La versátil cantautora y guitarrista mallorquina presentó junto a su banda una apropiada selección de sus recientes discos
Maika Makovski
Concierto en Teatro Joaquín Rodrigo, Las Rozas, Madrid
(Febrero 2, 2018)
Media hora antes de la hora pautada para el comienzo, la prueba de sonido apenas estaba por concluir. Los más ansiosos se congregaban en el lobby del teatro huyendo del frío exterior. La gran mayoría hizo presencia cinco minutos antes que comenzara el show.
No todos los presentes estaban familiarizados con la música de Makovski, pero ella, con su indudable magnetismo, se encargó en la siguiente hora y media de atrapar por completo la atención y ganar nuevos seguidores con un generoso despliegue de emocionalidad, intensidad, honestidad y simpatía. El acogedor teatro Joaquín Rodrigo merecía estar lleno a reventar, pero solo se ocupó dos tercios de su capacidad.
Con una iluminación tenue principalmente construida con luces azules y rojizas se desarrolló todo el concierto, una ambientación que logró una atmósfera íntima y cálida. La propuesta actual de la cantautora mallorquina mezcla la visceralidad del rock y la melancolía folk, con la sinuosa y a veces explosiva nocturnidad de las cuerdas, una dosificada batería llena de matices y una trompa nada habitual en una propuesta pop. Los arreglos que ha realizado a sus canciones son realmente fantásticos. Su voz reluce en cada uno de sus matices.
Acompañaron a Maika, Pau Valls (trompa), Pep Mula (batería, coros) y el fantástico grupo de cuerdas barcelonés, Brossa Quartet, conformado por Pere Bartolomé Valls (violín), Aleix Puig (violín, coros), Joan Antoni Pich (cello) e Imma Lluch (viola).
Maika ensambló un repertorio que se paseó por sus cuatro discos más recientes: tres de su homónimo disco de 2010, tres de Desaparecer (2011), uno de Thank You For The Boots (2012) y ocho de Chinook Wind (2016).
El comienzo fue con “Canada”, un delicado y sosegado tema que va adquiriendo dramatismo a medida que avanza y en el que Maika de entrada deja clara la versatilidad de su voz llegando a tonos muy agudos. “Blonde Poetry”, con una austera caja rítmica, un ritmo algo triphopeado y la trompa ganando protagonismo, nos acercan a Maika con la inglesa Kate Bush.
Sus primeras palabras al publico surgieron para anunciar “I Want to Cry”, diciendo “sin ningún tipo de vergüenza quiero llorar”. Fue un tema que mostró su lado histriónico, prescindiendo de la guitarra eléctrica.
Su lado folk afloró con “Father”, en la cual se colgó la guitarra acústica. Muy buenos coros de Aleix Puig, algo que se repetiría en varias canciones.
Luego de cuatro canciones de su más reciente disco, comenzó el repaso de trabajos anteriores con “Frozen Landscape” con el cuarteto de cuerdas en plan estelar, recordando a Bjork y de nuevo a Bush. La luz contrapicada desde atrás ayudó a la atmósfera bucólica del tema.
Luego se paró de la banqueta para acometer “Body”, en la línea rocker de PJ Harvey con la que a veces ha sido asociada, también por su asociación con el productor John Parish. El tema se mezcló con “Language”. El toque de humor fue con la presentación de “Makedonija”, realizada por el cellista Antoni Pich imitando a Mariano Rajoy.
Magnífico crescendo el de este tema inspirado por la tierra de su padre, Macedonia, a la que se ha ido acercando en tiempos recientes. Su desarrollo nos recordó al dúo inglés Lamb y a St Vincent. Al terminar presentó a los maravillosos músicos que la acompañan y prosiguió con la nostálgica “Not in Love”, en la línea de Cat Power.
A medida que el show avanzaba crecía la intensidad y así el segmento final fue realmente telúrico. Las luces alcanzaron el máximo tono rojizo con “Devil Tricks”, un tour de force en el que Maika despliega toda su paleta vocal y las cuerdas entran en una especie de trance a la Kronos Quartet.
Su carácter sombrío arropa. “Deadly Potions of Passion” es una pieza seductora, la que más recuerda a la gran Kate Bush. “Iron Bells” retoma el aroma rockero que alcanza su máxima intensidad con “Bulldog”, escogida como falsa despedida.
Maika Makovski tiene todo para ser una de las más grandes artistas internacionales de España. Canta en perfecto inglés, tiene dominio escénico sin por ello apabullar o sobreactuar, habla solo lo necesario y agradece con justicia a quienes la acompañan sobre la tarima y fuera de ella.
Su legión de seguidores ha crecido con el tiempo, meintras su trabajo ha ido madurando y conformando una personalidad distintiva que va más allá de las referencias, brillando con luz propia.
Ante los aplausos, Maika regresó acompañada de batería y cello para retomar con “Son of Distance”, a la que se unió el resto unos minutos después. Luego escogió la canción tradicional macedonia “Uci me majko” (Enséñame madre), y antes de tocarla se explayó explicando que se trataba de una canción de amor que cuenta la historia de una madre que impulsa a su hijo a organizar una fiesta para su enamorada, que al final no se presenta. Su melodía triste es elocuente.
Con la maravillosa interpretación de uno de sus temas más emblemáticos, “Lava Love”, dio fin a una noche perfecta. La música de Maika ha llegado a la adultez. Golpea fuerte y deja con ganas. Es mucho lo que tiene que decirnos y su horizonte se pierde de vista.
Juan Carlos Ballesta (texto, fotos y videos)