La barloventeña ha trascendido las fronteras de Venezuela con su gran voz y una cautivante propuesta enraizada con sus orígenes
La trayectoria artística de la cantante barloventeña llega a su punto más álgido con la puesta en escena de Betsayda Machado y La Parranda El Clavo, un ambicioso proyecto que ha llegado a más de cincuenta ciudades entre Canadá y Estados Unidos, con el cual la cantante y la agrupación han logrado despertar un gran interés en los norteños.
La propuesta cruza el charco este mes de julio para presentarse en Alemania, Bélgica y España, aunque seguramente surgirán nuevas oportunidades en el camino. La propuesta ha quedado registrada en el álbum Loé Loá (Ritual Recording Under A Mango Tree)
Leonardo Bigott
Betsayda nació en la ciudad de Caracas el 1 de agosto de 1973 pero se crio en El Clavo, un pequeño pueblo de Barlovento, región entre selva tropical y costa en el centro norte de Venezuela, esa “tierra de las fulías y negras finas que se van de fiesta” e hija del trompetista Pedro Machado y Nicolasa Martínez, de quien Betsayda nos dice que es muy afinada aún a sus 82 años.
La voz negra de Barlovento, culminó estudios de bachillerato en 1991 y comenzó pedagogía musical en la Universidad Siso Martínez en 2007 pero tomó otro camino después del sexto semestre motivada por los continuos paros de la universidad.
Hacia 1993, Betsayda llegó a Fundación Bigott. Sin embargo, ya había participado en la voz liceísta unos años antes. Su hermana Nereida, también cantante y bailadora, la logra convencer para ir a Fundación Bigott donde Janice Williams impartía clases de canto.
En esa prestigiosa fundación también conoce a Jesús Rondón quien dirigía entonces a la agrupación Vasallos del Sol. Allí Betsayda se presenta a una audición para estudiar guitarra dos veces por semana. Tras ser aceptada luego de la audición, también logra formar parte de los Vasallos del Sol.
Un mundo desconocido para ella, quien además, fue contratada para trabajar en esa institución, una decisión necesaria ya que debió compartir gastos con la hermana con quien convivía. “Debía adaptarme a las reglas de mi hermana o sino…”. En aquellos años la música aún no parecía el camino a seguir por Betsayda, quien para entonces quería estudiar administración de empresas.
Hoy, tras un éxito sin precedentes, Betsayda y Luis Roberto Acosta, media manager del proyecto Betsayda Machado y La Parranda El Clavo, cuentan a Ladosis como ha sido esa experiencia que parece indetenible.
Betsayda, ha sido un largo camino que ahora representa un capítulo sin paralelo en la historia de la música venezolana. ¿Cómo llegas a esto?
Además de mi experiencia en Fundación Bigott, cursé estudios de canto popular en el Instituto Universitario de Estudios Musicales (IUDEM) bajo las enseñanzas de Biella Da Costa. Luego, vendría el Festival de La Voz Negra que además es un género relacionado con la feria del cacao y el tiempo de la cosecha de éste, que se realiza los meses de julio y agosto.
¿Qué representa ser la voz negra?
Algo muy importante, porque para ser la voz negra debes dominar muy bien el género que obviamente está enraizado en los elementos afro venezolanos. Es parte de nuestra cultura. Recuerdo que Yaritza Verde de Tapipa ganó voz negra sin instrumento. En mi caso lo gané por canto de trabajo, a capella. Sin embargo, fue un premio compartido. Fue la primera vez que sucedió así y me tocó a mí.
Profesionalmente hablando, ¿Dónde se ubican tus primeros pasos?
Estuve en Un Solo Pueblo entre 1995 y 1996, su mejor época, y un proyecto llamado Costa Caribe del cuatrista Cheo Hurtado. Luego fueron Zaperoco, de Alexander Livinalli y Palenque Son Caribe de Saúl Castrillón. Este último fue una fusión de elementos afro colombianos y afro venezolanos.
Tiempo después mi hermana Nereida, quien tiene la música como un hobby, y yo, comenzamos a cantar con Rafael “El Pollo” Brito. Allí hablábamos del ritmo de San Millán que es un barrio en el cual el Sr. Villanueva y la Señora Nancy, crearon ese ritmo que ahora llama la atención del caraqueño.
También canté con Diveana. Luego vendría lo de Guataca y Ébano y Marfil junto al pianista cubano-venezolano César Orozco con Federico Pacanins en la producción.
Venezuela posee una música de gran riqueza rítmica, sobre todo cuando escuchamos la música de la costa. ¿De qué hablamos cuando decimos tambores?
Debo decir que en el proyecto de La Parranda no tenemos todos los instrumentos para que suene como es. La tradición del tambor parte de una base lenta que poco a poco se hace más rápida. Eso suele ser así en la mayoría de los casos.
Por ejemplo, una fulía tiene su propia cadencia y como tal debe ser tocada. Al hablar de sangueo hablamos de un ritmo lento, procesional. Cuando decimos malembe o tambor de Tarma, que es una población, nos referimos a ritmos que tienen su propia cadencia que debe ser respetada. Igualmente cuando hablamos de San Millán. Son barrios, caseríos o poblaciones con una rítmica propia. Una identidad.
Da la impresión que esa tradición en el modo de tocar el tambor se está diluyendo en el tiempo.
