
El apreciado e influyente locutor venezolano, cuya sobria y expresiva voz recorrió toda Latinoamérica, falleció el 22 de febrero de 2017
¿Qué hubiera sido de la radio venezolana sin Iván Loscher? ¿Qué hubiera sido de la publicidad sin su voz? ¿Qué hubiera sido de muchos niños de los 60 y 70 sin su espíritu aventurero y sus ganas de romper paradigmas? Aquellos que crecimos oyendo su voz y disfrutando de sus escogencias musicales, tenemos una gran deuda de gratitud. Es un legado de inmensas proporciones.
Juan Carlos Ballesta
Desde que Iván irrumpiera en 1968 en la naciente Radio Capital 710 AM junto a un grupo de jóvenes locutores en medio de la revolución contracultural, el movimiento hippie, la psicodelia y el rock ácido, su voz jamás ha podido ser superada.
Era un don innato y él lo aprovechó, aunque tardó en aceptar que era la publicidad la que le daría para vivir y su rol de “voice over” para canales como HBO o Unión Radio. Incluso aquellas muletillas con las que estiraba por muchos segundos en plan misterioso los nombres de canciones o artistas en su voz, sonaban bien.
Loscher no era cualquier locutor. Era un intelectual, un filósofo. Podía adentrarse a conversar largamente sobre los Rolling Stones y de repente disertar de los poetas malditos, de la Nouvelle Vague o de política. Era un tipo de gran cultura, conversador, irreverente sin falsas posturas, crítico, de fino humor y carcajada sonora.
Oigo Radio Capital
Aquellos que éramos unos niños durante los primeros años de Radio Capital, conocimos el rock a través de ese dial fundado por Oswaldo Yépes, Tito Martínez del Box y Ramón Lebrón a partir de la emisora La Voz de la Patria. Eran tiempos en los que uno podía marcar el número 360710 y comunicarse con la cabina de la emisora, hablar con el locutor y pedir un tema.
Y a pesar de la delatora voz de imberbe, la canción sonaba. Incluso, en arrebatos de atrevimiento, muchos llegábamos al para entonces moderno Centro Comercial Los Ruices y nos agazapábamos en las escaleras traseras para ver entrar o salir a los superhéroes del micrófono.
Mi afición por Capital llegó al paroxismo cuando le pedí a mi abuelo (el único que tenía un taller de bicicletas en Caracas) que me instalara una radio en el manubrio de mi bicicleta y así poder rodar y no perderme los programas. Lo hizo y además tenía corneta incorporada.
Aquella generación que conformaban Napoleón Bravo, Tinedo Guía, César Maldonado, Amaury José Díaz, Chepo Bustamante, Enrique Hoffman, Cappy Donzella, Plácido Garrido, Alfredo Escalante e Iván Loscher, entre otros, había llegado para cambiar la historia de la radio y hacer que el rock sonara a cualquier hora.
Tenían, todos menos Cappy, la mitad de la edad de las voces que reinaban entonces, como Eduardo Morell o Clemente Vargas Jr. Ellos vivían el rock con intensidad, porque el rock estaba en su apogeo. Tenían la misma edad que los músicos que admiraban y ponían en sus programas.
Formaban parte de la generación Woodstock y del Flower Power. No había en ello una posición snob, eran parte de una generación que pretendía cambiar el mundo a través de la música. Iván sería uno de los que posteriormente desacralizó la idea de que la generación que vivió los 60 era infalible o la mejor acercándose a talentos más jóvenes.



Loscher fue durante un tiempo la voz de las noches. Y así crecí, sabiendo que la suya era la voz de la noche y por esa razón tenía más libertad para escoger la música. En la noche su voz se hacía más profunda. Canciones largas, de más de 10 minutos podían sonar y eso ya de por sí era suficiente riesgo y motivo de admiración.
Su timbre vocal fue siempre nocturno, aunque años después pasara a transmitir en las tardes e incluso en las mañanas cuando las marcas apreciaron que su voz y su personalidad les serían de gran ayuda.
El maestro Loscher
Loscher me ayudó a conocer a muchos de los grupos y artistas que han sido parte de mi banda sonora, con The Rolling Stones a la cabeza. Escuchar en radio a Crosby Stills Nash & Young, Santana, Blood Sweat & Tears, Cream, Steppenwolf, Jehtro Tull, John Mayall, Deep Purple, Led Zeppelin, Uriah Heep, King Crimson, The Guess Who, Emerson Lake & Palmer, McDonnald & Giles y muchos otros íconos del rock anunciados con la voz de Loscher era un placer y la puerta de entrada a otra dimensión.
No percibíamos que el sonido de la Amplitud Modulada era realmente pobre. Ni importaba porque no había con qué compararlo. Las semillas que plantaba Iván cada día, germinaron de muchas maneras a través de los años.
