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La Pequeña Revancha navega en su mar oscuro

La Pequeña Revancha

Ya no es la melancolía el motivo central sonoro en este segundo EP de La Pequeña Revancha, Pasos sincopados. El ambiente nostálgico es una estampa del llamado indie folk en cualquiera de sus formas y contextos. Claudia Lizardo y Juan Olmedillo son los integrantes de este proyecto, uno de los más llamativos que ha surgido últimamente en Venezuela, y uno de los que lleva la bandera de la mencionada tendencia musical por su solidez, a pesar del poco tiempo de creación (2012).

 Mercedes Sanz    @Jazzmercedes

Sobre la trayectoria de ambos artistas se ha comentado de sobra en Ladosis. Lizardo se estrena como cantante y está incursionando en la redacción de guiones cinematográficos. Mientras que Olmedillo, además de su fase con Los Mentas, es ilustrador y director de arte. Cada uno tiene su labor y por eso no tienen  mucho tiempo para dedicarse aún más al proyecto que los une.

El camino hizo que se encontraran. El resultado de esa reunión: dos EP con un formato acústico pero también eléctrico, llenos de parajes nostálgicos, emotivos, íntimos, con acercamientos al sonido western; las voces tenues, a veces oscuras y otras, luminosas; las envolventes guitarras, la etérea percusión y las letras poéticas que ahondan en lo más sensible de ambos músicos.

Después de la primera entrega (Falsos hermanos, 2013), ahora La Pequeña Revancha le brinda a sus seguidores un disco más pensado, más trabajado, orquestado, con presencia de la electrónica, trompetas, cellos y otros elementos que no tenía el primero, en el que se mostraron al natural.

En este nuevo trabajo se escucha el crecimiento del dúo al atreverse a encarar desafíos sonoros y, por ende, a rehuir a las fórmulas. En Pasos sincopados se siente cierto ambiente apesadumbrado, en unas canciones más que en otras, como la que abre el disco, “Yo era el sol”, “Rosa de Montecarmelo”, “Temporal” o “Rojo”. Se siente que algo sucede y no sabemos qué es en sí.

En este EP se asoma la preocupación en su forma y fondo.

Claudia (C): ¡Guao! Mmm, nadie nos había dicho eso, y es bueno que nos lo hagan saber. En este disco hay inquietud. Quizás el contexto en el que vivimos puede permear, eso es normal. Hay una situación país común a todos. Pero en “Yo era el sol, por ejemplo, habla de una persona que no se halla a sí misma. Hay desasosiego, hay angustia. Esa canción la escribí yo y allí describo lo que siento. Fue el momento en que a mi papá –PTT Lizardo– le había dado el ACV.

Juan (J): ¡Bueno!, preocupados estamos todos en este instante, en este EP  y en cualquier momento de este país. Es muy probable que a uno lo tome en un estado anímico la grabación de un disco y se vea reflejado un poco en él, mas no en la intención. La música de La Pequeña Revancha lo que pretende, en todo caso, es no pretender justamente nada.

Es como un poco hacer catarsis. Tanto Claudia como yo componemos desde un punto de vista personal, mezclando sentimientos hacia una circunstancia específica. En canciones como “Yo era el Sol” se puede sentir esa preocupación que tú mencionas. Claudia ahí revela una situación con su papá.

Luego del ACV, PTT se transformó. Y, bueno es ver cómo la persona que es una referencia, la columna vertebral de un grupo de gente, de pronto está en otra posición. Y ella lo trata de reflejar de esa manera. En temas como “Rosa de Montecarmelo”, yo busco conectarme con un familiar, en este caso, mi abuela paterna. La canción es como una especie de canal.

Entonces, claro el estado anímico lo pueden producir las texturas. La música produce sensaciones, los arreglos. Ahí te podría decir que sí nos toma en ese estado anímico la producción (risas) y la propuesta musical. Digamos que ese aire nostálgico de las letras y esa preocupación que tú manifiestas puede ser que quizás se reflejen en la sonoridad.

¿Las canciones más emotivas para ustedes?

C: Bueno depende, para mí es “Yo era el Sol”, es la historia de mi papá. Para Juan pudiera ser “Rosa de Montecarmelo”, la compuso él. 

¿Cómo salió “Yo era el Sol”?

C: Estuve con mi papá en un viaje el año pasado, en una de sus rehabilitaciones. Yo estaba en la grama, descansando, me pegaba el sol en toda la cara y salió la canción completica.

¿Es “Rosa de Montecarmelo” el tema más sentido para Olmedillo?

J: Sí, en ese disco hay un balance, como el anterior también. Rosa puede ser la que está más involucrada con los sentimientos más profundos.

Nos dijiste que es un tema dedicado a tu abuela.

J: Sí, sí. Mi abuela fue un personaje anónimo pero al mismo tiempo relevante, en el sentido de que a ella la casaron muy joven, porque en aquella época las jóvenes no tomaban esas decisiones, y la casaron con Tarazona -Eloy, mano derecha de Juan Vicente Gómez-. Ya esto es bastante singular, además ella enviudó, nunca se divorció. A pesar de que unos años después de haberse casado, se involucró sentimentalmente con otro personaje, un policía que terminaría siendo mano derecha de Pérez Jiménez, que fue Pedro Estrada.