Hay un creciente interés en tocar estos ritmos de forma rápida, pero si queremos preservar la tradición, el concepto debe ser bien entendido. Río Chico, Los Teques, Higuerote, San José, pertenecen a Miranda donde existen muchos caseríos, cada uno con un modo diferente de festejar la cruz. Esa tradición se está perdiendo y en Caracas se ha mantenido por los colegios pero no está sucediendo así en los pueblos.
¿Cómo nace el proyecto de Betsayda y La Parranda El Clavo?
Es a partir de la grabación del álbum Loé Loá producido por Juan Souki junto a José Luis “Cheo” Pardo (ex Amigos Invisibles) y Darío Peñaloza. En él plasmamos lo que representa la parranda en mi región. La idea de Juan era recrear lo más fiel posible esa experiencia.
Así que nos trasladamos a El Clavo donde ya “los parranderos” esperaban con ansias para tocar, ser entrevistados y fotografiados. El proyecto lo conforman dos instituciones, que somos La Parranda El Clavo, que tiene unos treinta años y fue fundada por Asterio Betancourt, y yo.
¿Cómo fue el desarrollo para grabar allí?
Tradicionalmente La Parranda sale de mi casa. Siempre se lleva un tobo donde se colecta dinero y luego se cocina un sancocho. Cuando hablamos de “parranda” nos referimos a todas las actividades relacionadas con la Navidad y el nuevo año. En aquellos días venía gente de otras partes pero la inseguridad ha ido acabando con eso.
En esta ocasión, Darío Peñaloza (ganador de un Grammy Latino en 2014 en la categoría Mejor Grabación) sugirió dar unas vueltas por el pueblo para así encontrar un sitio idóneo donde grabar. Decimos que “todo comenzó bajo la matica”, un lugar donde una matica de mango era la escogencia ideal. Juan siempre quiso hacer algo conmigo pero no me conocía. Fue a través de César Miguel Rondón en cuya obra, En La Vida Hay Amores, canté bolero. Es así que Juan Souki llega a mí.
Una vez grabado el disco ¿Qué sucedió?
Nos llegó una invitación para participar en el Lincoln Center de Nueva York. Ahora somos referencia pero no ha sido fácil movilizar fuera del país a ocho músicos. Por falta de tiempo para obtener pasaportes y visas no pudimos cumplir con esa invitación. Así que fue entre julio y agosto que tuvimos nuestras primeras presentaciones en unas seis ciudades canadienses.
Luis ¿Cuánto llevó grabar el disco?
Nos llevó dos días porque teníamos un gran equipo de producción. Hablamos de enero de 2017. Hubo que buscar una planta eléctrica porque allá se va la electricidad con frecuencia y también esperar que no lloviera porque en esa región llueve mucho. Se hizo bajo una mata de mango por eso decimos lo que anteriormente dijo Betsayda. Contamos con Vladimir Marcano como fotógrafo.
Betsayda ¿A qué le atribuyes el éxito?
Creo que se debe a que somos del mismo pueblo. Eso quiere decir que somos como una familia. En algunos casos literalmente es así. Y a pesar que nos vemos una vez al año, nos une ese hecho tan especial. Crecimos y vivimos la parranda, es parte de nuestra herencia, nuestra cultura.
¿Cómo ha sido la receptividad en el exterior?
Excelente. En Canadá compartimos la escena. Debíamos tocar dos o tres piezas por lo que tuve que demostrar mi liderazgo. Un factor importante lo conformó nuestra participación en Tiny Desk Concert que es un concierto en una pequeña oficina de una persona que trabaja para NPR (National Public Radio) en Washington.
Es por esa presentación que las audiencias de Estados Unidos nos conocen. Por otra parte, Juan vive en Canadá y por eso la gira comenzó allí. También contribuyó un artículo de Joe Pareles, de dos páginas, que apareció en The New York Times que además consideró a Loé Loá (Ritual Rural Recording Under a Mango Tree) entre los mejores discos del año 2017.
¿Qué ciudades conformaron la gira inicial?
L: Participamos en varios festivales. Estuvimos en Londres, Calgary, Toronto, Vancouver, Kitchenette y Perth. Nos faltó la costa este.
B: Me gustó mucho Vancouver por la variedad de gente y escenarios. Los venezolanos que están allí, tienen sus grupos.
¿Cómo fue la experiencia en Estados Unidos?
Nos presentamos en un lugar que esperaba otro tipo de música. Tanto el público como nosotros quedamos sorprendidos. Fue una experiencia única. Allí se presentaban dos grupos por noche. Es un lugar prestigioso en Nueva York.
¿Las presentaciones estuvieron acompañadas de talleres?
B: Tuvimos talleres durante la gira. En ellos involucramos a la gente teniendo como traductores a Juan y Luis. Allí podían conocer sobre el culo e´puya, el cumaco y el quitiplás, entre tantas otras cosas. Es importante destacar que tuvimos el honor de cerrar el Festival WOMEX, un festival sobre músicas del mundo que procura promover el networking para formar alianzas, es algo así como una especie de “expobodas”. Es el festival más grande de Europa.
¿Cuáles serán los próximos pasos de Betsayda y La Parranda El Clavo?
Nuestro paso siguiente es presentarnos en Alemania y Holanda. Pueden visitar betsayda.com para enterarse de las fechas de las próximas presentaciones tanto en Norteamérica como Europa. Debo destacar que las participaciones con Los Amigos Invisibles y los diversos escenarios, nos han proporcionado una gran experiencia que ha ido consolidando nuestro sonido y puesta en escena con la invalorable guía de Juan Souki como productor.