El 16 de julio de 2016 se fue la voz de Suicide, artista de culto de gran influencia, quien se movió siempre a su propio aire, lejos de los convencionalismos
Muchos quizá no conozcan bien a Suicide, el dúo neoyorquino formado en 1970 por Boruch Alan Bermowitz y Martin Reverby, conocidos por sus nombres artísticos Alan Suicide (luego Alan Vega) y Martin Rev.
Quizá tampoco conozcan el trabajo de Vega como solista. Pero lo que sí luce mas probable es que conozcan a muchos de los grupos y artistas influenciados por sus aportes a lo largo de varias décadas, una lista muy larga y variopinta en la que pudiéramos incluir a Spacemen 3, Spiritualized, Devo, Ultravox, D.A.F., Liasons Dangereuses, The Cars, Sonic Youth, The Jesus and Mary Chain, Ministry, Soft Cell, Nine Inch Nails, Joy Division/New Order, Nitzer Ebb, Nick Cave, Radiohead, Anna Calvi, M.I.A., Sigue Sigue Sputnik, MGMT, Air, Autechre, Aphex Twin, Sisters of Mercy, The Fall, Depeche Mode, The Human League, Cabaret Voltaire, Throbbing Gristle, The Chemical Brothers, Daft Punk e incluso nombres como Bruce Springsteen, que pudieran musicalmente estar muy alejados, han realizado versiones de Suicide.
Juan Carlos Ballesta
Alan Vega ha muerto y con él se va uno de los protagonistas esenciales del punk neoyorquino, vale decir del lado menos obvio de una corriente que en Nueva York adquirió una forma mucho más ligada al arte de vanguardia, que no tuvo un componente social anti establishment como sus contemporáneos británicos pero sí un objetivo renovador de ciertas formas de arte.
Con su desaparición física se va uno de los cantantes más peculiares de cualquier tiempo, quien incursionó como solista en el synth pop, el rockabilly/psychobilly, el new wave, la música industrial, el noise y la electrónica en varias de sus formas. A medida que pasó el tiempo su espíritu por el riesgo aumentó y su música se hizo más intrincada, colaborando con diversos músicos de vanguardia.
Tenía 78 años, pero por mucho tiempo se creyó que tenía 10 años menos. El propio Vega se había ocupado de crear falsas fechas, alimentando muchas entrevistas con datos inventados, entre ellos su propia religión, sobre la que decía era mitad católica por su supuesto origen puertorriqueño.
Sin embargo, luego se supo que era de origen judío y que había nacido en 1938, que se graduó a los 22 años en el Brooklyn College tanto de física como de artes. Durante los efervescentes años 60 se involucró activamente con Workers’ Art Collision, un grupo radical que se enfrentó con muchos museos e incluso hizo barricadas frente al MOMA. A finales de la década sus obras ya eran habituales en la OK Harris Gallery, y así fue hasta 1975 cuando la música terminó de absorverlo.
Los años del Suicidio
En 1969 asistió a un concierto de The Stooges (con Iggy Pop al frente) y eso cambió su vida. Al año siguiente con su amigo Martin Reverby y el guitarrista Paul Liebgott, al que echaron pronto del grupo, formaron Suicide, un nombre asociado al pseudónimo con que era conocido en los ambientes artísticos en aquel tiempo, Alan Suicide.
El propio Alan definía la estética del grupo como “Punk Music Mass”, con lo que sin saberlo estaba inspirando a la siguiente generación.
Aunque Suicide estuvo muchos años tocando en museos, bares, fiestas bohemias y pequeños teatros, construyendo una reputación como un grupo de sonido único (solo teclado, primitiva caja rítmica y voz; y mucha actitud), no fue hasta 1977 cuando pudieron editar su primer y homónimo LP, a la postre convertido en un trabajo de culto y gran influencia que, sin embargo, no gozó de buenas críticas durante su lanzamiento.
Canciones como “Che”, “Rocket USA”, “Girl” y sobre todo “Ghost Rider” son ya clásicos, aunque varios críticos escribieron que un tema como “Frankie Teardrop” debía ser escuchado solo una vez en la vida. Aquel disco dejó su impronta en los días de explosión punk e influyó grandemente sobre la estética del synth pop pronto a explotar.
The Second Album, conocido inicialmente por los nombres de sus integrantes, fue una joya que consolidó y perfeccionó el sonido del dúo y aún después de más de cuatro décadas sigue cautivando.
Temazos como “Diamonds, Fur Coat, Champagne”, la sorprendentemente romántica y melancólica “Sweetheart”, la espasmódica “Touch Me” y las catárquicas “Harlem” y “Shadazz” son puntos álgidos y de gran influencia.
Para el momento de su edición en 1980, ya el synth pop se había convertido en una corriente de gran interés dentro del vasto territorio de la era post punk y grupos como The Human League, Cabaret Voltaire, Depeche Mode, The Normal, Soft Cell, Telex, D.A.F., Nash The Slash y muchos más, recogían las influencias tanto de Kraftwerk como de Suicide, cuya estética minimalista pero al mismo tiempo transgresora fue de alto impacto.
