A través de su particular estilo, el diseñador gráfico ha elaborado gran cantidad de carteles de conciertos, portadas de discos, programas de mano, entre otros trabajos vinculados con el arte sonoro en Venezuela
Mercedes Sanz
@ClaveMercedes
Tiene afiches en el suelo y los discos están desordenados en el banco de madera. Mientras conversa, saca más de su bolso. “Éste quedó muy chévere”, dice y, a la vez, enseña el álbum doble en vivo de la Movida Acústica Urbana, del año 2009.
En la portada se ve la imagen del doctor José Gregorio Hernández de espalda y replicada, una al lado de otra. Cada figura sostiene un instrumento diferente: cuatro, contrabajo, teclado, mandolina, tumbadora, maracas, clarinete, entre otros. Es la representación de los músicos del mencionado proyecto, dedicado a experimentar con base en la música tradicional venezolana.
“Es un ícono visual de nuestro país. Además, esa imagen de él, parado de espalda, es muy emblemática”, -comenta.
La primera lectura del arte es que esos instrumentistas son lo máximo, inspiran respeto y/o merecen estar en un altar. Es una de las tantas portadas creadas por Alejandro Calzadilla, quien es diseñador gráfico, ilustrador, antropólogo, escritor, editor, curador, investigador, docente, promotor y más oficios. Es un melómano consumado. Es un hacedor cultural.
Nació en Caracas, el 21 de abril de 1966, y se crio en el sector Prado de María, parroquia Santa Rosalía. Es hijo del historiador y profesor jubilado Pedro Calzadilla, y de la docente Mercedes Pérez de Calzadilla. Es el tercero de cuatro hermanos, todos profesionales. Así que proviene del ambiente académico.
Alejandro es un tipo jovial, carismático y provoca hablar con él horas y horas. Hilvana su discurso a punta de anécdotas, reflexiones, hechos históricos y hasta chistes. Eso sí, casi no se le ve en eventos, no es farandulero ni nada parecido. Tampoco está en redes sociales y es de los que prefiere dar entrevistas cara a cara. Si hay algo que lo identifica físicamente es su fiel sombrero de ala ancha.
Es conocido en el medio por su inmenso trabajo en el arte del diseño, por la autoría del texto La salsa en Venezuela (Fundación Bigott), sus conferencias sobre música y haber organizado unas cuantas exposiciones como la recordada “¡Llegó la salsa!”, en el Museo Jacobo Borges (2004).
Tiene un poco más de treinta años ideando portadas de discos y libros, carteles de conciertos, grillas de programación y un montón de cosas vinculadas con esa otra pasión: la música.
Tienes un volumen de obras elaboradas por ti. ¿Cómo empezó tu relación con el diseño y la música?
Calzadilla: Bueno, mira, yo empecé a hacer como un inventario, más que evaluación, de lo que he hecho. Y en el caso de los discos, yo creo que van como doscientos veinte, pueda que se me quede alguno.
Solamente discos que has diseñado
Calzadilla: Sí, CD. Yo he hecho un solo LP.
¿Cuál es?
Calzadilla: De un pianista tremendo, venezolano, que vive Estados Unidos, Edward Simon. Ellos son tres hermanos y él me pidió que lo diseñara. De resto, son puro CD.
¿Y otros formatos?
Estas cosas que a mí no me gustan y que discos, pero son cosas para las redes. Entonces, no terminan de ver luz física, sino que ponen la portada. Pero, francamente, eso no me gusta. Y estoy pensando, incluso, hasta donde pueda, cuando me convoquen para hacer cosas de esas, prefiero que las haga otra persona porque vengo del mundo analógico.
Además, soy investigador y le tengo apego al objeto, a su testimonio, a lo que él cuenta, al objeto como referente, no sólo de música sino de lo que pasó. De cómo eso resume una etapa de un músico o de un grupo, cómo lo sintetiza, cómo lo identifica, de cómo es un proyecto representado en un objeto.
Entonces, eso me interesa, no esa cosa efímera.
Se supone que en algún momento el músico va a editar esa producción
Calzadilla: Se supone, -dice con cara de duda-. Es un poco en la trampa en la que he caído. ¡No, que lo voy a hacer y tal!
El costo
Calzadilla: ¡Claro! Ya no hay empresa discográfica. Ni aquí ni en todo el mundo. Hay corporaciones que manejan tipos con mucha plata. Pero los músicos independientes no tienen ni siquiera esa casa alternativa.
