Inicio Ahi estuvimos Amorante: hipnótico sobrevuelo entre lo ancestral y lo moderno

Amorante: hipnótico sobrevuelo entre lo ancestral y lo moderno

Amorante en Conde Duque Madrid
Foto: Juan Carlos Ballesta

El aventurado e iconoclasta músico vasco Iban Urizar ofreció un magnífico concierto en Madrid en el marco de Invervest 2021

Amorante
Concierto en C.C.C. CondeDuque, Madrid

Inverfest 2021

(Enero 22, 2021)

El Inverfest 2020 se realizó justo antes de la explosión de la pandemia. Un año después, la nueva edición se realiza en medio del desarrollo de la tercera ola y de los confinamientos perimetrales en zonas de Madrid.

No cabe duda que las cosas han cambiado, y mucho. Hay condicionantes no deseados. Disfrutar de un concierto conlleva dejar a un lado temores fundados y todo lo relativo a desplazamientos. El caso particular de este concierto es que todas las medidas de seguridad se cumplieron perfectamente y el público presente -reducido y convenientemente separado entre sí- pudo disfrutar de una presentación realmente única que mereció los esfuerzos por estar allí de cuerpo presente.

El versátil músico vasco Iban Urizar desarrolla una propuesta de singulares características a medio camino entre lo ancestral y lo moderno, con un tratamiento respetuoso de las tradiciones a través del lente de la tecnología y una desenfadada forma de redimensionar ese legado.

Trabajando con el pseudónimo de Amorante (nombre que surge de mezclar el del brasileño Rodrigo Amarante y el del emblemático cantaor granadino Enrique Morente), Urizar ofreció un recorrido por su obra como solista, incluyendo algo de su reciente trabajo publicado por Forbidden Colours, Bat Edo Iru (parte de nuestra lista Los 50 mejores discos españoles de 2020), sin que haya sido la base del concierto.

Lo primero que hay que decir es que a pesar de lo atractivo que resulta escuchar la música de Amorante, no está completa la experiencia sin la faceta en directo, que es donde se comprueba de primera mano el maravilloso quehacer de Urizar, así como su capacidad de comunicar.

Su propuesta incluye textos en euskera y aunque él mismo se encarga de repetir que a menos que seamos del País Vasco no entenderemos, cada introducción en castellano, nos ayuda a orientarnos sobre la temática que aborda. Sin embargo, como ocurre con tantas otras propuestas alrededor del mundo, la lengua utilizada se convierte en un elemento más del lienzo.

Acompañado de un sencillo pero efectivo set compuesto por un armonio, un sintetizador, efectos de loops, una trompeta, una guitarra acústica y un campano, además de su voz, convenientemente procesada en varias ocasiones, Urizar nos condujo durante una hora y cinco minutos, por romerías décimo nónicas, viajes en burro hacia Francia, poemas de amor y otras historias del acervo popular, todo ello sobre estructuras musicales hipnóticas y bailables a partes iguales.

Haciendo su aparición desde el fondo del escenario, tocando la trompeta y el campano, Urizar llegó hasta su centro de operaciones, disparando entonces la sigilosa pista instrumental y las segundas voces, cantando de forma desgarrada el tema “Condor”.

Amorante en Conde Duque Madrid
Foto: Juan Carlos Ballesta

Iban entonces agradeció la invitación y el poder estar de nuevo en Madrid. “Hay algunos por aquí de la diáspora, pero la mayoría no comprendéis lo que os canto. Voy a tratar de contextualizar un poco para que tengáis una dirección”, fueron sus primeras palabras, al tiempo que bromeaba con todo lo acontecido en Madrid en el inicio de año.

“Voy a cantar una letra de Joxean Artze, un poeta vasco que murió no hace mucho, que habla de la luz, la luz como un faro que todos necesitamos para saber adonde ir”, fueron sus siguientes palabras. Y enseguida nos regaló una pieza intimista muy sentida.

Siguió con un tema con texto de su tío Jose Mari, fallecido hace un par de años, a quien definió como “una persona muy especial, quien físicamente parecía un druida, vivió descalzo muchos años, dejando mucho texto escrito, dos libros auto editados y un imaginario al que yo jamás podría llegar”.

La temática “es una crónica sobre un banquete, en formato de fábula, donde los que viven en el camposanto preparan una cena donde cocinan los genitales de los curas, obispos y cardenales…es una letra preciosa”

Y así arranca la cristalina trompeta sirviendo de entrada para una especie de marcha fúnebre hecha con pistas de voces a modo de mantra, sobre la que Iban canta el texto del tema titulado “Camposanto”. Musicalmente es impecable, logrando introducirnos en espíritu en la singular historia.

