Pájaro
Teatro Lara, Madrid
(Abril 19, 2018)
La presentación en Madrid de las nuevas canciones del guitarrista sevillano Andrés Herrera –Pájaro– se saldó con un concierto memorable en el que tocó temas de sus tres discos solistas: Santa Leone (2012), He matado al ángel (2016) y El gran poder (2018).
Cuesta entender cómo tardó tanto en decidirse a emprender el vuelo con sus propias canciones. Pájaro no necesita tener una voz sobresaliente, le basta con la honestidad con la que canta, la expresividad de su talante y la fuerza de su música. A pesar de lo mucho que ha tocado, de haber estado al lado de grandes como Raymundo Amador, Kiko Veneno o el legendario Silvio, Herrera destila timidez, algo que se notó varias veces. Es una característica que se transforma en confianza, en camaradería con la audiencia, que no escatima en retribuciones con aplausos y gritos. Algunos, a viva voz, lo llaman “grande”, “maestro” o “el Johnny Halliday español” (quien sabe porqué)
La banda que lo acompaña es sensacional. La conforman el extraordinario guitarrista Raúl Fernández, el también guitarrista Paco Lamato, el bajista Pepe Frías, el baterista Antonio Lomas y el trompetista Ángel Sánchez. Cada uno posee un peso específico propio y Pájaro, en un alarde de generosidad que lo enaltece, les cede protagonismo con frecuencia.
El concierto abrió con la muy cinematográfica “Corre chacal, corre”, un tema instrumental que enlaza directamente con los paisajes de Arizona con una trompeta y una guitarra de primera. Sin duda, fue como iniciar la banda sonora de la siguiente hora y media. Pájaro se incorpora luego, justo para seguir con “Lagrimas de plata” en la que incluye frases como “He visto llorar a un hombre de espanto / después de caer de cara en el fango / la muerte ha vuelto otra vez a la calle desengaño”. La mesa estaba servida para un show sin desperdicio. El repaso inicial al nuevo disco arrojó el tercer tema, “Rayo Mortal”, una especie de surf rock a medio tempo, que dio paso a la fenomenal “Sagrario y Sacramento”, del disco anterior, que empieza con “pude tocar el cielo y olvidar tanto dolor / acabé como viejo embustero y alejado del amor / bebí en vasos perdidos / firmé desolación / tomé de lo que quise y robé tu corazón” en medio de unas guitarras fantasmales que desembocan en un contagioso boogie blues que todos hubiéramos querido bailar.
Pájaro saluda, agradece y dedica el próximo tema a los que han trabajado duro toda su vida y no tienen voz, y cuyos sueños han sido robados: “Los callados”, un tema maravilloso con una trompeta de aroma triunfal pero también melancólica. El tema instrumental que da nombre al primer disco, “Santa Leone”, con su ritmo de polka del desierto y prístina trompeta trajo de nuevo las escenas de la fabulosa película imaginaria. Y entonces la melancólica melodía de “Tres pasos al cielo”, con una envolvente guitarra bluegrass, nos llevó a los años 50 en un viaje nostálgico cuya parte final hizo lucir a Fernández con un soberbio solo de guitarra.
El tema de desamor, “Perché”, también del álbum debut, antecedió a otro de los temas con una atmósfera de “alegre nostalgia”, “Sol de Medianoche”, una pegadiza mezcla de rock steady y doo-woop que nos hizo mover las piernas, de nuevo. El tema siguiente, “Luces rojas” es uno de esos rockabilly que te meten el diablo en el cuerpo. Otro estreno del nuevo disco fue “Yo fui Johnny Thunders”, boogie blues de mediana velocidad, en la que Pájaro luce más sombrío e irónico en su vocalización, quizá recordando al malogrado neoyorquino cofundador de New York Dolls y luego The Heartbeakers.
Los gritos que se habían sucedido durante buena parte del concierto por parte de algunos fans recordándole a Silvio (padre del rock flamenco con Smash), tuvo su inesperada compensación con la improvisada versión de “Rezaré”, ampliamente aplaudida. Tras ella, Pájaro anunció que tocarían un tema inspirado en la figura de “El Tabernario”, fantástico tema que nos sonó a mezcla entre ZZ Top y Dr. Feelgood, que fue seguido por el instrumental “Costa Ballena”, otro surf rock fundamental para seguir redondeando la banda sonora de nuestra noche. “Apocalipsis”, también de He matado al ángel, volvió a dar protagonismo a la trompeta y las imágenes de nuestro particular spaguetti western se sucedían sin parar.
El ritual de despedirse y volver es ya una norma. Faltaban dos temas de Santa Leone, “TLP” y “Dogo´s Walk”, en esa onda Guadalupe Plata que contagia sin remedio. Pero el gran final, como cabía esperar, fue con “A galopar”, la poderosa adaptación de la canción de Paco Ibañez con texto del poeta Rafael Alberti.
Pájaro y su banda de altos quilates, nos hizo volar libres por la noche madrileña con su infalible mezcla de psychobilly, boogie, surf rock, rockabilly, blues aflamencado y atmósferas cinematográficas, Hay que agradecer la existencia de músicos como él y también, como no dejar de reconocer, a marcas decididas a apoyar la mejor música.
Juan Carlos Ballesta @jcballesta