Entonces, al final es un empeño de ellos, de su bolsillo, de querer dejar también su testimonio en un objeto como el disco. Pero, por supuesto, se enfrentan a todas las dificultades, como todos los artistas, el problema económico, el problema hasta tecnológico.
Ya no hay muchas plantas que fabriquen discos. Bueno, en fin, eso hace que los músicos se enfrenten a todas esas dificultades y que lo que sueñen como un objeto ni siquiera termine. Ellos deben empeñarse en que eso ocurra.
Yo siempre digo que es el poemario del poeta. No es un poemita, eso es un momento de su vida, el amor o el desamor, o la muerte de un hijo o un familiar, equis. La circunstancia, que rodea en ese momento, la expresen en ese trabajo. Y el libro es el capítulo que se cierra y el músico sigue en otras cosas. Con el disco pasa igual.
Calzadilla, el autodidacta
Mientras la conversación transcurre, Alejandro Calzadilla sostiene un par de discos de Aldemaro Romero y habla acerca de él. Luego, se detiene en los de Taumanova, Edwin Arellano, La Séptima Bohemia, Cabijazz y de varios artistas.
Es inevitable la emoción, y los recuerdos fluyen y se entrecruzan. “Yo no sólo hice un disco, sino que le di el concepto a esta colección de la Fundación Bigott”, señala y va agarrando los CD de Ismael Querales con Francisco Pacheco, Vasallos del Sol, Cheo Hurtado y otros creadores que grabaron en esa serie.
“Yo les propuse que mostraran una galería de arte venezolano a través de grandes fotógrafos y grandes fotografías. Y la idea era como poner todas esas portadas juntas y que pareciera que estuvieras en una exposición”, agrega.
Eres antropólogo y diseñador gráfico
Calzadilla: Soy antropólogo de la Universidad Central de Venezuela y allí había especialidades, no sé si todavía, y yo me fui por Antropología Social. A mí me gusta la historia, los procesos históricos. Entré a la universidad en el año 84 y entregué la tesis en el 93. Y, paralelamente, empecé como diseñador, primero porque mi papá tenía una editorial y una revista llamada “Tierra Firme”.
Pedro Calzadilla, historiador
Calzadilla: Sí. Un señor increíble de 90 años. Entonces, yo comencé con él, no porque él me pusiera a trabajar a su lado, sino porque yo me interesé por el diseño. Siempre tuve vocación hacia las artes, hacia el dibujo.
Yo antes estudiaba en el liceo Urbaneja Achelpohl y hacía cosas gráficas en el centro de estudiantes, en las cosas culturales, cosas muy básicas. Yo tenía esa inquietud y empiezo a hacer los cursos de artes gráficas que se daban en el INCE -antes Instituto Nacional de Cooperación Educativa-.
Es muy divertido porque, por lo general, los grandes diseñadores de nuestro país, algunos estudiaron afuera o pasaron por los museos, y yo pasé por el INCE (risas). Y siempre lo digo con mucho orgullo.
¿En qué momento te enserias con el diseño de manera formal?
Calzadilla: Yo comienzo a estudiar formalmente después de los cursos del INCE, que eran maravillosos, en el año 1994, cuando hago una maestría en la Universidad Complutense de Madrid, en Diseño Gráfico Editorial, que era mi gran pasión.
Por mi tradición familiar, quería diseñar libros, cosa que he hecho. Bueno, allí hice una maestría de dos años, en la Facultad de Bellas Artes, y es donde formalizo un poco los estudios de diseño que yo tenía en deuda.
Entonces, cierro un capítulo del diseño que tenía muy autodidacta hasta el 1993. Mucho trabajo en todos esos años. Hacía las portadas de revistas de la Fundación Amigos del Teatro Teresa Carreño, programas de mano.
Cierro este capítulo y abro uno nuevo, en 1997, cuando fundo un estudio de diseño en España, que se llamó Factoría Gráfica, y me lo traigo a Venezuela. Y aquí funcionamos más de quince años junto con un compañero, Manuel González.
Estuve con Factoría hasta 2012; y después de ese año para acá, ya de manera independiente, colaboro con mucha gente.
Tu preparación ha sido, prácticamente, más informal que académica
Calzadilla: Sí, porque no me daba tiempo de estudiar más, trabajaba mucho y mi espalda es testigo (risas).
