Rock and MAU (5to. Aniversario)
Anfiteatro de El Hatillo, Caracas
(Diciembre 17, 2016)
Aun está fresco el recuerdo de aquella primera noche del 26 de noviembre de 2011 en el Trasnocho Lounge de Paseo Las Mercedes en la que se llevó a cabo el primer encuentro entre músicos de la Movida Acústica Urbana y algunos rockeros, entre ellos La Vida Bohéme, Rawayana, Nana Cadavieco y Malanga. En nuestra reseña en Ladosis #20 nos referimos a esa primera cita como MAU + Rock (aún no tenía el nombre actual). Esa doble función dejó la puerta abierta para todo un universo de mezclas ya no solo entre rock y música tradicional venezolana, sino también con el ska, hip hop, canción de autor y varias formas de pop.
La celebración del quinto aniversario se realizó con un concierto extenso y prácticamente con casi todo el repertorio renovado, además de varios músicos diferentes a los habituales ya que varios de ellos ya no están en el país o tenían compromisos en paralelo. El proyecto dirigido por el guitarrista y arreglista Álvaro Paiva (cofundado con Diego “El Negro” Álvarez) convocó a un entusiasta público que desde el primer minuto se mostró animado, agradecido y en ocasiones eufórico. El Anfiteatro estuvo casi lleno.
Con un ostensible retraso de más de hora y media sobre la hora indicada, salieron a escena los músicos encabezados por Paiva (ubicado en la esquina derecha de la tarima), para ubicarse en una especie de media luna. Eddie Cordero (violín), Jorge Torres (mandolina), José David Lunar (cuatro), Manuel Rangel (maracas), Luis Freites (bajo), Rubén Márquez (guitarra eléctrica), Gerald “Chipi” Chacón (trompeta) y Constanza Liz, Elias Bruzual y Hana Kobayashi en los coros. Al fondo: José “Tipo” Núñez (batería) y Yonathan “Morocho” Gavidia (percusión). Un grupo de músicos de gran nivel que recorrió toda la geografía rítmica y melódica de Venezuela.
Tras el tambor de Patanemo instrumental, “Nemo´s Leg”, que sirvió de puerta de entrada, el primer cantante invitado fue sorpresivamente Horacio Blanco. La razón de su temprana aparición se debió a que tenía un compromiso con Desorden Público en Puerto Ordaz. “Combate” a ritmo de Patanemo sirvió para sintonizar de inmediato a la audiencia. Horacio introdujo “Los que se quedan, los que se van” con la esperanza de tener de vuelta a muchos que se han ido. La canción, coreada por todos, fue transformada en una gaita de tambora. Su siempre acertada participación se cerró con “Allá cayó” en calipso.
Paiva asumió el rol de maestro de ceremonia (además de director musical), introduciendo a cada invitado y explicando algunos detalles del proyecto. Su voz no se proyectó bien y no siempre se entendió lo que decía. Presentó en grande al rapero de Casalta, Gona, quien refrendó esas palabras con su estupenda interpretación en sangueo de San Millán, de “Interludio de sentimientos”.
Luego apareció Boston Rex para interpretar dos canciones de Tomates Fritos, “Camino” (en estribillo) y “Nadaré hasta llegar” (gaita de tambora). Fue muy aplaudido, aunque a decir verdad, faltó algo más de emoción, cosa extraña en él. Paiva introdujo al siguiente invitado, Wapi Castro, como “un excelente cantante, sobrino del maestro Cheo Hurtado”. Cantó el tema “Arepa pela’” a ritmo de Patanemo pero no produjo mayor reacción en el público.
Uno de los cantautores más activos de 2016, el falconiano Vargas, fue el siguiente invitado. Interpretó “El peor hombre del mundo”, tema que da nombre a la película interpretado como un sangueo de Cata, y “Radiocassette”, la pieza título de su tercer disco a ritmo de tambor de Tarmas. Su participación tuvo ráfagas de su potente voz, especialmente en la segunda canción.
Luego el turno fue para el fenomenal beatboxer Jhoabeat, quien incluso tocó la guitarra. Casi todos los músicos descansaron durante ese versátil e impresionante performance con soberbio despliegue de percusión vocal y muy buena interacción con el público.
Los músicos de la MAU tocaron “Noche de Paz” en vals, con Constanza Liz de vocalista. Fue el momento más sosegado de la noche, el cual funcionó como un puente con la segunda parte del concierto y como preámbulo a uno de los momentos más aplaudidos: Gaélica. Gabriel Figueira, Rubén Gutiérrez y Armando Álvarez tocaron “Joy to the World / Burrito sabanero” y luego el optimista tema “Brújula” a ritmo de tambor de Tarmas. El público pidió otra pero el tiempo estaba contado. Paiva presentó a Laura Guevara, quien en principio no estaba incluida en el cartel. Interpretó “Tú”, uno de los temas más tranquilos y sensibles de su repertorio, el cual fue seguido por una versión de “Tonada de Luna Llena” de Simón Díaz al ritmo de tambores que sonó algo forzada.
Mauricio Arcas (Maurimix), en representación de Los Amigos Invisibles, protagonizó los momentos mas guapachosos con la infalible “Ponerte en cuatro” transformada en parranda y la menos afortunada salsa “Óyeme nena”. Uno de los más aplaudidos fue Apache, que interpretó en gran forma y a ritmo de tambor y blues, “Siguiribinguibaun”, para continuar con la conocida “Relación”, que muchas en la audiencia cantaron apasionadamente.
La parte final del show fue protagonizada por Asier Cazalis, quien salió acompañado de su pequeño hijo y su guitarrita de juguete. A ritmo de quichimba interpretaron “Tocado por un ángel”, de su reciente disco Ocho, del cual escogieron también “Abismo” (tambor), con Pavel Tello en el bajo. El anfiteatro en pleno coreó “Las estrellas”, transformada en un sangueo de Cata con Cazalis inspirado y su hijo nada intimidado en el medio del escenario rasgueando la guitarrita.
El final apoteósico con todos los participantes en tarima fue con “La casa”, uno de los temas de Caramelos de Cianuro grabados por este proyecto.
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El sonido manejado por Rafael Pino Padrón fue importante para lograr que tal cantidad de instrumentos y voces diferentes lograran sonar adecuadamente, a pesar que en ciertos momentos la acústica no ayudaba con las reverberaciones de baja frecuencia.
Este quinto aniversario se saldó positivamente, con nuevos elementos que formarán parte del Volumen 3 de la serie, que Paiva aprovechó a anunciar. Rock and MAU ya sembró y la cosecha comienza a notarse.
Juan Carlos Ballesta