Durante aquellos primeros años 70 la libertad fue total y el cerebro de un niño, pronto adolescente, era una esponja poderosísima. Mis primeros discos más allá de los Beatles, surgieron de sus escogencias diarias. Loscher amplió mis horizontes.
A finales de los 70 hubo un efímero intento de crear una nueva emisora que emulara los primeros años de Capital, YVRM Radio en la frecuencia 1300, en la que Loscher participó. Muchos mudamos nuestro interés hacia allá, pero no duró mucho.
El programa “La flor en el ojal” (con César Miguel Rondón y el recordado Napoleón Graziani) que salió al aire en 1981 de nuevo en Capital, fue una vuelta de tuerca por su manejo del humor y la música.
Su inquietud intelectual lo llevó a participar también en los Festivales Internacionales de Cine Super 8 que en los años 70 se realizaban cada año en la Cinemateca Nacional.
Nuevos tiempos, cruce de caminos
Pasado el tiempo, en 1982, Loscher y Joffrey Maestracci Jr (productor y musicalizador de Capital) decidieron hacer audiciones de grupos de rock venezolanos para escoger los que formarían parte de un compilado llamado Venerock. En el antiguo Cine Caribe (luego convertido en la Sala Mata de Coco), tocaron decenas de grupos. Antares fue uno de los elegidos por ambos.
En él tocaba yo la batería. Fue mi primer contacto directo con Iván, que ya no era el mismo melenudo de años atrás. El disco fue editado y aunque no fue lo que prometían, quedó como un documento.
En 1993, Napoleón Graziani (fallecido hace años), director de Capital 104.5 FM, me abrió la puerta para hacer el programa Calidoscopio, los domingos en la noche. Tuve libertad total.
Aquel staff tenía a Loscher, a Julio César Venegas, Plácido Garrido y otros grandes nombres. Sin haberlo imaginado, estaba en la misma emisora del que había sido mi referente y solo era cuestión de tiempo que termináramos de entablar un diálogo. Fue, mucho más que eso.
A finales de los años 90, ya con unos años con mi actual programa Acto de Fe en el aire, Iván tras varios años viviendo fuera de Venezuela, quiso regresar a la radio con un programa de actualidad musical. No deseaba ser encasillado en la categoría «nostalgia» o «vieja gloria». Sin embargo, reconocía que no estaba actualizado y que le iba a costar recuperar años en los que no le sobró el tiempo para escuchar nueva música.
Me propuso ser productor de su nuevo programa, poniendo él la voz y yo el guión y la música. Sentí orgullo que mi locutor más admirado e influyente me hiciera esa propuesta y se lo dije. Nos reunimos varias veces para conceptualizar, pero finalmente decidí declinar él ofrecimiento.
Sentí que ese programa sería percibido únicamente como el nuevo programa de Loscher y le iba a ceder buena parte de la música que yo quería seguir colocando en mi propio espacio, el cual perdería sentido. Fue una decisión consciente, lo económico quedó en segundo plano. Un tiempo después, en el nuevo siglo, terminó de nacer “Scratch: del acetato a la vanguardia” de la mano de David Rondón.
Iván supo rodearse de otros locutores más jóvenes con los que hizo sinergia, como Eli Bravo (para cuya página Inspirulina escribió varios textos), David Rondón (con quien además produjo el disco Simón Díaz Remixes en 2005) y en la última etapa con Polo Troconis. Hace unos pocos años, en su regreso al horario nocturno en vivo, compartió un tiempo con Paula Quinteros.
Resulta paradójico que el personaje que me inspiró a entrar en la radio y que me abrió una ventana inmensa hacia el universo rock, me entrevistara muchas veces y yo nunca a él de manera formal. Es una deuda y una asignatura pendiente que ya no podré saldar.
Hasta siempre Loscher
Muchos en Venezuela tienen demasiado que agradecerle, más de lo que imaginan. Quizá las generaciones más recientes no sepan cuán importante ha sido Loscher para la radio y los medios en general.
Puede que muchos olviden su faceta de escritor y no conozcan sus libros «Alternativas a la imposibilidad de sembrar el petróleo» (junto al legendario fundador de la Opep, Juan Pablo Pérez Alfonso), «La venganza de la momia azteca«, «De los problemas reales al narcisismo de Internet» y «Ella era tan bella que levantaba sospechas«, obras en las que desarrolló su imaginación literaria y sus preocupaciones existenciales.
Puede que algunos solo conozcan su voz en algunos comerciales o que hayan sabido de él durante su última etapa de menor lucidez, consecuencia de los ACV que sufrió. Por ello, nunca es suficiente recordar lo relevante que fue Loscher y su inmenso legado.
¡Gracias por tanto, Campeón!