El reconocido ingeniero de audio venezolano, publica un ameno y muy necesario libro acerca de la profesión a la que ha dedicado casi 40 años
La pandemia ciertamente ha hecho estragos en todos los estratos de la sociedad alrededor del mundo.
Sin embargo, el instinto natural por sobrevivir se ha manifestado igualmente en cada rincón del globo. La actividad musical no ha escapado a ello, claro está, pero a ella, en Venezuela, debe sumársele una situación país de notoria gravedad que ya venía en curso y que ha impactado con descomunal fuerza en lo político, económico y social.
Es entonces cuando surgen iniciativas de relevancia donde cada ser humano, desde su trinchera, arremete con gran inteligencia, convirtiéndose en un importante aliciente y un gratificante propulsor que nos llena de esperanzas.
Es así como desde en el predio musical han emergido trabajos de gran valor como las publicaciones y charlas de Félix Allueva y Juan Carlos Ballesta, los libros de jazz de Simón Balliache, los artículos de Gregorio Montiel Cupello, el nuevo método para aprender a tocar guitarra de José Pinto, El libro real de Mark Brown, la excelente crónica que celebra los 10 años de Guataca y que tiene en Aquiles Báez y Ernesto Rangel a sus dos piedras angulares y que publicaran el excelente periodista Gerardo Guarache y el abogado Juan Luis Landaeta.
Cada uno representa un estimulo importante para quienes transitamos el elevado arte musical en sus diferentes facetas. Por supuesto, los mencionados son sólo algunos de los más representativos y, obviamente, ese torrente informativo que representa Ladosis que desde 2008 es un referente de la actividad musical principalmente en Venezuela y ahora España y el resto del mundo hispanoparlante.
En ese cúmulo de importantes personajes está el afable, cálido y elocuente ingeniero de sonido Darío Peñaloza quien ha publicado una obra necesaria para cualquier persona con interés en esa área frecuentemente subestimada pero tan esencial de la industria musical.
Y no exagero al afirmar que sobre ella recae el compromiso de una buena parte del éxito de la infinita producción que mensualmente sale al mercado o se hace disponible en las diversas plataformas digitales.
Este venezolano nacido en 1961 en “la tierra del sol amada” y poseedor de dos Latin Grammy, uno en 2014 y otro en 2018, comparte con nosotros de forma amena, precisa y en ocasiones divertida, una actividad en la cual lleva casi 40 años y que no sólo se ha curtido en el tiempo en los aspectos inherentes a la audio ingeniería sino que con generosidad y sin pretensiones, comparte con nosotros aquello tan importante pero que paradójicamente con palpable frecuencia escapa a nuestros sentidos y a lo que Darío certeramente se refiere con la expresión que da título a esta obra, Lo humano del audio, y que ciertamente, como indica el vicepresidente de la Audio Engineering Society, César Lamschtein, destila en sus páginas simple y llanamente autenticidad.
No podía ser de otro modo tratándose del autor.
Darío, quien actualmente comparte su profesión con la docencia en Caracas y dictando talleres en el exterior, ha organizado su obra de una manera sencilla y diáfana en seis áreas a las que ha llamado: principios básicos, individualmente, habilidades blandas, dado por sentado, mezclado y coda.
Cada uno tratado como si fuese la estructura de una obra sinfónica que, en este caso, es de seis movimientos con sus correspondientes temas. Llamó mucho mi atención el cuarto aspecto, por ser uno del cual pienso bien se ajusta a aquello que va “más lejos de lo técnico y lo teórico” donde el experto audio ingeniero comparte sobre la comodidad, el ensayo, el monitoreo y los instrumentos, aspectos frecuentemente soslayados por quienes se inician en este delicado arte donde la música es la prima donna, en muchas ocasiones mal tratada.
Es ahí donde la obra de Darío se hace necesaria, pues con tantas aristas no es difícil que incluso el adepto o más conocedor puede fallar en el intento. Y es que cuando se es acucioso, 37 años en esta exigente profesión valen más de lo que pueda imaginarse.
El autor nos sorprende con una importante cantidad de sencillas y prácticas recomendaciones, como llenar de buena vibra el ratón de nuestra computadora, sobre el cual recae el peso de todas nuestras emociones o no dejar de tener una barra de chocolate en el bolso. Algunas nos arrancarán una sonrisa, otras nos parecerán incongruentes hasta que Darío nos explica por que obra como lo hace.

Entonces aquello inicialmente absurdo pasa a ser una lección de vida. Tal es el caso de la importancia que reviste una buena silla, que es un eslabón en una cadena de detalles que inciden en el éxito del producto final.
En mis tertulias a través de los años con este egresado del IAR (Institute of Audio Research) de Estados Unidos y el Fanshawe College of Applied Arts and Technolgy de Canadá, traje a colación mi creencia en que todo audio ingeniero debe ser músico antes de todo, y fue Darío, melómano y audiofilo también, quien borró esa errada idea de mi mente.
Fue mi primera lección que con la inmediatez del caso me hizo comprender el rol fundamental de este profesional. Este fascinante libro de fácil lectura y accesible vocabulario despierta nuestro interés en muchos aspectos.
No te comentaré más de lo expuesto para así no romper el hechizo, pero sí te diré que los legendarios Toto son parte del anecdotario de Darío, así como también el erudito y estricto Robert Fripp que si bien no se menciona en el libro también ocupa un lugar en los recuerdos de nuestro autor.
¡Ampliamente recomendable!
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