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Desvariados: la savia nueva y genuina del rocanrol español

En la tradición del más honesto y pegadizo rocanrol español uno de los grupos noveles que recoge el testigo de grandes nombres es Desvariados, grupo madrileño liderado por el cantante, guitarrista y compositor Adrián Díaz y que conforma actualmente con el baterista fundador Javier Martínez, el bajista Edgar Castejón y el guitarrista Alberto Sanmartín.

La reedición de Café Caimán por el sello Warner, con invitados especiales como Rulo, Johnny Cifuentes, Rubén Pozo, Nacho Carballo e Isma Romero, hace subir varios peldaños a la banda en su todavía corta trayectoria y la proyecta a otra liga.

Este viernes 13, Desvariados será el grupo encargado de abrir el concierto de Ruben Pozo, quien estrena el disco Habrá que vivir, en Cool Stage (Madrid).

Juan Carlos Ballesta @jcballesta

 

Desde los años 60 el rocanrol en España se convirtió en una filosofía de vida, un modo de trabajo, una forma especial de comunicar y en una forma musical que adoptó una forma propia que se apropió a su modo de los preceptos de los grupos y artistas anglosajones. Miguel Ríos fue uno de los pioneros, aunque en principio no fuera tan rockero como años después.

Fue avanzada la década de los 70 y a comienzos de los 80 cuando surgieron grupos que le dieron personalidad al rock español, entre ellos Burning, Tequila, Loquillo, Barricada o los más pesados como Leño, Obús o Barón Rojo. Luego vendría Platero y Tú, Fito y Los Fitipaldis, o más recientemente Los Zigarros. Todo cuenta.

Jóvenes como Adrián Díaz han absorbido todo ese bagaje y toman la batuta. A lo largo de toda España el público mantiene la avidez y las ganas de juerga. Atrás quedan quizá algunos de los clichés que asocian a los “verdaderos” rockeros con excesos y autodestrucción. Desvariados es un grupo que posee los mejores ingredientes del rock clásico y una actitud alineada con la sana diversión y el disfrute sobre una tarima.

Así lo reflejó Adri en la amena conversa que sostuvimos una tarde, en una conocida cafetería de Lavapiés.

Desvariados
Foto: Juan Carlos Ballesta

Lo primero que llama la atención, es la desaparición de muchos vestigios del primer disco de Desvariados, el cual no aparece en su página web. ¿A qué se debe que lo hayan escondido bajo la alfombra?

El motivo principal es que lo grabamos con mucha ilusión pero con muy poco dinero. Tiene canciones que me encantan y que seguimos tocando en directo, pero el sonido del disco no es bueno. Claro que cuando lo hicimos nos encantaba, pero con el tiempo lo escuchas y te das cuenta que no tiene la calidad apropiada para que sea tu carta de presentación. Hay mucha gente que lo busca, se ha convertido en objeto de colección. En páginas de compra-venta de discos de segunda mano se vende más caro de lo que nosotros lo vendíamos.

Es natural que en los seguidores exista interés por descubrir el pasado de una banda que te gusta. Y más aún cuando el propio artista esconde ese pasado.

Es cierto, la gente busca más canciones y les despierta curiosidad saber que existe un primer disco que se hace difícil de conseguir. Es curioso que haya gente que se dedica a buscar entrevistas en radio para cortar las canciones. Eso me hace ilusión. Ha pasado con personas que escriben por las redes sociales pidiendo ese material y al decirle que ya no existe ellos lo buscan. Un tiempo después nos envían capturas de pantalla de viejas entrevistas en las que recortan esas canciones.

Si los Rolling Stones hubieran hecho lo mismo con sus dos primeros discos, cuya grabación y performance es precaria, otra sería la historia del rock (risas)

Si sí, ¡total! (más risas).

Pasaron tres años entre aquel primer disco y la primera edición de Café Caimán, con cambios en la formación. ¿Qué pasó en ese tiempo?