Me entrompé con la tipografía, con el estudio de las formas, las corrientes estéticas, con el Bauhaus, el Dadá. Para mí fue bueno entrar en la formación en el diseño.
Eso fue en España como te dije. Y aquí he dado clases de diseño en el Instituto Experimental de Yaracuy.
Calzadilla probó ser músico
Los discos de Pablo Gil, Gerry Weil, Luisana Pérez, Pibo Márquez, Cadáver Exquisito, César Gómez, El Cuarteto Rítmico de Caracas, Venezuela Demo, entre otros, siguen regados. Pareciera que lucharan por asomarse para ofrecer su testimonio.
“Yo digo que los discos son historias, cuentan un cuento. Para desgracia de los músicos, la gente ve primero la portada antes que escuchar la música”, dice riéndose.
Retomo la pregunta inicial. ¿Tu relación con la música viene de tu hogar?
Calzadilla: Sí. En mi casa había gusto por la música, pero para que tú veas, no en las dimensiones como para que yo terminara haciendo lo que hice.
Mi papá no era músico, pero sí escuchaba música clásica y él nos llevaba los domingos a la universidad a escuchar conciertos de la Sinfónica. Uno se aburría un poco (risas), pero eso va quedando allí. Por eso es importante que los padres hagan su trabajo con los muchachos. Escuchaba también música venezolana, no eran muchos discos, pero lo que tenía era bueno, Quinteto Contrapunto y cosas así, y algo de música latinoamericana.
Luego, estaban mis hermanos, dos mayores que yo, y ellos llevaron el rock a la casa, la salsa, y eso quizás sí me influyó más. Y mi mamá que me cantaba canciones. Entonces, yo no puedo decir que vengo de una familia musical, pero siempre estuvo eso ahí.
Además, en mi casa hay discos. Yo no soy coleccionista, pero tengo algo y la gente me regala discos (risas).
La salsa es uno de tus géneros musicales
Calzadilla: Mira, sí. En primer lugar, la salsa por la generación a la que pertenezco. Nunca tengo muy claro de qué generación soy. De la niñez a la adolescencia, de finales de los setenta y mediados de los ochenta. Yo te diría que la salsa, en primer lugar, fue una cosa que me cautivó.
Dijiste que conoces este estilo por tus hermanos
Calzadilla: Sí y porque era lo que se oía. Yo vengo de una zona popular, de Prado de María, y se oía y bailaba salsa. Y si bien mis padres no escuchaban salsa, yo diría que todos los que aprendían a bailar salsa era porque en la casa se escuchaban Billo, Los Melódicos y todas esas orquestas.
Entonces, es como el zurcido natural por el cual uno escuchó cierta música y la aprendió a bailar. Antes de escuchar salsa, bailaba Billo con mi mamá. Y junto con la salsa, la música venezolana. La música tradicional venezolana forma parte de mi vida constitutiva. Gracias a eso conocí a María Rodríguez y su “Oración del Tabaco”, Hernán Marín, Renzo Nazaret, Perucho Aguirre.
Entonces, hay una cosa que tengo muy adentro que es esta música, porque todas las demás me gustan. No soy ni siquiera enemigo del reguetón. A veces tengo unas peleas (risas) porque le caen encima, como que si el reguetón como tal tuviera la culpa de algo, lo que hay son malos músicos (risas).
Pero si en algún momento se llevaran todo lo demás, que me dejen la música venezolana; porque la valoro, la he entendido, disfrutado, la he estudiado, la he aprendido a bailar en algunos casos. Yo digo que ese es el gran patrimonio cultural que realmente nosotros tenemos, porque no tenemos pirámides, pero en la diversidad musical, ¡nooo!, ahí somos unos campeones.
Todo lo que tenemos aquí es una maravilla. Yo he viajado por todo el país, conozco los géneros, las fiestas. Es una cosa que a mí me mueve profundamente. Por supuesto, oigo de todo, jazz, rock. No soy rockero, pero valoro el rock.
Yo siempre digo que la música es como los licores. Al principio, puede resultarte un poco amargo, pero si alguien te agarra de la mano y te lleva, tú le encuentras algo que no le conocías. Soy fanático del joropo, de todos los joropos; pero soy amante del oriental y el tuyero, y lo bailo y me gusta. Y tú vas a un joropo tuyero y lo ves, te erizas.
¿Recuerdas tu primer trabajo relacionado con la música?
