Inicio Ahi estuvimos Guadalupe Plata y el infeccioso boogie blues de los pantanos andaluces

Guadalupe Plata y el infeccioso boogie blues de los pantanos andaluces

Guadalupe Plata

Guadalupe Plata

Ochoymedio Club, Madrid

(Diciembre 15, 2018)

 

Pocas bandas españolas poseen un sonido tan infeccioso como el del trío de Úbeda, Jaén. Su sonido es seductoramente áspero, encantadoramente sucio, adictivo. No es una propuesta complaciente, y sin embargo posee varios elementos que atrapan sin remedio. Todo el que asiste a un concierto queda prendado. Guadalupe Plata explora la periferia del rock yéndose directamente a los orígenes, ahondando en el boogie blues más polvoriento, retorciendo el swing, escarbando en el psychobilly y chapoteando en los pantanos andaluces redimensionando el swamp rock.

Hay en su música diversas influencias, que en menor o menor grado pincelan su música, desde los oscuros bluesistas de la era en que su música era catalogada como “música del diablo” hasta otros contemporáneos, pasando por algunos que brillaron durante la explosión del rocanrol.

El concierto fue la coartada perfecta para tocar en Madrid el nuevo disco, el séptimo que editan en su carrera, una vez más con el mismo nombre de la banda, siguiendo un hilo conductor que sigue sumando en la construcción de una obra en la que cada nuevo álbum debe ser entendido como un peldaño más de la misma escalera.

Tras cierto retraso en la hora de comienzo, aparecieron en escena Pedro de Dios Barceló (guitarra y voz)​, Carlos Jimena (batería) y Paco Luis Martos (bajos, guitarra), acompañados por el locutor de radio Nacho Álvaro, a quien encomendaron tocar la botella de anís en los primeros temas (y en los últimos también las maracas). Con Martos sentado frente a su pintoresco pero muy efectivo contrabajo casero construido con un barreño, un palo y una sola cuerda, arrancaron precisamente con el instrumental “Barreño en llamas”, que también abre el nuevo álbum.

El primer segmento lo dedicaron a tocar cuatro estrenos. “Oigo voces”, una especie de polka de cabaret que recuerda a Tom Waits y a su autor Screamin Jay Hawkins, sonó más cruda que en el disco. Fue seguida por “Corral Corral”, temazo que recuerda a Alan Vega y Suicide, especialmente por los sonidos vocales espasmódicos, y luego el blues “Nido de avispas”, con unos latigazos de guitarra soberbios. Con apenas estas cuatro piezas iniciales quedaba claro que el reciente disco, aún transitando terrenos similares a los ya conocidos en álbumes anteriores, es otro escalón más arriba.

El clasicazo “Boogie de la muerte” de 2011 fue el primer tema habitual de su repertorio, que sigue sonando a un ZZ Top emponzoñado. Para el momento del frenético swing “Como un perro” ya la conexión con el público era total. Y no era para menos. Desde la tarima lanzaron dardos envenenados sin parar. Otros dos temas de 2018 continuaron: “Diente de plata”, otro acelerado boogie, y “No te vayas”, un brutal blues en la onda stoniana de Exile on Main Street.

Guadalupe Plata no habla, no anuncia canciones, no usan setlist, van cruzando algunas palabras entre canción y canción para decidir con cual canción seguir. El turno fue para “Rata”, un boogie de las alcantarillas que posee una de esas frases que define muy bien su propuesta: “Maldita rata malnacida / No te comprendo / Vengo a escupir sobre tu tumba / Zapatearé sobre tus huesos”. En la misma onda roedora lanzaron “Huele a rata”, con un aroma a “Dazed and Confused” de Led Zeppelin.

Soltaron entonces uno de sus temas emblemáticos, “Serpientes negras”, una cumbia tex-mex envenenada que aquí sonó más acelerada que en el disco de 2015. Otro de los grandes momentos de 2018 es “Lo mataron”, digna de cualquier banda sonora de Tarantino o David Lynch, con una letra que dice: “detrás de las zarzamoras mataron a un forastero / cuatro velas le pusieron a la orilla del camino”.

Parecían obviar que estaban frente a una sala repleta, y como si estuvieran poseídos por “la música del diablo”, siguieron escupiendo fuego sin parar. La instrumental “Paloma negra” precedió a la salvaje “Duermo con serpientes”, una especie de trance a lo “Shake Your Hips” de Love Sculpture. El repaso por el nuevo disco tuvo un colofón magnífico con “Corralero del veneno” y “Lobo aullador”, con las que definitivamente dejan claro su cercanía estética con algunos de los que han retorcido el blues de manera brillante e inquietante, Dr John y Don Van Fliet con Captain Beefheart, y también de grupos como Cramps.

Barceló se retuerce sobre sí mismo, enroscándose alrededor de su guitarra y cantando con quejíos y palabras arrastradas, mientras Martos hace maravillas con su bajo de tres cuerdas o la guitarra con efecto reverberante. Si algo es distintivo en Guadalupe Plata es la capacidad de obtener lo máximo con un mínimo de herramientas. No necesitan complejas pedaleras de efectos, solo un botón activa Barceló durante su performance, mientras Jimena utiliza una sencilla configuración de batería. El viejo axioma “menos es más” se aplica literalmente al trío andaluz.

La recta final la acometieron con la desatada fuerza telúrica de “Calle 24”, con todo el público cantando la letra: “En la calle 24 / ha habido un asesinato / una vieja mata un gato / con la punta del zapato / Pobre vieja, pobre gato”. Luego arrancaron con el blues tabernario “Jesús está llorando”, con un trabajo fabuloso de Martos, que desemboca en un largo feedback de guitarra de Barceló que unen al boogie rock “Lorena”, con un bajo distorsionado brutal y un segmento disco funk. Con ella se despidieron.

Tardaron tres minutos en regresar y regalarnos un trío de cachetadas, comenzando con el intrigante y jazzeado tema Navajazo, la única del disco de 2017; siguiendo con la siempre infalible Baby Baby, única a su vez del EP debut de 2009, a medio camino entre Alan Vega, Jerry Lee Lewis y un Roy Orbison maldito, con una base rítmica a lo Stray Cats y una guitarra desaforada; finalizando con la potente “Tormenta”.

Sigue el trío transitando caminos secundarios y callejuelas peligrosas. Pedro de Dios, Carlos y Paco Luis lo tienen claro: escarbar en las entrañas del blues y toda su imaginería maldita y marginal para traducirlo en canciones filosas y punzopenetrantes.

Juan Carlos Ballesta (Texto, fotos y videos)