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La leyenda italiana Premiata Forneria Marconi, pasado y presente en CDMX (Mayo 3, 2018)

Premiata Forneria Marconi
Cortesía PFM (publicada en FB oficial)

Premiata Formeria Marconi

Emotional Tattoos World Tour

Auditorio Blackberry, Ciudad de México

(Mayo 3, 2018)

 

Una crónica del Sr. González @diabloglez

 

Antecedentes:

La mañana del 2 de mayo recibí un mensaje por whatsapp de mi buen amigo Diego González Claveli, avisándome que al día siguiente se presentaría Premiata Forneria Marconi en la Ciudad de México. En un principio pensé que me estaba animando a que fuéramos juntos, pero pronto me dijo que estaba por salir de la ciudad y que eso no sería posible. Lo que quizás no sabía, o quizás sí, es que había sembrado en mi la curiosidad por ir a verlos de nuevo.

Hace 13 años, el domingo 10 de julio de 2005, los vi en la Sala Ollín Yoliztli al sur de la capital. Aunque la primera vez que nos visitaron fue en el Salón 21 en julio del 2002 y sé que han vuelto a México al menos unas tres veces más desde entonces. Cuando tuve la oportunidad de escucharlos, fue el segundo concierto que dieron en un mismo día. Dicha presentación la abrieron de último momento ante la gran demanda que generaron.

Reconocida como la banda más trascendente del rock progresivo italiano en la década de los 70, atribuible al hecho de haber tenido mayor proyección internacional que la de sus compañeros peninsulares. Esto pudo ser posible gracias al apoyo recibido por miembros del grupo británico Emerson, Lake & Palmer, con quienes alternaron en distintas ocasiones, además de lograr editar sus discos en Europa y Estados Unidos en la discográfica de Greg Lake, Manticore. Ya son distantes los días de sus primeras presentaciones como abridores en Italia de las bandas del rock progresivo más importantes de aquel entonces: Yes, Jethro Tull y ELP. Tiempos en que se decía que eran la versión italiana del primer King Crimson, una lectura injusta y fácil al respecto de su trabajo, ya que realmente lograron un sonido único junto a sus compatriotas contemporáneos, al combinar el sonido de las bandas británicas con la tradición musical italiana, inventando un espacio propio para el progresivo de su país durante la década de los años 70.

Tomarían su nombre de una panadería de Chiari, en cuya bodega ensayaban al final de 1970. Venían tocando como músicos de apoyo a otros artistas desde el final de la década anterior. Así que ya eran músicos experimentados y reconocidos cuando decidieron hacer una banda propia. Esta se llamó al principio I Quelli, pero tras la salida de algunos integrantes, el baterista Franz Di Cioccio, el guitarrista Franco Mussida, el tecladista Flavio Premoli, el violinista Mauro Pagani y el bajista Giorgio Piazza, decidieron llamarse diferente, asumiendo el nombre de la panadería como el propio. Premiata Forneria Marconi o PFM en su forma abreviada, no ha dejado de trabajar desde entonces.

Eran los días de sus primeros discos, Storia Di un Minuto, de 1972, donde destacaba la voz, con marcados tintes mediterráneos. El mismo año se publicó Per un Amico, una muestra prometedora de evolución en su música. Pero es con Photos of Ghosts (1973), que a la banda se le conoció mejor, al ingresar a las listas de popularidad europeas y estadounidenses. Fue notoria su decisión de ser parte de un crossover anglo-ítalo, al grabar algunos de sus temas que originalmente aparecieron en italiano, ahora en inglés, con la ayuda del ex King Crimson, Peter Sinfield. Algunos consideraron esto una mala idea y las críticas al respecto continúan hasta hoy, al ver tal acción como una pérdida de la esencia y un atentado a la identidad del progresivo italiano. Pero por otra parte, en los hechos, les permitió que el nombre de PFM llegara a Estados Unidos y otros países.