Calzadilla: El primero no lo recuerdo, pero sí recuerdo que tuve la suerte de trabajar para el Ateneo de Caracas y el Teresa Carreño. Y yo hice algunos trabajos que sí fueron importantes como la revista “Entre Amigos”, de la Sociedad Amigos del Teatro Teresa Carreño.
¡Claro!, ese era otro ámbito, zarzuela, ópera, pero fue maravilloso porque a mí que no me interesaba esa música, la descubrí y la terminé disfrutando. Hice muchos programas de mano. El primero que hice fue el de “Los martirios de Colón”, de Federico Ruiz, y un montón de cosas. Cuando se hicieron los festivales de música latinoamericana, de los ochenta, yo hice las memorias, algunos de los carteles.
Me hice amigo de muchos músicos. Pero tratar de hacer música, ser músico fue algo que descarté muy rápido (risas). Hice cosas para amigos músicos e instituciones vinculadas con la música.
Dices que descartaste ser músico, ¿llegaste a estudiar algún instrumento?
Calzadilla: Sí. Tú sabes que cuando uno está coqueteando que si te gusta la Antropología, el diseño, el cine, que también me gustaba, finalmente no lo puedes hacer todo y te comienzas a decantar.
Decido estudiar Antropología y seguir por el camino del diseño. Yo pude haber estudiado en el Instituto Neumann, que fue fundado por Hans Neumann, y después derivó en Prodiseño. Eso lo descarté.
Y empecé a estudiar música. Como venía de la pasión de la salsa, comencé a estudiar en los talleres de percusión con Vladimir Rivero, quien murió, y habíamos estudiado juntos en Antropología y jugado pelota chiquitos; con Alberto Borregales, el timbalero; con Orlando Poleo. Era un momento en que había un fervor en Caracas por las organizaciones populares, que estaban convertidas también en organizaciones culturales.
Entonces, estaba el Madera de San Agustín, Orlando Poleo con su taller de Sarría, estaba la gente de Caricuao, en fin. Yo me conecté con esa onda y, bueno, entro a los talleres de percusión de la Fundación Bigott y allí estudio percusión venezolana con Héctor Pacheco, con Alexander Livinalli y otros cursos.
Pero en un momento dije: ¡Nooo, qué va! Por el bien de la humanidad, yo me dedico al diseño (risas) y mejor sigo disfrutando la música, porque te das cuenta, me gusta, más o menos me defiendo, pero no voy a pasar de ahí. Yo no voy a destacar aquí, aquí no tengo manera de competir. ¡Gracias a Dios!, porque si no, estaría muy frustrado.
Tengo mi casa llena de instrumentos. Yo me relajo tocando maracas o tambor, pero lo hago para mí o con la pachanga con los amigos.
Antropología – Diseño – Sonidos
El trabajo de campo es una metodología de investigación muy usual en las ciencias sociales y, por supuesto, en la Antropología. Si lo considera necesario, Alejandro Calzadilla se va al sitio donde ocurre el hecho. Va a curiosear y a indagar. Esa vía lo ayuda a descubrir datos e imaginar ideas para su posterior labor gráfica. Es un diálogo que se abre entre su carrera universitaria, el diseño y la música.
En este sentido, va al encuentro con el músico, bien sea en la casa, el estudio o cualquier lugar. Es de los que se involucra con los procesos de la obra: las composiciones, la grabación, la fotografía y demás.
¿Cómo es la comunicación con el músico a la hora de diseñarle una portada?
Calzadilla: Bueno, sabes que siempre son caminos diferentes, porque con cada uno hay una relación diferente. Hay amigos de la vida, que los conoces, y hay otros que te llegan como el plomero: Mira este disco es bueno, yo te lo recomiendo (risas).
Hay gente que ha visto mi trabajo y me anda persiguiendo. Como yo no tengo redes, entonces, les cuesta conseguirme. Pero lo primero para mí es que yo sienta que el trabajo musical, para el que voy a hacer la portada, vale la pena. Y no quiero ser despectivo ni arrogante, pero tú revisas todos los discos que he hecho y son de buen nivel, y no por el diseño. Lo primero es que a mí me tiene que gustar la música.
Le solicitas la música
Calzadilla: Sí. Sin la música no lo diseño. Y cuando escucho la música, si no me gusta, empiezo yo a ver cómo hago para salirme de ese compromiso. Entonces, lo primero es que me guste la música. Por lo tanto, no diseño discos si no escucho la música, esa es mi primera condición.