Sin embargo, como muchas veces pasa, Suicide fue un grupo incomprendido y subestimado en su tiempo y nunca llegó a tener éxito comercial y ni siquiera salió del undeground y de un estatus de culto.
De modo que, la separación temporal de Vega y Rev después de 10 años juntos, se produjo tras el lanzamiento de aquel segundo disco producido por Ric Ocasek de la exitosa banda The Cars.
A partir de ese momento, Vega comienza una larga carrera como solista con tres espaciadas escalas en Suicide cada vez menos trascendentes. La primera de ellas ocurrió en 1988 (A Way of Life) y aún reflejaba el espíritu rebelde e indomable, como si reclamaran su lugar en el universo del synth/industrial/drone/noise pop tras ocho años de ausencia; la segunda en 1992 (Why be Blue?), un trabajo menos redondo pero todavía con grandes momentos; y una tercera y última escala en 2002 (American Supreme), con la química entre ambos ya un tanto extraviada.
Alan Vega solo, sin miedo al peligro
Los primeros años 80 sirvieron para que Vega explorara su gusto por la música de los años 50, tratando de deslastrarse del sonido Suicide. Discos como su homónimo debut y Collision Drive, ambos de 1981, y Saturn Strip (1983) (con Ocasek y Al Jourgensen, futuro Ministry), componen una trilogía fantástica que ayudó a colocarlo en la órbita del rico período de la llamada new wave.
Sin embargo, con el siguiente disco, Just a Million Dreams (1985), el segundo intento con un sello importante (Elektra), apostó por melodías más convencionales y letras más seguras, con lo cual el resultado estuvo alejado del verdadero Alan Vega. Fue despedido.
Le costó cinco años publicar un nuevo disco solista, Deuce Avenue, que adoleció de la buena producción que había gozado con Ocasek. Liz Lamere, a quien conoció durante la época del tercer disco de Suicide, se convirtió en su esposa y también su teclista en buena parte de sus discos. Lamere no era Martin Rev, pero aportó mucho en futuros trabajos.
Antes de la nueva reunión con Martin Rev, el primer disco de los 90 que editó Vega, Power on To Zero Hour (1991) fue un interesante intento de regresar a su faceta más aventurada, de nuevo con Lamere a su lado.
El siguiente disco, New Raceion (1995) es uno de sus más radicales excursiones, con temas de electrónica disonante (“Go Trane Go”), bizarra poesía (“Do the Job”), riffs en plan speed metal (“Viva the Legs”), el sonido industrial (“Gamma Pop”) o el synth pop caribeño (“How Many Lifetimes”).
Este período de mitad de los años 90 mantuvo a Vega muy activo, produciendo un nuevo disco solista, Dujang Prang (1996), de resultados desiguales.
Las juntas malandras de Alan Vega
Uno de los más soberbios discos de su extensa carrera es, sin duda, Cubist Blues (1996), junto a Alex Chilton y Ben Vaughn.
Entre estos tres outsiders del rock le dieron vida a una obra de contenido explosivo, producto de dos sesiones de improvisación realizadas en diciembre de 1994 en Dessau Studios de Nueva York. Pasó un tanto desapercibido en su momento, pero décadas después sigue impresionando.
Vega realizó en los años que siguieron varias interesantes colaboraciones, todas de corte experimental. Righteous Lite™ (1998) junto a Stephen Lironi como Revolutionary Corps of Teenage Jesus; Re-Up (1999), con Lydia Lunch, Genesis P-Orridge (Throbbing Gristle, Psychic TV) y el dúo francés Etant Donnes; Endless (1998) y Resurrection River (2004) con el dúo electrónico finlandés Pan Sonic; Ché (2009), con Sunn O))) y Stephen Burroughs
También realizó la banda sonora de Sombre (1999), película de Philippe Grandrieux.
Fueron colaboraciones que llevaron a Alan Vega a terrenos cada vez más intrincados, y así fue hasta el día de su muerte, el 16 de julio de 2016.
Los últimos años de Alan VEga
Los últimos trabajos solistas que publicó fueron Station (2007), junto a su esposa Liz Lamere (instrumentación) y el apoyo vocal de su hija Dante Vega; y el inquietante Sniper (2010), junto a Marc Hurtado (Etant Donnes) y la participación de Lydia Lunch.
Alan Vega fue un artista único. Sus letras fueron una amalgama de locuras existenciales, fantasías como serial killer, amores fetichistas, simbolismo religioso y otras temáticas retorcidas.
Todo ello cantando y a veces declamado de manera rabiosa, esquizoide, epiléptica y angustiosa, pero también en ocasiones de forma misteriosamente romántica y delicada.
Es mucho lo que deja, un universo aún por descubrirse del todo.