En los siguientes años, marcados por cambios en su alineación, el grupo sacó L’isola di Niente (1974) y Chocolate Kings (1975), siendo este último disco víctima de boicot en Estados Unidos, por el abierto apoyo del grupo en esos años, a la causa palestina. Al salir Jet Lag en 1977, su sonido se inclina al jazz rock que tanto sedujo a algunos músicos del rock progresivo al final de esa década, cerrando así, su etapa clásica. La historia siguió durante los siguientes 25 años con lanzamientos de discos en forma intermitente entre discos de estudio, recopilaciones y discos en vivo, hasta llegar al disco Serendipity, producción cuya gira los trajo a México ese 2005 en que los vi por primera vez. De sus miembros fundadores solo quedaban Cioccio y Mussida, acompañados de otro legendario miembro de la banda, Patrik Djivas, bajista de PFM desde 1974. A ellos se sumaron miembros más recientes, Roberto Gualdi en la percusión y batería (cuando Cioccio pasa al frente a cantar), Lucio Fabbri en el violín y Roberto Tagliabini en el teclado.

Después de estos conciertos el grupo continuó con presentaciones por diferentes partes del mundo, involucrándose en la musicalización de obras teatrales, contando con la participación de artistas invitados, creando discos conceptuales y siendo acompañados por orquestas sinfónicas. Con una treintena de títulos discográficos en su haber, en noviembre de 2015 grabaron en la ciudad de Tokio, Japón, la caja The Sound of Time, con versiones en vivo de sus cinco primeros discos. Sería la última producción con la participación de Mussida, compositor de buena parte de los temas del grupo, que salió después de 45 años. Absorbido por otros proyectos artísticos, de docencia e investigación, decidió no frenar la imparable inercia de PFM. Tras su sensible salida, ingresó en su lugar Marco Sfogli, además del cantante y tecladista Alberto Bravin. Dentro de los miembros históricos del grupo se pueden mencionar también al violinista Mauro Pagani que dejó al grupo en 1977, al tecladista fundador Flavio Premoli, que en una primera etapa tocó en el grupo hasta 1980, para reintegrarse en 1997 y volver a salir en 2005, además del bajista fundador Giorgio Piazza, que fue parte de la banda hasta 1973.

En 2017 lanzaron su disco de estudio más reciente, Emotional Tattoos. Con tal motivo ha emprendido una gira mundial que nuevamente los trae a México después de presentarse en Lima (Perú) y que continuará por Estados Unidos. Como imaginarán, no pude resistir la tentación de verlos nuevamente después de la incitación de Diego, así que fui a las taquillas del Auditorio Blackberry y logré todavía, un par de lugares relativamente cercanos al escenario.

El día del concierto:

Mi mujer y yo llegamos una hora antes del concierto, a lo que alguna vez fue el Cine Las Américas, actualmente el Auditorio Blackberry, en la tradicional colonia Hipódromo Condesa. Este lugar fue uno de tantos viejos cines de gran capacidad que perdieron vigencia en la década de los años 80 y que posteriormente fueron reutilizados como escenarios para espectáculos. Tal es el caso del Teatro Metropolitan o el Plaza Condesa, que se han convertido en foros importantes para espectáculos de la Ciudad de México.

Encontramos algunas personas conversando en el exterior del recinto y decidimos entrar para incorporarnos a otras tantas que ya estaban adentro, aprovechando el servicio de bar que hay en un gran vestíbulo en la entrada. El lugar tiene buen aspecto, hay un guardarropa y a un lado se instaló un puesto con la mercancía oficial del grupo. Después de tomarnos algo, entramos al auditorio para buscar nuestros lugares. Se ve que en su remodelación cuidaron las características isópticas y acústicas que, ya de por sí, eran parte de la arquitectura del viejo cine. Poco a poco se comienzan a ocupar los lugares en la planta baja. Hay una sección arriba, la cual no puedo ver. La capacidad del lugar es de un poco más de 2000 personas.

A mi lado llega un fanático de la ciudad de Xalapa, Veracruz, que vino específicamente para ver a PFM. Por él me entero que habrá un abridor, Luis Pérez, conocido por ser uno de los propulsores de la etno música. Los asistentes tienen edades que oscilan entre los 50 y 65 años de edad, muchos con sus playeras alusivas a Premiata Forneria Marconi o incluso de otros grupos italianos como Le Orme y Banco del Mutuo Soccorso. También hay jóvenes, probablemente influenciados en sus gustos por sus padres y hermanos mayores. La tribu progresiva, como me gusta definirlos y de la cual suelo ser parte, se hace presente al paso de los minutos conforme se acercan las 21:00 horas.