Pasamos de ser un trío a cuarteto. Yo era el único guitarrista y ahora somos dos guitarras. Hemos tenido nuevos cambios desde que grabamos el disco. Los dos Alejandro (Girón en el bajo y Molina en guitarra) ya no están. Esto es así, la historia cruenta del rocanrol (risas).

Estas cosas pasan. Ahora estamos Edgar en el bajo, Alberto en la guitarra, y los de siempre Javi en la batería y yo en la voz y guitarra. En esos tres años tocamos muchísimo con aquella maqueta inicial y eso nos permitió ahorrar dinero para grabar de verdad, con una calidad que nos hiciera justicia y pudiéramos salir orgullosos a defenderlo.

¿Las canciones de Café Caimán fueron todas nuevas o aún te quedaban de la primera época?

Yo soy poco eficiente para componer. En Café Caimán hay once canciones y dos de ellas son del período anterior. Hicimos el disco con las canciones que había. De hecho ahora estoy con el siguiente y me está costando mogollón. Esto es porque soy muy exigente conmigo mismo, rompo muchas hojas, por decirlo de algún modo. Tengo que estar muy seguro de cada canción.

Este período reciente representa un gran brinco al ser firmada la banda por Warner. ¿Cómo ocurrió eso?

Visto en perspectiva ha ido todo muy deprisa. Cuando publicamos el original Café Caimán en marzo de 2016 empezó a irnos muy bien. Tocamos demasiado, hicimos el primer “sold out” en Madrid a los dos meses. Empezamos a tocar mogollón por nuestra cuenta. Nosotros mismos buscábamos los conciertos por toda España, en pueblos o ciudades, íbamos y veníamos, hacíamos kilómetros y kilómetros.

El disco empezó a moverse muy bien por internet y la gente nos escribía para que fuésemos a tocar a su pueblo. Yo les preguntaba ‘¿Qué bar hay en tu pueblo donde podamos tocar?’. Llamaba y listo. Hemos tocado para miles o para poquitos, como debe ser una banda de rocanrol.

En verano de aquel año nos llaman para telonear a Los Zigarros, una banda que estaba subiendo mucho y me encantaba. Hacía mucho tiempo que no había una banda de rocanrol clásico en España, con tíos chulos tocando las guitarras a toda pastilla. Ese concierto se organizó a través de una agencia que buscaba una banda afín para abrir el show.

Ese fue el punto de inflexión porque ese día nos conoció mucha gente del mundo del rocanrol y nos conocieron esos promotores (Honeydripper Producciones), que al día de hoy son nuestros managers. Ellos nos han aconsejado mucho, comenzamos con campañas de comunicación. Ahí empezamos a delegar, que es fundamental para una banda porque hay gente que lo sabe hacer.

Aquel noviembre regresamos a Madrid con otro “sold out” y entonces nos llamaron para tocar con Burning por toda España en 2017, una banda mítica que me ha encantado desde pequeño. Recuerdo que en la oficina nos enseñaron la pantalla del ordenador con el listado de todos los conciertos y nos preguntan cuáles queríamos hacer. Y les pregunto ‘¿podemos hacer todos?”…y los hicimos.

¿Y de esa gira qué destacarías?

Pues muchas cosas. Principalmente que tocamos en sitios increíbles como la Sala Apollo de Barcelona el Café Antzokia de Bilbao, la Capitol de Santiago, lugares en los que nunca había imaginado que iba a presentarme. Esa gira la terminamos en Madrid en el Cultura Inquieta tocando con Los Zigarros, Burning y Rosendo, otro de mis héroes, además de mi barrio Carabanchel.

¿Entonces en qué punto apareció Warner?

Después de dos años paramos un poco para respirar y renovar ideas. Entonces apareció Warner, que en un concierto en Costello Club de noviembre de 2016 nos había ido a ver por mediación de un amigo. Después de tiempo nos llamaron para saber en qué punto estaba la banda.