Los esbirros la perseguían.

J: (Risas) ¡Síii! Bueno entonces, con él -Estrada- tuvo cuatro hijos, del cual el segundo es mi papá. En ese momento, él todavía no era el jefe de la Seguridad Nacional. Entonces, lo llamativo es su historia, el hecho de vincularse con personas tan fuertes es elocuente, siempre fue una persona positiva, no era política, más bien una persona muy sensible, adaptable.

Ella tuvo una vida muy marcada por esas circunstancias. Y bueno me parecía pertinente hacerle un homenaje. Claudia y yo estamos convencidos de que las cosas están escritas y uno las va leyendo.

¿Cómo se llamaba tu abuela?

J: Ella se llamaba Rosa Olmedillo, y mi papá es hijo natural, por eso yo soy Juan Olmedillo. De Pedro Estrada nunca tuvo el apellido. A pesar de todo esto, ella era una persona muy positiva como te dije. Le costó bastante mantener a sus cuatro hijos. Y bueno nada, a mí me pareció que estaba bien hacerle un homenaje desde mi punto de vista, porque yo también tengo un recuerdo muy bonito de ella. Mi abuela murió cuando yo tenía diez años. Para mí fue importante lo poco que viví con ella.

¿Cómo sienten el disco?

C: Yo lo siento como una evolución, ya no me siento tímida, las canciones no están en su estado puro como en el primer disco. Hay un concepto y está más pensado. ¿Cuándo íbamos nosotros a pensar en meter cuerdas?, ¡imagínate! Y ese fue el proceso natural de este disco.

J: Bueno yo lo disfruté mucho, sobre todo porque cada vez más disfruto el papel de productor. Entonces, el primer disco lo produje muy desde la intuición, pero este disco era el que buscaba. Aunque no tiene grandes pretensiones, pero eso no quiere decir que uno como artista no pretenda algo mejor y mejor cada vez más. Aquí nos pusimos más pretenciosos con la producción.

Había una necesidad de darle más soporte a las canciones y fue así como empezaron a surgir cosas como las cuerdas, las trompetas, los coros, texturas, por ejemplo. Esa identificación como folk, que caracteriza el primer disco, no es que la quisimos eliminar, pero no nos queríamos quedar con el sonido folk; de pronto las guitarras acústicas, que es lo que identifica al folk, las pusimos casi que al treinta por ciento y el resto guitarra eléctrica, distorsiones, efectos, empezamos a jugar mucho. Es un disco más rico a nivel sonoro que el primero.

Esto, en cuanto a producción; y a nivel de canción, puedo decir que este EP busca la canción más sólida y menos intuitiva y visceral. Aunque hay momentos viscerales como “Rojo”.

La Pequeña Revancha

¿Los arreglos los pensaron así o sufrieron modificaciones?

C: Las canciones las conceptualizamos antes de entrar al estudio por razones económicas, para aprovechar el tiempo. Ya sabíamos lo que queríamos hacer. Max Martínez -encargado de la mezcla, quien también colaboró en producción- fue un quinto integrante, aportó muchísimo. Y la mezcla logró amalgamar todo.

J: Hubo muchos muy pensados, sobre todo en la preproducción. En todo el proceso yo diría que fueron como unos diez meses, y para ser un disco de siete canciones, es largo. Pero la mitad del tiempo se lo llevó la preproducción. Nos tomó tiempo estudiar bien qué queríamos hacer. Entonces, cuando fuimos a grabar teníamos ideas claras. Por supuesto, en el camino surgen cosas, Cadavieco (grabación) nos hacía propuestas.

El papel de Max Martínez fue determinante

J: Muchísimo, porque una vez que teníamos listo el disco, dijimos bueno hace falta alguien que le dé el tratamiento que hace falta, y confiamos en Max porque el trabajo de Tomates Fritos ya asomaba que él era el tipo. Y cuando nos mostró las primeras pruebas de mezcla, de una vez dijimos que estaba más que claro. Y le sugerimos que cualquier cosa que pueda agregarle, dale. Un alto porcentaje de la sonoridad recae en Max.

¿Cómo describirían el disco?

C: Heterogéneo, volátil. Va de un lado a otro. Todo el disco es triste. Hay desazón, pero hay una continuidad de La Pequeña Revancha.

J: (risas) Yo diría que son canciones muy honestas y muy sentidas, pero al mismo tiempo sólidas.

Uno anda con pasos sincopados en la vida

C: (más risas) Pues sí. Fue idea de Juan ese nombre. Y sí, mira, uno anda con pasos sincopados. Es una frase que está en “Rojo”. La canción habla de una persecución. Juan y yo estamos en una arritmia. Hay una distancia generacional y en otros aspectos. Cada quien anda en sus cosas. Entonces, siempre buscamos un símil para estas diferencias. Pasó con Falsos hermanos. Juan y yo somos distintos pero parecidos. Andamos en una arritmia que termina funcionando. Y la música encauza nuestras personalidades.