Sobre el escenario se encuentran los instrumentos, destacando dos tarimas, una al centro con la batería y otra al frente del lado derecho con los teclados. Entre éstas, al fondo, está el amplificador de la guitarra. Del lado izquierdo de la batería está un teclado de perfil y al frente en el extremo, una base con un iPad, seguramente con partituras. Frente a la batería ocupa un gran espacio el set de percusiones e instrumentos de origen prehispánico de Pérez, que sale solo al escenario entre penumbras, un poco después de la hora indicada en el boleto.

Pérez encuentra a un público dividido entre los que tenían una actitud abierta a las expresiones diferentes y otros impacientes, que reflejaban su ansiedad por ver a PFM sin ninguna concesión. La etno música es la mezcla de sonidos contemporáneos, electrónicos principalmente, mezclados con lo que imaginamos fue la música prehispánica, una representación en el terreno de la especulación ya que no existen referencias que den constancia de como sonaba dicha música. Luis Pérez es un pionero sobreviviente de un grupo de músicos que comenzaron a experimentar con estas ideas desde hace más de tres décadas.

Nos interpreta un solo tema de larga duración que, aunque se ve que tiene cierta estructura, es principalmente una improvisación en donde usa sus diversos instrumentos sobre una secuencia electrónica. En lo personal disfruto lo que nos tiene preparado, aunque reconozco que después de un tiempo me parece que comienza a repetir sus recursos, haciendo un poco monótona su ejecución. Al final recibe un aplauso respetuoso de la mayoría de los presentes. Sale del escenario, prenden las luces de la sala y entran entonces, los distintos técnicos para hacer los ajustes finales de PFM. Al frente, del lado izquierdo ponen una base con un iPad, seguramente con partituras. A un lado instalan una gran bocina con amplificador para el bajo y al centro, tras quitar el set prehispánico de Pérez, colocan una base de micrófono y un atril para letras. Todo está listo para el plato fuerte de la noche.

Por fin, después de unos minutos salen uno por uno, los integrantes de Premiata Forneria Marconi que saludan al público mientras se instalan en sus lugares. Al frente toma el micrófono Di Cioccio, apoyado en la batería por Roberto Gualdi, el encargado de tocarla mientras su compañero toma el papel de front man. Así vemos ubicarse también a Djivas, mientras se pone el bajo. A su derecha, el que usará las partituras del iPad es el talentoso violinista Lucio Fabbri. Atrás de ellos, donde está el teclado de perfil se instala el también cantante, Alberto Bravin, perdiéndose un poco en la oscuridad. Sube a la tarima de los teclados el nuevo integrante de la banda, el joven Alessandro Scaglione y a su lado derecho se pone la guitarra Marco Sfogli.

Premiata Forneria Marconi
Cortesía PFM (publicada en FB oficial)
Premiata Forneria Marconi
Cortesía PFM (publicada en FB oficial)

Comienzan a tocar y rompen el hielo con un tema de su nueva producción Emotional Tattoos, llamado “Il Regno”. Encuentran un público receptivo. En ciertos momentos de emoción, Di Cioccio usa sus baquetas, mismas que lleva en el cinturón de su pantalón, como si fueran las varitas de un director de orquesta o tocando una batería imaginaria (recuerdo que lo hizo también cuando los vi en el pasado). Al terminar Di Cioccio, dice unas fraces en español y explica que también tocarán sus temas clásicos por lo que recibe una fuerte ovación. De esta manera continúan interpretando los temas “La Luna Nuova” y “Photos of Ghosts”, generando la respuesta efusiva del público. Continúan con “Il Banchetto” y “Dove… Quando… (parte I)”, mientras Di Cioccio se mueve entre la batería y el frente del escenario, teniendo siempre a Gualdi, ya sea tocando él solo los tambores o sentado a un lado de Di Cioccio, tocando otra sección de dicho instrumento, como si fuera una sola batería interpretada por dos músicos. Bravin por su parte, muestra su gran capacidad como músico multi instrumentista, que igual está cantando algunos temas, tocando los teclados de apoyo o incluso una guitarra acústica, según se vaya requiriendo dichas sonoridades en los diferentes temas que van interpretando. Los virtuosismos de Sfogli, Fabbri y Scaglione, se conjugan equilibradamente como parte de los arreglos bien planteados desde su origen, más el buen gusto de sus interpretaciones personales. Y Djivas, preciso y plantado con toda la autoridad que le da ser el integrante con más tiempo en la banda después de Di Cioccio. Toca el turno de los temas “La Carrozza di Hans” e “Impressioni di Settembre”.