Tuvimos una reunión en la que hablamos de un nuevo disco, pero como habíamos conocido muchos músicos por el camino y ya no teníamos copias de Café Caimán, se decidió hacer una reedición “repotenciada”. En un mes hicimos todas las grabaciones para editarlo en marzo de este año.

Desvariados

¿Cómo resultó ese proceso con todos los invitados?

Alguno de ellos como Rulo fue a través del propio sello Warner, pero antes de ello gracias a un conocido en común, el fotógrafo Lagartón, ya él sabía de nuestra existencia. Le encantó la canción y la grabó. Con Johnny (Cifuente) de Burning fue natural porque estuvimos de gira con él, aunque lo llamé con mucho miedo. A Rubén (Pozo) se lo propuso nuestra agencia. Luego le pregunté porque había aceptado y me dijo ‘un rocanrol siempre hay que hacerlo’. Me encanta su filosofía.

Las invitaciones han sido recíprocas. ¿Cómo se siente eso?

Con Burning canté en Cultura Inquieta y fue increíble. Luego Johnny me llamó para cantar en la Sala But ante su público y fue alucinante porque me tocó ser el frontman, ya que él está atrás con su teclado. Al día siguiente me escribió un whatsapp dándome las gracias. La invitación de Los Zigarros a cantar en la Sala Riviera también fue muy importante, era su fin de gira.

Burning ya llevaba años de historia cuando tú naciste. Y la mayoría de tus influencias primarias también. El rocanrol es, sin duda, atemporal.

Eso es lo bonito. Y es increíble poder cantar con muchos de ellos.

Estás por llegar a los 30 años, eres aun muy joven ¿Cuáles sueños tienes por cumplir? ¿En qué lugares que no hayas tocado te gustaría hacerlo?

Pues en Wembley, como Queen. O en The Cavern donde empezaron los Beatles. Soy feliz con lo que hago cada día. Disfruto tocando en un bar, no importa cuanta gente haya. Mi objetivo era tocar en al Kafé Atzokia de Bilbao, y ya lo cumplí. Ahí tocó Platero y Tú un directo mítico y cuando te ves allí alucinas.

¿Y qué dices de Latinoamérica?

Tenemos público allí. Claro que me encantaría. Hay gente que nos escribe desde Argentina y México pidiendo el disco. No había caído en ello, pero ahora que lo planteas pues puede ser otro sueño. Me gusta ver videos de grupos de España tocando allí y cómo la gente lo vive.

¿Cuáles son los discos que más han influido en tu vida?

Soy malo para los nombres, pero puedo mencionar el doble de los Rolling Stones que me flipa (Exile on Main Street), Bailbreaker de AC/DC, lo primero de Leño que llegó a mis manos que fue un recopilatorio, Correos el último de Platero y Tú. Fito (Cabrales) es un tipo que me encanta. The Ramones me marcó muchísimo, Los Enemigos, Burning…

¿Cómo está la inspiración para el nuevo material? ¿No tienes presión del sello?

Afortunadamente logré que el contrato no reflejara fechas fijas. En esos procesos de creación nunca se sabe y la presión nunca es buena. Yo tengo un montón de libretas y notas en el móvil, agarro la guitarra y voy grabando cosas. Yo pienso más en ideas, más que en frases, siempre con la guitarra a la vez. No soy capaz de separarlo, no creo música para luego meterle una letra, ni al revés.

En el proceso la banda entra también. Javi, el baterista, sabe muchísimo de música. Yo creo que tiene oído absoluto, aunque él no lo quiere asumir porque es muy modesto. Es el que hace todos los arreglos, cambios de armonía. Ahora mismo estoy que me sale muy poco, tengo demasiados estímulos a mi alrededor. He tenido poco tiempo.

Las canciones vienen cuando quieren, no se pueden forzar. Ya tenemos unos demos nuevos que grabamos en octubre pasado. Los escuché el otro día y me gustaron, así que vamos por buen camino. El próximo disco será otro punto de inflexión.

Desvariados
Foto: Juan Carlos Ballesta