J: Nosotros quisimos ilustrar con esa frase esa especie de persecución en la que estamos Claudia y yo. Ella va a un paso y yo a otro, y entre los dos hay un paso en común y, de pronto, se produce una síncopa. A pesar de que vamos a dos ritmos, estamos en una misma canción, un mismo tempo.

¿Por qué la portada con un accidente en específico?

J: Yo tengo un amigo de infancia que es Christian Vinck. Le había perdido la pista y lo descubro hace tres o cuatro años como artista plástico. Y fue grato porque veo que es muy auténtico; sus trabajos son particulares porque él hace mucha investigación de las obras. Él tiene una serie de accidentes especiales.

Entonces, le dije que me gustaban varias obras de accidentes y que yo veía belleza en la siniestralidad. Yo creo que eso pasa mucho con La Pequeña Revancha. Dentro de la fatalidad creemos que puede haber algo de belleza. Una vez que nos muestra el cuadro, enseguida dijimos que estaba destinado para ser usado por nosotros, por muchos motivos, pero yo diría que el principal es que cuando uno ve el primer disco de La Misma Gente -banda de PTT Lizardo-, Por fin, uno se percata de que es un avión que se estrella contra un arcoíris en el aire.

Cuando tú ves un arcoíris en el fuselaje, en nuestro disco, es inevitable que hagas la relación. Además, siendo Claudia la hija de PTT, hay una canción donde él es el protagonista, es como muy significativo todo. Entonces, esa es la anécdota de la portada que no nos deja de sorprender.

C: Sí claro, la portada es importante. Vinck es un artista que retrata la nostalgia. Entonces, le tocamos la puerta a ver si colaboraba con nosotros. Esa portada es de un óleo que recrea un accidente real, que sufrió el músico colombiano Juancho Rois en El Tigre.

En el disco Por fin se ve un avión estrellado contra un arcoíris. Esas coincidencias nos hacen pensar que estamos en el camino correcto. Y bueno toda la simbología que esto tiene. Yo siempre estoy sacando una nueva teoría (risas).

La Pequeña Revancha - Pasos sincopados

La Misma Gente

¿Qué opinó PTT del EP?

C: ¡Le encantó!

J: Hay canciones que le gustan mucho  y otras que le parecen super tontas (carcajadas), y ¡ojo!, él es muy crítico. No ha dicho nada sobre alguna canción en específico.

Olmedillo nos muestra otra etapa de su carrera, de pasar del estilo juvenil y jocoso de Los Mentas a la melancolía introspectiva de La Pequeña Revancha. Hay un cambio drástico en todos los sentidos.

J: ¡Completamente! (risas).

¿Cuál es la razón de ese cambio?

J: Bueno, de pronto yo tampoco le meto mucha cabeza, desde el punto de vista racional, a qué se debe esa necesidad. Lo que sí te puedo decir es que yo tenía mucho rato escribiendo canciones que no entraban en el formato de Los Mentas. De pronto, Los Mentas es un grupo que surge en mi paso entre la adolescencia y la adultez.

Digamos que conceptualmente se construyó desde esa cosa irreverente, de chamo, más bien enfocado en las fiestas. Y claro como se hizo tan sólido, era difícil cambiarle el rumbo. De hecho, hubo intentos por hacer que la banda construyera algo más valioso, sin desmeritar su sentido que era para el entretenimiento.

Yo tenía como una necesidad de salir de lo que yo mismo me tracé, y cuando comienzo a apoyar a Claudia en sus canciones y le manifiesto que también tengo algunas que le podían servir, y después se transforma en un proyecto, me veo más cómodo en esta búsqueda. Te puedo decir que  todavía estoy como en construcción, buscando en un espectro.

Tengo una necesidad de explorar cosas y, de pronto, Los Mentas tenían un margen de maniobra muy corto. De por sí la banda se hizo con un concepto muy definido. Una banda como Los Mentas que asomen un lado muy íntimo es como raro, eso no quiere decir que uno como músico no explore.

Entonces, claro, cuando se abre un poquito ese grifo, ahora se me hace difícil cerrarlo al punto tal de que ahora Los Mentas están en pausa, y yo estoy muy dedicado a La Pequeña Revancha, sin ser ese el primer motivo de la pausa. El paréntesis de Los Mentas puede obedecer a otras cosas, la situación del país, dieciocho años tocando juntos. Nos pedimos taima nosotros mismos y yo estoy dedicado a eso que me tiene la cabeza llena.

¿Cuáles son los próximos pasos de La Pequeña Revancha?

C: La idea es tocar mucho, acabamos de hacer una pequeña gira donde nos fue muy bien y no lo esperábamos.

J: Hicimos una mini gira que estuvo bien, fue pequeña pero densa. Estamos definiendo conciertos para septiembre, noviembre y diciembre, porque en agosto descansamos. Hay unos planes para salir del país y unos ofrecimientos para editar canciones para compilados, y por ahí van los tiros.