Las luces robotizadas están instaladas sobre una estructura en forma de arco encima de ellos, así como en distintas partes del escenario, generando ambientes de gran estética y espectacularidad. Sin duda son una parte muy importante de la propuesta de esta noche. Dan lugar entonces, a otros dos temas del nuevo disco, “La Danza Degli Specchi” y “Freedom Square”, tema rítmico donde el público participa en el coro. Continúan con “Promenade the Puzzle” que interpretan en inglés, haciendo mención a su colaboración con Peter Sinfield y su adaptación del italiano al idioma de Shakespeare. Siguen con “Harlequin” y Di Cioccio se convierte en un personaje que, cual arlequín, nos narra cuentos y pinta objetos en el aire. El público ha aplaudido intensamente cada tema que han interpretado y éste no es la excepción. Cuando se hace el silencio, explican que en tiempos recientes hicieron versiones a temas de música clásica, por lo que se disponen a tocarnos “Romeo e Giulietta: Danza dei Cavalieri” de Sergei Sergeyevich Prokofiev. Ya llevan más de una hora y media de concierto y la presencia al frente de Di Cioccio se ha vuelto casi permanente. Se vislumbra el final del concierto cuando interpretan “Mr. 9 Till 5” seguida de su versión a la “Overtura de Guillermo Tell” de Gioachino Rossini, en un gran final. La entrega del público a lo largo del concierto ha sido total y al juntarse todos al frente del escenario para hacer una caravana de agradecimiento, reciben un aplauso intenso que sigue aún habiendo salido los músicos por el costado izquierdo.

Dejan pasar un minuto y regresan como exige el ritual del encore para interpretar dos temas infaltables y en lo personal, los que más me gustan de PFM, “Dolcissima Maria” y “È festa”, mejor conocida por su título en inglés, “Celebration”. La primera, me evoca momentos especiales de mi pasado. La segunda como su nombre lo indica, es muy festiva, convirtiéndose así en el final ideal de su presentación esta noche.

Mientras desalojamos el auditorio, nos encontramos de frente con Antonio Zepeda al cual saludo con gusto. No sé cuánto tiempo estuvo tras nosotros apreciando el concierto.

 

Conclusiones:

Aún con el paso del tiempo, resulta admirable volver a escuchar a esta banda legendaria que, además se ha preocupado por seguir creando y no solo vivir de los recuerdos. El nivel interpretativo de Premiata Forneria Marconi es de altísimo nivel. La amalgama lograda entre músicos con experiencia y los de nueva generación integrados en tiempos más recientes, ha resultado ser una fórmula musical poderosa que resalta las viejas composiciones y da frescura a las nuevas.

La única crítica negativa que tengo, la hago hacia ese sector del público que se mostró arrogante con el músico abridor. Me atrevo a decir incluso, que siempre ha sido el punto negro de una generación de rockeros mexicanos en particular. Si no te gusta lo que estás oyendo, te sales y te tomas algo en el bar, pienso. Afortunadamente en la actualidad, muchos superaron ese tipo de actitudes y las nuevas generaciones son ajenos a estas.

Finalmente, PFM y el rock progresivo italiano en general, han dado una lección a los puristas del mundo, en cuanto a que el rock no está peleado con la tradición ni las culturas locales. Al contrario, la mezcla enriquece la obra artística y le da una fuerte identidad a sus creadores.