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Miguel Noya y Etno E3: envolvente electrónica tribal

Miguel Noya y Etno E3
Foto: Juan Carlos Ballesta

Miguel Noya y Etno E3

Centro Cultural BOD, Caracas

(Mayo 29, 2016)

Como éste hay muy pocos conciertos en Venezuela. Una mezcla entre sonoridades ancestrales de naturaleza acústica y el mundo digital, un proceso de imbricación que Miguel Noya con su laptop y un pequeño teclado y Etno E3 -vale decir Carlos Conde y Enrique Rincón– con su arsenal de instrumentos autóctonos y un par de sintetizadores logran balancear de manera brillante y realmente sorprendente, dos cosmogonías que están más cerca de lo que parece.

El origen de este concierto lo encontramos en la celebración del 30 aniversario de Esferas vivientes, el cassette que Noya lanzó en 1986 en una edición limitada y que fue su segunda obra tras Gran Sabana (1984). El periodista y promotor Gregorio Montiel Cupello tuvo la idea de conmemorar este acontecimiento junto a la agrupación nacida en Maracaibo, Etno Ecléctico Trío, ahora rebautizado como Etno E3. La idea no pudo ser más afortunada.

La agrupación zuliana estuvo conformada para esta ocasión por Enrique Rincón y Carlos Conde, con la ausencia de José París a quien vimos en pasados conciertos. Su trabajo es realmente notable, un tributo a las raíces indígenas y a la vez una especie de estudio antropológico (sin que ellos lo sean) de la instrumentación, su origen y significado dentro de las diferentes etnias que hacen vida en territorio venezolano. Su atractivo radica en la unión de tradiciones ancestrales y vanguardia tecnológica.

La vertiente musical de Enrique Rincón es conocida como eCanaan la cual combina música de origen étnico (flautas, cantos indígenas, tambores afro venezolanos) con electrónica (loops, texturas) y que ha encontrado su nicho en la danza y el cine, lo cual comenzó en 1995. Su trabajo en esta área convive con sus producciones en el ámbito pop, por ello el abanico es tan amplio.

Por su parte, Carlos Conde, tiene ya una década en la investigación de instrumentos indígenas venezolanos y su proyecto lleva por nombre Washé, que en la lengua panare (comunidad indígena del estado Bolívar) significa “onoto”, material utilizado para crear la tinta con que se pintan diversas partes de sus cuerpos. La producción de micros audiovisuales “60 segundos con nuestras raíces”, es otra de sus ocupaciones.

Este background estuvo totalmente presente en el escenario de la Sala BOD. Ambos recogieron un sinfín de hojas secas del Parque del Este para distribuirlas en la tarima y con ello acercarnos al hábitat de su propuesta.

Conde, en el extremo derecho de la tarima, se ocupó de un catálogo de instrumentos de viento y percusión, algunos de ellos pocas veces vistos en un teatro: sawawa wayuu, caracola Ana Kua, tekeye, maracas pemonas y otras del Amazonas, kasha wayuu, redoblante parra, tambores de barro, trompa wayuu, flauta marana piaroa y la wybba zuliana (diseñada por Etno E3 y Víctor Valladares en Maracaibo).

Al otro extremo, Rincón desplegó sus sintetizadores análogos y digitales con su respectivo controlador, un laptop con el software Ableton Live, el maasi de cinco huecos, darigba, wotoroyoi y una serie de instrumentos de percusión de muy variada índole, tamaño y sonoridades como la campana de cumaco, cumaco, chimbanguele de requinta, chimbanguele tamborito, maracas wayuu, aje, macana, maracas llaneras.

El concierto comenzó con Miguel Noya solo, ubicado en el medio y sentado frente a su Mac envenenado con varios plugins y secuenciadores y un controlador midi. Un intimidante zumbido (“Ducha de tonos”) con palabras aleatorias en pantalla nos dio la bienvenida, tras de lo cual se puso de pie y con movimientos de brazos fue creando sonoridades activadas por campos magnéticos, un tema bautizado “Take Off”.

Luego sobrevino un sepulcral silencio para configurar la computadora que parecía un homenaje a John Cage. Entonces arrancó el exquisito tema ambiental “Moon children”, que sirvió de preámbulo perfecto para el tema “Konos”, compuesto junto a Ivan Higa y que contó con llamativas proyecciones de dibujos infantiles de la Luna y la Tierra.

Luego de un comienzo con sonidos de timbres brillantes en síncopa, el intrincado y tripeante desarrollo nos llevó al Tangerine Dream de los primeros años 80.

Salieron entonces Rincón y Conde a escena para unirse a Noya en “Huellas circulares”, logrando desde el principio una muy interesante simbiosis que fue in crescendo. El primer viaje mántrico hacia nuestro remoto pasado fue con “Wanadi”, tema de Carlos en el que afloran sonoridades selváticas como la trompa wayuu tocada por Conde que pudiera recordar a un didgeridoo australiano.

Sin casi pausa siguieron con “Belleza/Las Nubes”, compuesta por Rincón en la que él mismo vocaliza sobre un colchón sonoro creado por un sintetizador.

Con “Wayamo”, una pieza ritual compuesta por Noya, la audiencia ya estaba en otra dimensión, y eso que aún faltaban momentos memorables. “Desde Euskal”, es un tema compuesto para la película “La niña de Maracaibo”, la cual trata de un guardaespalda de origen vasco que viaja hasta la alta guajira a cuidar a una niña.

Uno de los momentos álgidos fue “Ruwa”, larga e hipnótica pieza de carácter cósmico, parte esencial del repertorio de Etno E3, una especie de canto de sanación de la comunidad panare.

Ya en pleno viaje cósmico, invitaron al versátil y virtuoso maraquero Manuel Rangel para la pieza “Esferas vivientes”, creada 30 años atrás y causante de este afortunado encuentro, una adaptación realmente memorable. Noya recordó al desaparecido percusionista Elíazar Yáñez, que fue parte importante de la sonoridad de la pieza.

Aunque se despidieron, nadie creía realmente que se irían sin interpretar un último tema. Reconocieron que lo tenían preparado y así lanzaron “Ritual”, tema ambient inspirado en el agua, el metal y el aire.

Para aquellos que tuvimos la suerte de ver en vivo al mexicano Jorge Reyes a comienzos de los años 90 en la Sala del Celarg en varias ediciones del Festival de Música Electrónica (luego La Otra Música) con su arsenal de instrumentos precolombinos de culturas que habitaron Centroamérica y México, esta presentación establece un puente directo con aquellos conciertos, viajes calidoscópicos que nos transportan a épocas ancestrales, lugares que el hombre moderno apenas conoce, pero también a otras galaxias que tampoco conocemos bien.

Por un rato, la hostil Caracas se convirtió en un lugar mágico.

Juan Carlos Ballesta