C4 Trío
Centro Cultural BOD, Caracas
(Mayo 11, 2017)
En medio de la compleja situación que se vive en Venezuela y en particular en Caracas, que mantiene la mente de la población centrada en lo político, el conocido cuarteto pudo realizar este concierto que tenía varias finalidades. Después de cierto tiempo sin presentarse en vivo, la buena noticia es que el bajista Gustavo Márquez luce recuperado luego de sus serios problemas de salud. También, fue propicia la ocasión para presentar al nuevo integrante, el estupendo cuatrista Miguel Siso, quien toma el lugar de Jorge Glem luego de su mudanza a Nueva York. Glem, como es lógico, sique siendo parte del grupo junto a los otros dos fundadores Edward Ramírez y Héctor Molina.
Con mucho tacto manejaron las incidencias del concierto, sintonizándose con la situación desde el comienzo con un minuto de silencio en honor a todos los fallecidos durante las protestas que ya llevan mes y medio. Enseguida pasaron a interpretar la composición de Molina, “Incertidumbre”, nombre muy adecuado a las circunstancias. Continuaron con la particular versión de «Norwegian Wood”, original de Lennon y McCartney para el disco de The Beatles, Rubber Soul (1965).
Molina pasó la palabra a Márquez y éste, con buen humor, contó que hace año y medio se reunieron en Margarita (con Glem y Siso) para comenzar a montar nuevo repertorio. De ahí salió su composición “Vértigo”, en la que demostró su inmensa habilidad como bajista. Luego siguieron con la versión del tema de Stevie Wonder, “Isn´t She Lovely”, que ya se ha convertido en un clásico de su repertorio.
El turno de Miguel Siso llegó con su composición “Horizonte”, con la que pretende visualizar el futuro del país. “Seguiré trabajando para llenar este gran espacio”, comentó refiriéndose a Jorge Glem, bromeando también con el volumen físico del cuatrista cumanés. Al finalizar se oyeron comentarios desde el público como “¡te ganaste el puesto!”, porque realmente el performance fue tremendo. A continuación siguieron con otro de sus clásicos, el tambor de Patanemo “Vaya pué” de Edward Ramírez, en el que aprovecharon para experimentar con los pedales, tanto que el cuatro de Siso parecía una guitarra eléctrica.
Ramírez intervino para presentar “Vals risueño”, otro tema suyo más reciente dedicado a su pequeño hijo Santiago Andrés. Sus palabras fueron “De esta manera el futuro nos habla y nos dice que va a ser mejor”, refiriéndose a que algunas noches era despertado por la risa del bebé. Un tema, sin duda, muy emotivo.
Del sosiego de “Vals risueño” pasaron al alboroto de “Zumbacumlaude”, ese joropo que acostumbran a tocar y que sirve para demostrar como redimensionar el popular género de manera brillante. Una agradable sorpresa ocurrió con “A mis hermanos”, el tema de Aquiles Báez ya convertido en un estándar o especie de himno de las nuevas generaciones de músicos que exploran lo tradicional desde una perspectiva contemporánea. Molina hizo una introducción muy válida para exaltar lo bueno de la venezolanidad y la necesidad de enfocarnos más en lo positivo que en lo negativo, que pareciera siempre tener más espacio en redes sociales y medios de comunicación en general. Para ello, el performance fue acompañado con unas visuales en las que tuvo cabida una amplia selección de venezolanos de diversas áreas que han aportado mucho al gentilicio y al desarrollo cultural, artístico, científico y humanístico del país. La lista fue muy extensa, y en ella estuvieron, entre otros, Renny Ottolina, José Antonio Abreu, José Ignacio Cabrujas, Arturo Úslar Pietri, Jacinto Convit, Alirio Díaz, Emilio Lovera, Laureano Márquez, Pedro León Zapata, Miguel Delgado Estévez, Gustavo Dudamel, Andrés Galarraga, Omar Vizquel, Rubén Limardo, Simón Díaz, Carlos Cruz Diez, Jesús Soto, Fruto Vivas, Aldemaro Romero, El Cuarteto, Serenara Guayanesa, Cheo Hurtado, Sofía Imber, Óscar Yánez, «Morochito» Rodríguez, Alfonso «Chico» Carrasquel, Luis Aparicio, Juan Arango, Johnny Cecotto, Susana Duijm y muchos más.
El exquisito tema de Glem, “Luisana”, siguió en el orden, antes de darle paso a “Periquera con seis por derecho”, momento culminante en el que todos los músicos tienen su espacio solista para terminar con el momento virtuoso y casi circense de los seis brazos de los cuatristas entrelazados. Molina insistió en que para ellos tocar es una necesidad y que es su manera de comunicarse y que su intención era aportar algo positivo y bonito para el espíritu de todos los presentes. Sin duda así fue.
La noche peligrosa de Caracas se nos hizo más amable en el regreso a casa tras este concierto.
Juan Carlos Ballesta