Porque al final, la música te conecta con cosas y, en muchísimos casos, yo he terminado involucrado en las producciones. Entonces, voy a los estudios de grabación, veo cómo van las mezclas, participo en las fotos.
Y si el disco se piensa con tiempo, tú orientas el disco hacia una dirección. Si llegas al disco cuando todo está hecho, no te queda más que administrar los elementos que tienes para armar el disco. Pero si participas desde el principio, oye, el camino es distinto.
Por ejemplo, yo diseñé junto a una compañera de trabajo, Raquel Rangel, un disco que grabó Jorge Glem, que se llama En el cerrito. Pasa que tuve que viajar y ella se quedó con el proyecto, pero yo acompañé ese disco desde el principio. Y me gocé ese disco completico, las tertulias con los músicos, tomando cervezas, yendo al sitio, viendo los ensayos.
¡Claro!, eso no te lo paga nadie, pero el nivel de disfrute y de relación con el trabajo es otro, y eso hace una diferencia. Tú ves el disco y es hermosísimo. Yo reconozco los créditos de mi compañera Raquel, pero así he participado en muchos otros. Como los músicos ya me conocen, empezamos a disfrutar.
¿Cómo fue el proceso en el disco Parroquia de Edward Ramírez?
Calzadilla: Este diseño es como minimalista. A mí me gusta. Mira, pienso que Edward es uno de los cuatristas con más sensibilidad y más dulzura, es decir, uno tiene la imagen del C4 Trío como una especie de Circo de Soleil del cuatro, ¿no? (risas).
Sí, donde hacen acrobacias, piruetas, maromas. Quizás es la impronta que pone Jorge Glem en términos de velocidad y digitación del cuatro. Pero Edward Ramírez y Héctor Molina son unos tipos con una musicalidad maravillosa. Héctor maneja un espectro muy grande. Y Edward tiene una sensibilidad, una delicadeza, y considero que eso es muy importante.
Entonces, yo le he hecho dos discos a él y me conecté con él. Aquí mi hijo -Iván Calzadilla- nos apoyó con las fotos. Fuimos a su casa, en el centro de Caracas, y las fotos las tomamos por ahí. Yo sentía que había que decir que él era un tipo joven, virtuoso, con esa elegancia y sutileza en el cuatro.
El disco se llama Parroquia y el diseño es como un plano, es como las calles representadas con las cuerdas.
¿Le has puesto el nombre a algún o a varios discos?
Calzadilla: ¡Por supuesto! Muchos nombres de discos los he puesto yo, por ejemplo, uno de Cheo Hurtado, El Cuatro Suelto, así como el Diablo Suelto, no sé si se acuerda. Al grupo BAK Trío, y se iba a llamar Trío BAK, y ese nombre se los sugerí.
Y así en muchos discos he tenido participación. Entonces, los que me conocen confían en mi criterio y, a veces, yo participo hasta en la creación del nombre.
Mira me han pasado cosas tan chéveres, por ejemplo, Héctor Molina compuso un tema a partir de cosas que yo le hice y de los nombres que yo le propuse, y eso me ha pasado con otros.
El segundo trabajo de Héctor Molina también lo diseñaste
Calzadilla: ¿El de las guacamayas?
Ese es Giros. Y Travesía, el que se asemeja a las Nubes de Calder y al arte de Gego
Calzadilla: ¡Ah, sí! Hice los dos. ¡Y qué chévere que lo identificas!, porque tiene que ver con eso. Los dos están en mi top ten de artistas. Son referentes en la vida de uno que están ahí, que le machacan a uno la cabeza y el corazón, que es el Aula Magna, Gego.
Y mira yo soy guacamayista, donde puedo las meto (risas). Pueden venir de otras partes del mundo a echárselas de que tienen esto y lo otro, pero no tienen guacamayas (risas). Entonces, donde pueda voy a meter mis guacamayas que me parecen una maravilla.
Y así, hay elementos, los colores de la universidad, los colores de algún momento del arte venezolano y de algunos artistas. ¡Coño!, amo el trabajo de Alejandro Otero. En varios discos yo lo he puesto coleado por ahí.
Yo le hice un disco a Pablo Gil –Encuentros-, que la portada son puros lomos de LPs, y yo hice la figuración, la remembranza de una obra de Alejandro Otero. Uno siempre tiene referencias. Yo siempre estoy rebuscando en las cosas venezolanas.