“Las letras que canto algunas las hago yo -las peores- otras me las hacen, y otras las robo directamente. La que voy a cantar ahora es de un poeta vasco que vive en Cuba, no se va a enterar. El es Joseba Sarrionaindia, quien tiene libros de poesía, ensayos, ficción. He escogido un poema de su primer libro, sobre una historia de alguien que podría ser él en un club de jazz en París, quien se enamora de una chica negra que está bailando, que lo manda a tomar por saco al final de la historia”

De inmediato comienza un infeccioso ritmo vocal de aroma funk que se mantiene “loopeado” a lo largo del tema junto a varias pistas de trompetas con sonoridad a lo Jon Hassell, y sobre lo cual Iban vocaliza con una estética cercana al rap y solea convenientemente con la trompeta.

Amorante en Conde Duque Madrid
Foto: Juan Carlos Ballesta

Luego continuó con una pieza llamada “Manuela”, basada en el poema del emblemático poeta y músico José Mari Iparraguirre -a quien llamaban el bardo vasco por su vida bohemia- a quien reconoce como “un tótem, una vaca sagrada”.

“La historia es una crónica que sucede en una romería de la época en la cual se enamora de una chica llamada Manuela. El tiene 35 años y ella 15”.

Iban introduce en primer plano la voz manipulada que junto con el ritmo, hace que la pieza se mueva en una difusa frontera entre la música urbana y la experimentación, saliendo airoso, incluso improvisando unos versos sobre las malas pasadas de la tecnología. Mientras lograba reconstruir el loop rítmico, sobrellevó la situación con espontáneo humor.

La siguiente historia fue también curiosa y divertida. “Os voy a contar una historia de amor entre dos curas que llevan tiempo viviendo juntos y dan misa en la misma iglesia, por turnos. Una noche, después de cenar, uno de ellos le reconoce al otro que está enamorado y que ya no puede aguantar. El otro reconoce que es posible que el también sienta algo. Una bella historia de amor. Ellos son Carmelo y José Mari. Le he puesto a la canción, ‘Ey, Carmelo’”

Y enseguida, con la guitarra acústica, interpretó una especie de corrillo mexicano que finalizó con una versión libre del clásico “La Llorona”.

Amorante en Conde Duque Madrid
Foto: Juan Carlos Ballesta

Prosiguió con una pieza inspirada en un poema del versolari del siglo 19, Bilintx, sobre las romerías de entonces, en las que los jóvenes iban a bailar y enamorarse. “Yo le he dado la vuelta y recreado una situación de violencia de género en aquella época, que por desgracia existiría, cuando el papel de la mujer estaba mucho más tapado”. Fue el tema que percibimos menos atrapó.

“Nos quedan tres temas. No hago bises. Os voy a ahorrar la liturgia. Esta próxima canción es también de mi tío José Mari, que nos cantaban a mi hermano y a mi cuando éramos pequeños. Es la historia del viaje a París con un carro y un burro. Llega a la frontera y la Guardia Civil le pide su pasaporte y el del burro. Está en formato copla, en perfecto euskañol. Se llama ‘Me fui a Paris””

En este tema el despliegue vocal resulta impresionante, puesto que tanto la percusión como los coros forman un pegadizo amasijo rítmico en el que cabe la cumbia, el trap, el afrofunk, los tambores afrocaribes y más.

Mientras transcurría la canción y las piernas se independizaban aún estando sentados, tratábamos de hacer paralelismos imposibles, y la mente nos trajo el término “Euskalton” para tratar de buscar una definición a lo que oíamos.

Siguió con un tema de Mikel Laboa con letra de Artze, una canción triste sobre un ralentizado ritmo de aroma trip hop e incluso dubstep a la manera de James Blake.

Amorante en Conde Duque Madrid
Foto: Juan Carlos Ballesta

Para finalizar nos dejó con un telúrico tema que llevaba tiempo fuera del repertorio, “Otoi (mi padre)”, en el que se erige protagonista el armonio con los coqueteos de una trompeta de alma nocturna y una vocalización casi en modo letanía. La atmósfera nos recordó a la gran Nico.

En él nos canta unas frases en castellano: “Mi padre me llevaba a casa / los lobos aullaban al cielo / Mi padre me llevaba a casa / mi madre me llamaba al cielo”.

Y así, Amorante puso la guinda a una presentación fantástica, dejando claro que su propuesta es única en el panorama actual y merece ser disfrutada con toda la solemnidad y atención que requiere.

Juan Carlos Ballesta (texto y fotos)