos veces y presentó de manera casi subrepticia a sus dos músicos (Harris y Wim Janssens) y a la cantante que lo acompaña en las actuales fechas, Marta Zlawoska, una polaca a la que descubrió recientemente y con la que apenas se ha presentado como mucho una docena de veces.

Milagrosamente, a pesar de resultar inaccesible en su accionar, logra conectar con la audiencia que acompaña con movimiento de cabeza y cuerpo cada beat y luego aplaude la canción. Es un extraño sortilegio. No hay duda que Adrian Nicholas Matthews Thaws, quien acaba de cumplir 50 años, es un singular caso dentro del panorama musical de nuestro tiempo. Y es bueno tenerlo enfrente, o su silueta, para ser precisos.

El repertorio escogido se basó en sus trabajos recientes, con lo cual deja sentado que a pesar de su glorioso pasado, apenas incluye tres temas de los años 90 (todos en la segunda mitad): la sensual “Hell is Round the Corner” (que inevitablemente retrotrae a “Glory Box” de Portishead por el uso del sampler de “Ike´s Rap” de Isaac Hayes) y la emblemática “Overcome”, ambas del celebrado debut Maxinquaye (1995); y la hipnótica claustrofobia de “Vent”, la joya que abre Pre-Millenian Tension (1996). Fueron puntos álgidos, pero queda claro que Tricky tiene suficiente material de altura en discos recientes como para sostener sus shows y alejar lo más posible los sentimientos de nostalgia. La formación que utiliza es mínima, prescindiendo de teclista y bajista y quizá esa es la razón por la que todas las canciones suenan más crudas. Es Harris, el baterista, quien maneja las secuencias de bajo y algunos ocasionales sintes con un laptop a su izquierda, mientras el guitarrista Janssens hace su magnífico trabajo en la sombra. Zlawoska, siempre al costado izquierdo de la tarima, se menea con movimientos tímidos pero suficientes, contribuyendo con su fantasmal voz a equilibrar las cavernosas vocalizaciones de Tricky. Quizá resulte aun prematuro evaluarla, aunque no parece estar a la altura de otras de sus maravillosas musas, entre ellas Francesca Belmonte (Franky Riley) y por supuesto Martina Topley-Bird.

Con los cuatro ubicados en tarima “You Don´t Wanna”, de Blowback (2002), abrió fuegos tras “Vyves”, el intro que hizo terminar la espera. Siguió “I´m Not Going” del álbum anterior, Skilled Mechanics (2016). Estos dos temas iniciales sirvieron para romper hielo y situarnos en el contexto de lo que sería la noche de oscuridad que nos depararía el inglés.

Continuó con el primer repaso de tres temas del reciente Ununiform (2017), tridente compuesto por  “New Stole” (primera en la que pudo lucirse Marta), la intensa y corta “Armor”, la hipnótica “The Only Way” (uno de los momentos álgidos que recuerda a sus comienzos), para entonces acudir a dos temazos del disco False Idols (2013), “Parenthesis” y “Nothing Changed”. Luego sobrevino  uno de los momentos más descarnados, “Here My Dear” (de Skilled Mechanics), que canta solo, estirando el tiempo de la canción, con esa línea llena de drama en forma de mantra “pain, it´s pain, pain” mientras se golpeaba con los micros y se rasgaba la camiseta como un preso desesperado dentro de su celda.

En cada concierto, Tricky sorprende con salidas de escena intempestivas. Éste no fue la excepción. Cuando apenas habían pasado 40 minutos, se retiraron. Nunca se sabe que hará. Faltaba prácticamente poco más de la mitad del concierto y momentos de alta intensidad como “Palestine Girl” (del álbum Adrian Thaws, 2014), en la que cruza el escenario como poseído,  con pasos espasmódicos. Y otra fantástica de ese disco como “Sun Down”.  “Dark Days”, otro de los temas recientes de espíritu electro rock, estuvo cargado de controlada sensualidad, aunque se extrañó el teclado que le agrega aun mas erotismo. Un muy interesante momento fue la particular versión del tema de Hole “Doll Parts”, rebautizada simplemente “Doll”, otra de las piezas que en directo suena más eléctrica y ruda que en el disco. Suele hacer Tricky sus propias adaptaciones, por ello les cambia el nombre.

A casi 25 años de su álbum debut, con todo y sus altibajos y de sus evidentes limitaciones vocales que hacen casi imposible entenderlo, Tricky aun mantiene el interés. Ha logrado imponer un discurso, un lenguaje propio. He ahí la gran paradoja. Así quedó claro ante las aproximadamente 300 personas que fueron a verlo en Madrid gracias a Sturm Promotions.

Juan Carlos Ballesta (Texto y fotos)