¿Se trata de alguna obra en especial de Alejandro Otero?
Calzadilla: Fíjate, no en una obra específica. Yo tomo como referencia cromática los coloritmos de él. Así se llamaban una serie de una época de sus obras y entiendo que le ponía número, coloritmo tal, etcétera. Está inspirada en estos coloritmos, en su paleta de colores.
Aparte de Otero, tienes influencias de otros artistas plásticos
Calzadilla: De aquí me gusta mucho el arte moderno, Alejandro Otero, Narváez, Soto; por supuesto, Reverón, porque tiene unas cosas que, en un ambiente formal, son muy creativas.
Juan Calzadilla, que es mi tío, tiene una manera de expresión gráfica, usa los garabatos. Bueno, el arte son muchas cosas, muchas vías y soluciones. Me cuesta mucho ver quién me influyó. Me gusta, por ejemplo, el arte de la xilografía. Entonces, en algunos trabajos yo meto, hasta donde puedo, estética de la talla xilográfica. Yo no era ilustrador y he tenido que ilustrar, hacer cosas que antes no hacía.
¿Tus referencias en diseño?
Calzadilla: Santiago Pol es una referencia en Venezuela. Bueno, los diseñadores que uno tiene por dentro, Nedo, por ejemplo, un italiano que vino aquí e hizo cosas hermosas.
Por supuesto, siempre están por ahí los trabajos de Álvaro Sotillo, Óscar Vásquez, que se fue relativamente joven. Ahora, si me dices que tengo que escoger una corriente artística, yo sería dadá. Eso de intervenir las cosas con las letras, con los textos de las canciones, los poemas.
Me hubiera encantado vivir en esa época de irreverencia (risas), de ruptura de lo formal y lo tradicional. Todo eso de principio del siglo 20, de 1890 a 1930, por ahí, bueno, es el gran momento del desbaratamiento de los conceptos tradicionales del arte.
Después, vinieron otras cosas, el modernismo, futurismo, cinetismo, cubismo.
¿Nunca viste clases con el maestro Santiago Pol?
Calzadilla: Nunca, pero sí nos conocimos y trabajamos juntos cuando yo daba clase en la Universidad Experimental de Yaracuy. Fuimos colegas, hicimos cosas juntos. Y él hacía para sus afiches algo que él llamó objetos imposibles, que él los construía y los fotografiaba, y eso eran los afiches.
Entonces, mostraba un pie volteado y era un festival de danza, un tronco que se abría y era un libro. A Santiago nadie le gana.
¿Cuál es tu estilo como diseñador?
Calzadilla: No lo sé, no me sé definir. Yo sí te puedo decir que dentro del estilo de trabajo y de ilustración, yo soy esto: -Muestra el cartel tributo a Charles Atlas para el proyecto Ciudad Canción, de José Alejandro Delgado-.
Porque me gusta el collage, el fotomontaje, es un medio en el que me siento feliz en términos de expresión. Digamos, puedo hacer muchas otras cosas, pero si tú me preguntas, este es el que mejor me identifica.
Cuentos sueltos de Alejandro
El disco: ese objeto que narra una historia en la portada y muchas otras en sus canciones. Lo más fascinante es que, además de las intenciones de sus autores, el público hace sus propias interpretaciones. De tal manera que hay una variedad de enfoques.
Calzadilla es un tejedor de cuentos a través de las formas, las letras, los colores… las imágenes.
Háblanos de la tapa de Desde otro lugar
Calzadilla: Este fue el primero que le hice a Los Sinvergüenzas. Y yo siempre he sentido que estos muchachos de los ensambles son como acróbatas. Entonces, este es mi hijo y le hice esta foto. Y esta imagen de la bicicleta, de la cintura para abajo, es un homenaje a uno de nuestros más grandes fotógrafos ya fallecido, quien tiene una serie de fotos de circo y tiene una donde sale un acróbata.
Y bueno, le hago un homenaje a Los Sinvergüenzas y a José Sigala. Hice un ensamblaje. Y todo el disco es como una gran cuerda, pero es un tendedero de ropa y es una cuerda del cuatro, y así se va construyendo. Para mí es un cuento, sabes.
