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Gualberto es uno solo

Foto: Emilio Méndez BOD, Caracas

Gualberto Ibarreto es uno solo: Tributo a la voz de Venezuela

Centro Cultural BOD, Caracas

(Junio 28, 2015)

 

Fue un gran privilegio haber podido asistir el domingo a las 11 am., al merecido homenaje a un músico tan querido en Venezuela como Gualberto Ibarreto, cuyas innumerables canciones están incrustadas en la genética nacional. Se mencionó en el concierto que “el cantor de la voz del pueblo” pega cada tema, y es que la simbiosis con el sentir de la gente le da la certeza de que si “una canción le erizaba la piel a él, también ocurrirá con el pueblo venezolano”.

Con una sala inmersa en emoción y gente coreando canciones con los ojos aguados, era evidente el amor y admiración que proyectaban los músicos y artífices del evento. Valió la pena el enorme esfuerzo de “El zancudo” David Peña y Yubirí Arráiz en su producción y concepción, porque el resultado fue impecable. Por si fuera poco, la banda que acompañó a los intérpretes era de lujo: Gonzalo Grau (piano), Jorge Torres (mandolina), Jorge Glem (cuatro), Andrés Barrios (clarinete), así como el propio David Peña (contrabajo) y un conmovido Gustavo Carucí, que además de interpretar la guitarra también realizó los arreglos junto con “El zancudo”.

Tras el video de estampas de la vida de Gualberto con su voz de fondo en “Hoy he vuelto a ser él” y la versión instrumental de “La Bikina” de Rubén Fuentes, entró Lilia Vera, una de las mejores y más emblemáticas voces del país, cantando “Lucerito” y “El mango” de Luis Mariano Rivera.

Con un auditorio ya seducido por su hermosa interpretación de “Era ella”, José Alejandro Delgado continuaba su soberbia versión de “La carta”, ambos de Enrique Hidalgo. Nancy Toro nos brindó a continuación “Mi propio yo” (Chelique Sarabia) y “Presagio” (E. Hidalgo), para dar paso al trío de Barquisimeto, Santoral, con “Quisiera” (José “Pollo” Sifontes) y “El calamar” (E. Hidalgo). Laura Guevara llenó el espacio de frescura con las bellas “Anhelante” (J. P. Sifontes) y “Amor Bonito” (E. Hidalgo).

Iván Pérez Rossi cantó dos piezas de su autoría: “Flor de canela” y “Montoya”. Su voz intacta inunda la sala y su presencia incomparable sobre el escenario hacen incontenibles los aplausos, más cuando dijo lo incuestionable: “la patria está en deuda con Gualberto, uno de los héroes civiles de este país”.

Cuando ya Fabiola José parecía insuperable con su bella interpretación de “Mi abuela” (Perucho Aguirre), llegó el trepidante joropo-estribillo “Carmen” (Letra: Manuel Graterol Santander “Graterolacho” / Música: Juan Silva), sin duda una de las mejores actuaciones, llena de energía y sensibilidad. Andrés Barrios desbordó la soltura y el humor a los que nos tiene acostumbrados con “El sancocho” de L. M. Rivera. Amaranta Pérez nos brindó dos canciones inolvidables como “Canchunchú Florido” (L. M. Rivera) y “La distancia” (E. Hidalgo).

Y llegó el turno de Jorge Glem, Héctor Molina y Edward Ramírez como C4 Trío con “Oro negro” (Carlos Rengifo), cuya relación con Gualberto cristalizó en ese excelente CD Gualberto + C4. Uno de los momentos más emotivos fue la llegada de Ibrahim Bracho, que junto a C4 Trío interpretó el tema de su autoría “Jota de mi canto” y “Adiós mi prenda” (Augusto Ramos), lleno de anécdotas y cariño hacia “El pichón”, que estaba sentado en primera fila y no podía evitar unirse a veces a dúo con algunos de los intérpretes.

Cecilia Todd, radiante con su voz dulce e inconfundible, nos paseó por “Cerecita” de L. M. Rivera y “Oriente es otro color” de Henry Martínez. Francisco Pacheco con su calidez y naturalidad de siempre cantó “Cristal” (Simón Díaz), “La Guacara” (L. M. Rivera) y “El Negro y el Catire” (Letra: Graterolacho, música: S. Díaz). Con Gualberto ya sobre el escenario y rodeado por todos, cerró este inolvidable concierto con la sabrosa “Jota Carupanera” (G. Ibarreto) y “María Antonia” de José Ramón Villarroel. Un ausente en las funciones del domingo fue Emilio Lovera, quien si estuvo el sábado.

A veces lucimos como un país sin memoria, por lo que homenajes como estos a figuras de la talla de Gualberto son esenciales, son como señalar la senda de dónde venimos para las nuevas generaciones, así como los cimientos sobre los que están construidas la identidad nacional y la creación artística de hoy. Los músicos de este concierto nos mostraron en un tributo marcado por el afecto, que se es universal nutriéndose de lo local y que el sentido de pertenencia también puede considerarse una vía para ser una mejor sociedad. Inmenso y sencillo, indudablemente, Gualberto hay uno solo.

Mariella Rosso