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Chaosmosis: el lado más gentil de Primal Scream

Primal Scream - Chaosmosis

Primal Scream
Chaosmosis

First International/Ignition. 2016. Escocia

Tremendamente accesible y amigable. ¿Estos son los mismos que crearon un álbum tan incinerante como XTRMNTR (2000)? Pues sí, aunque Chaosmosis sigue siendo a pesar de todo una buena defensa de la frescura e inventiva de la banda.

Con artistas muy queridos como Primal Scream, a veces cuesta reconocer que ya suenan un poco “clásicos”, con todo ese cargamento de sonidos prestados del dance, el electro-pop y demás géneros afines  -en este caso en especial-, pero reconforta ver que, típico de estos inquietos incorregibles, haya un poco de todo y para todos en este disco.

Incluso hay espacio para el ocasional momento frenético-esquizoide-endemoniado inyectado hasta reventar de percusión taquicárdica y las “clásicas” guitarras carrasposas en modo de grito de la banda (“When the Blackout Meets the Fallout”), algo que nunca cae mal, incluso si se trata de un mero ejercicio de provocación estética sin mayor profundidad.

No es que Primal Scream haya tenido nunca mucha, ni creo que haya sido jamás la idea de  Bobby Gillespie cuando dio vida al proyecto, hace ya 35 años, más allá de jugar sin cansarse con la música y divertirse un rato experimentando.

De hecho la banda quizás ha sobrevivido a tanto, sus inicios dudosos, los inevitables momentos de rechazo de crítica y público, el tsunami musical del grunge, el auge y ocaso del rave y el britpop de los 90 y la aniquilación del formato “álbum” en la era post-Napster, así como a sus propias transformaciones estéticas sin sufrir muchos rasguños, gracias precisamente a su promiscuidad estilística, su incapacidad de comprometerse con un credo musical determinado, incluso en la “madurez”.

Pero existe algo más, algo de lo que se habla poco; quizás su verdadero secreto: su talento para las canciones redondas, con coherencia e identidad totales, inconfundibles.

Incluso si estas no tienen a veces un juego reconocible de estrofa-coro, incluso si carecen del encanto de un riff-estilo-Stones (“Medication”, de Vanishing Point, 1997), incluso si durante los primeros segundos la cosa parece puro ruido ultra amplificado -como en el explosivamente épico “Accelerator” de XTRMNTR-, cuando escuchas a Primal Scream la cosa nunca suena inconsistente o desorientada, pasan por tus oídos una sola vez y quedan sellados en tu memoria. Por eso cuando escuchamos “Where the Light Gets In”, con todo y ese arreglo de teclados que a ratos se siente como el nuevo regreso de Duran Duran, no lo vemos como una indulgencia retro y hasta nos encanta.

Hasta podemos sentir en buena dosis esa psicodelia abrasiva de la banda -su rasgo más consistente y persistente- corriendo aún por sus venas cuando nos sumergimos en el sabroso revolcón rítmico entre percusión selvática y wah wahs ebrios de crudeza en “Trippin’ on Your Love”, tan “tripeante” cómo su nombre promete. Pero incluso con estas invitaciones de vuelos estratosféricos, con el estimulante “Golden Rope”, una apoteosis rockera fluctuante, cortejada por “aleluyas” y saxos que suenan al Medio Oriente y que parece escrita por el fantasma todopoderoso del mismísimo Bowie, Chaosmosis se siente más domesticado que el súper alucinante More Light (2013). No es que sea de temer, mucho menos algo para decepcionarnos ¿cómo podríamos?

La banda aún está a años luz de rozar el aburrimiento, pero aunque aún descansado en lo relativamente convencional Primal Scream no pueda evitar ser absolutamente divertida e interesante como ninguna otra banda, siempre esperaremos que reincidan en sus excesos más alocados y nos descarríen de nuevo por sus abismos musicales.

Gustavo Reyes