Observo que en tu estilo muy poco aparece el artista
Calzadilla: Mientras menos me den para poner la foto del músico, mejor (risas). Sí, porque si te toca trabajar con la foto del músico, por lo general, ya viene la foto hecha y son fotos poses, ¡malas! Al menos que tú te montes y fabules una foto así, asao.
Continúa escudriñando entre los CD y muestra el de una cantante venezolana. El arte se asemeja a una flor u otro motivo circular: “Este es de los discos más bonitos que he hecho, éste a Taumanova. Es música para niños, para bebés recién nacidos. Es como un mantra, como un mandala, porque la música es muy circular. Es para dormir a los niños”, expone sobre el registro Acalanto, canto y arruyo.
¿Y éste, Luisana como la espiga?
Calzadilla: Yo le pedí a ella una caja con zarcillos, vainas, adornitos, o sea, que me trajera un baúl de afectos personales. Todos esos objetos son de ella, todos. Entonces, yo los fui poniendo, trabajando. Porque estaba recién parida y tenía una sensibilidad muy grande.
Varias producciones al abrirlas son trípticos con una narración visual. Calzadilla es un amante de los íconos venezolanos, bien sean personajes de todo tipo, lugares, animales, paisajes y objetos.
En el de Pablo Gil están Caracas y Nueva York
Calzadilla: Este de Pablo Gil, sí, ahí ves a Caracas y Nueva York. Está la Estatua de la Libertad y metí a María Lionza. Es un personaje fantástico. Y las puse a la misma altura. María Lionza recoge las cosas más hermosas de nuestros ancestros y las cosas más interesantes de la diversidad cultural del país.
“Este es uno de los discos más importantes que se han hecho en el país”, dice y con una mano sostiene Animal de viento, de Mixtura.
¿Por qué está entre las producciones venezolanas más importantes?
Calzadilla: Ese disco es importante para mí porque, en términos personales, es un símbolo de amistad. Raúl –Abzueta– era como mi hermano. Creo que estaba haciendo lo más importante en su lenguaje de jazz.
Él también venía de la música tradicional, tenía su ensamble Caracas Sincrónica, era su otra faceta. Además, él había sido cuatrista y después se dedicó a la guitarra. Ese disco para mí es un símbolo de hermandad con él.
Yo sentía que debía estar un poco al nivel de su obra y me esmeré mucho. Ahí trabajó conmigo Liu Prato, mi otra compañera diseñadora.
Todo el disco es una suerte de episodio onírico por la poesía que está en el cuadernillo del disco. Y los collages que están allí responden un poco a esos poemas, que son bastante intensos. Raúl también escribía poesía.
Y también hay un vínculo con Cortázar. Por otra parte, estaba Víctor Morles despegando como pianista.
¿En qué pensabas cuando diseñaste ese cartel para Ciudad Canción, de José Alejandro Delgado?
Calzadilla: (Risas) Bueno, no fueron en drogas, eso te lo aseguro. A veces me quiero divertir con lo que hago. Es mi homenaje a Charles Atlas, personaje infaltable en los suplementos de mi niñez. El pecho es de él, la cola de sirena puede ser sexodiversa, la cabeza de gallo de pelea de tercera categoría y la guitarra es de José Alejandro.
Creadores de melodías
El artista gráfico le ha diseñado al mandolinista Jorge Torres las producciones Estado neutral, En la cuerda floja, Hing, el primer disco de Kapicúa, el de Mi Juguete es Canción, La Torre de Grillos, entre otros.
“¡Imagínate! Para mí Alejandro es uno de los grandes artistas del diseño gráfico que existe en Venezuela. De los más importantes y quizás con el que yo me siento más conectado. Me encanta su trabajo.
Desde que comencé a hacer música y a grabar discos con mis grupos, y a hacer un trabajo profesional con la música venezolana, todos mis discos han sido diseño de Alejandro Calzadilla. O sea, casi que no concibo mi carrera musical sin las lecturas de la música que él hace a través de la imagen. Me parece que es un genio precisamente de eso. Es un tipo que escucha la música y logra traducir en imágenes lo que está sonando. Y voy a seguir trabajando con él”.
Germán Landaeta se halla entre los ingenieros de sonido más respetados en el país. Cuenta con una larga trayectoria, ya que ha intervenido en numerosos álbumes de músicos, cantantes y agrupaciones de diversos estilos.
“Sabes que, a pesar de que yo no conozco personalmente a Alejandro, me siento cercano a él nada más por el hecho de haber participado en varios discos juntos, él como diseñador y yo como ingeniero de sonido, el tipo que mezcló, remasterizó, en fin. Eso nos hace una especie de secuaces en el resultado final.
Y siempre es interesante para mí, de mucha expectativa, una vez que termina el disco, ver con qué viene Alejandro. Porque en la mayoría de los casos, él oye lo que ya terminó, y de ahí sale alguna idea, sale una inspiración o el camino para lo que él armará. Entiendo que en varias ocasiones es así.
Y soy admirador de su trabajo, sobre todo porque es un personaje muy interesante. El hecho de que es antropólogo, es diseñador, lo hace un tipo muy curioso. Y para mí eso lo convierte en una especie de curador del diseño del arte. ¿Cuántas veces uno no es llevado a un disco por lo que ve? Esa es la importancia de Alejandro, porque la mayoría de las veces ese es el primer encuentro que tú tiene con un disco.
Lo viste cuando existían las discotiendas o porque publican algo en redes, y es tu primer contacto. Imagínate si será importante o no el trabajo de un tipo como Alejandro. Y sé que él ha ayudado a muchos artistas a que logren tener su proyecto completo, terminado. Es un personaje muy valioso para nuestra música y para nuestra cultura. Deseo poder compartir con él muchos discos”.
Héctor Molina es un cuatrista conocido en el ambiente musical venezolano y latinoamericano por ser parte e integrante fundador de propuestas vanguardistas como C4Trío, Joropo Jam, Los Sinvergüenzas, Movida Acústica Urbana, etcétera.
“Alejandro es muy creativo y le ha dado a muchos discos una identidad, más allá de la música, terminando de cerrar el concepto y dándole unidad a toda la obra. Alejandro nos ha hecho entender que lo primero que una persona obtiene de un disco es la imagen, y que esa imagen debe ser poderosa y llamar, de alguna manera, a escuchar lo que tiene dentro.
Por otro lado, Alejandro es melómano y conoce muchísimo de música. Esto hace que al escuchar un disco, las imágenes lo lleven a crear conceptos de las portadas. En la gran mayoría de los casos, diseña la portada luego de escuchar el disco”.
Álvaro Paiva-Bimbo es guitarrista, compositor, productor, arreglista, director y líder de diferentes proyectos como ensamble Kapicúa, Cabijazz, la Movida Acústica Urbana y paren de contar. Es otro protagonista muy activo de la escena actual musical en Venezuela y América Latina. Además de participar en bandas sonoras de películas extranjeras.
“A Alejandro le debemos la vida. Uno de nuestros padrinos, Raúl Abzueta, trabajaba con Pomarrosa en la Fundación Bigott, y Javier Marín también, con quien grabamos el primer disco de Kapicúa.
Aquiles Báez también nos lo recomendó. Ellos nos dijeron hablen con Alejandro Calzadilla. ¿Y quién es? El que nos diseña todo lo de la Fundación. Total, Alejandro nos asesoró, nos ayudó. Alejandro no nos cobraba o era algo simbólico. Sabía que estábamos pelando, que estábamos comenzando y que queríamos hacer música.
Es una persona tan generosa y con ese amor por la música. Le preocupaba la calidad. Él diseñó el logo y el arte de la Movida Acústica Urbana, de Kapicúa, Cabijazz. Eso terminó en que enCayapa, Nuevas Almas, todo el mundo quería trabajar con él. Alejandro es una figura clave en la discografía y en la música venezolana. Sin él nuestros discos se hubiesen visto muy feos, porque hay muchos discos feos antes y después de nosotros, pero el promedio de belleza lo subió Alejandro”.
Taumanova Álvarez, cantante de música venezolana, refiere lo siguiente:
“Uno ve las portadas de los discos, esas imágenes evocan historia, memoria y algunas experiencias también. Eso me hizo valorar muchísimo lo que es un trabajo conectado, no solamente un diseño.
En el caso de Alejandro, tiene muchos elementos que le dan una connotación al trabajo que lo hace distinto o particular. No sólo es la pasión por la música venezolana, y por la salsa también (risas). Por otro lado, como antropólogo, tiene una sensibilidad particular por identificar otros sentidos de la propia música.
Entonces, creo que redimensiona lo que es el diseño. Creo que cuenta más cosas. Esa dimensión que le otorga Alejandro al trabajo gráfico, que es herencia, identidad y tantas cosas, me parece un camino que tiene un valor patrimonial importante”.