El primer concierto de la temporada otoñal de SON Estrella Galicia fue el sublime show de Mercury Rev celebrando los 20 años del disco Deserter’s Songs
Mercury Rev (20 Aniversario Deserter’s Songs)
Concierto en Teatro Lara, Madrid
(Septiembre 19, 2018)
Cuando en septiembre de 1998, hace justamente 20 años, se publicó Deserter´s Songs, ni Jonathan Dunahue (voz) ni Sean “Grasshopper” Mackowiak sospechaban que se convirtiría en su disco más exitoso y celebrado.
Todo el proceso que siguió a su álbum anterior See You on the Other Side (1995) fue doloroso. Sin éxito de ventas, deudas, relaciones afectivas destruidas, sin sello discográfico y casi sin hablarse entre sí, Donahue entró en una depresión, tal como contó durante el show.
“Nunca nos imaginamos que Deserter’s Songs iba a ser considerado una obra maestra luego del proceso que habíamos vivido. Pensábamos que iba a ser nuestro último disco”, confesó un conversador Donahue en la primera parte del show.
El concierto, primero de la temporada otoñal de SON Estrella Galicia, no se desvió de su objetivo: presentar Deserter’s Songs en un formato íntimo, despojado de casi todos los arreglos de cuerdas y vientos, de la batería, sin apoyo visual y con fondo negro, tal como las canciones habían sido concebidas originalmente. No hubo coqueteos con material de otros discos, ni bises, solo dos versiones de temas de bandas que ellos admiraban en los años 90: Pavement y Sparklehorse. El resultado fue uno de los más emotivos, conmovedores y sublimes conciertos que puedan verse en estos tiempos.
Donahue y Grasshopper estuvieron acompañados del versátil guitarrista holandés JD Meijers y el teclista Jesse Chandler, que toca también en la banda texana Midlake. Entre los cuatro reinterpretaron de forma magistral cada tema -en diferente orden- que componen el disco, comenzando por “The Funny Bird” despojada de los efectos vocales psicodélicos de la original y, por supuesto, la batería.
Fue suficiente para que todo el público que abarrotó el Teatro Lara (patio y los tres niveles de balcones) mantuviera absoluto silencio durante cada interpretación.







Una de las varias maravillas que componen el álbum, “Tonight it Shows”, siguió en el orden. La voz de Donahue, aguda y cristalina, siempre fue el centro de atracción, menos en “I Collect Coins”, la delicada pieza instrumental en la que se sienta a tocar una sierra haciéndola sonar como un theremin.
En el proceso de composición de Deserter´s Song, Donahue y Grasshopper se habían movido a las Catskill Mountains, al sureste del estado de Nueva York, zona en la que también vivían Levon Helm y Garth Hudson, legendarios músicos de The Band, que asistieron a las sesiones de grabación. De ese acercamiento nació “Hudson Line”, cuya adaptación suena ahora más calmada, más cercana a su lugar de nacimiento.
Antes de abordar el siguiente tema, Donahue continuó con sus interesantes historias preguntando quienes en la audiencia estaban vivos en 1995, cuando estuvieron tocando en un festival en la desaparecida Sala Aqualung de Madrid junto a Dirty Three, Shudder to Think y otras bandas.
“Éramos jóvenes, locos y salvajes. Era un sitio grande, como un casino”, recordaba Jonathan, como preámbulo para mencionar a Pavement y Stephen Malkmus como un referente e introducir la versión de “Here”, perteneciente al debut de la banda californiana, Slanted and Enchanted (1992).
Fue una delicada revisión que encajó a la perfección con el resto del repertorio. Con “Endlessly”, una de las piedras angulares del disco, el cuarteto subió unos escalones en el nivel de emotividad. En ella Chandler emula con su teclado una pequeña marimba, lo transforma en un mellotron y utiliza por primera vez la flauta traversa. Era la mitad exacta del concierto y lo que nos esperaba para la segunda parte era el desborde de las aguas.
Donahue siguió con el interesante anecdotario antes del siguiente tema. “Me pasó algo muy extraño en la época previa a Deserter´s Song. Grasshopper y yo no estábamos hablando mucho, yo estaba muy deprimido, no quería escribir más canciones, odiaba mi voz, estaba en esa etapa en la que uno no cree en sí mismo.
Pero entonces algo inesperado pasó, de la nada. El teléfono sonó. Eran The Chemical Brothers, 1996, que me saludaban diciendo ‘Somos Ed y Tom desde Inglaterra’”. El público ríe y Jonathan prosigue su cuento como el showman que es (¡aunque dice que no le gusta hablar mucho!): “Yo no tenía idea de quienes eran The Chemical Brothers, pero mis amigos de Flaming Lips me dijeron que tenían un sonido ‘very druggy’…Créanlo o no, ese fue el momento más inspirador para iniciar el camino hacia Deserter’s Songs. ¡Que dos músicos locos de Inglaterra, super exitosos en aquellos momentos, se hubieran fijado en Mercury Rev era un gran aliciente!”.
Donahue colaboró en el tema “The Private Psychedelic Reel”, del segundo disco de los Chemical Bros. Dig Your Own Hole.
Siguieron entonces con “Delta Sun Bottleneck Stomp”, con su particular aroma sureño. Hasta ese momento era la que recibía más electricidad guitarrera. Luego Donahue introdujo la otra versión de la noche mencionando que Mark Linkous (fallecido en 2010) de Sparklehorse era muy cercano y colaboraba con Mercury Rev. Y arrancaron con “Sea of Teeth”. Y sin pausa continuaron con la romántica “Goddess on a Highway”.
El trío final de canciones fue emocionalmente telúrico. “Holes” es uno de esos temas que arranca lágrimas. El teclado aterciopelado, las guitarras imbricadas, la voz lánguida, la poética letra y la trompeta final, construyen una pieza conmovedora. Todo el segmento final fue una delicia.
La gran apoteosis ocurrió con “Opus 40”, la más larga de la noche, la cual posee un desarrollo que va de la más grácil melodía con cuidadas armonías vocales de inspiración Pet Sounds de Beach Boys y el coro que repite “Tears in waves minds on fire / Nights alone by your side”, a la más desatada muralla guitarrera en plan Sonic Youth en la que Grasshopper y Meijers desatan su furia, e incluso Donahue con la acústica cerca de los monitores logra sumarse a la fiesta de feedbacks.
Contaron con un percusionista que entró en el momento preciso para comenzar a golpear con fuerza con un mazo, sin parar, doblando el tempo casi hasta el paroxismo. El público no paraba de aplaudir.
Y en medio de la excitación, Donahue anunció la despedida con “The Dark is Rising”, convertida en otra mini sinfonía en cuyo tres minutos finales de ruido guitarrero el cantante se erige en una especie de director de orquesta con ademanes de hechicero, aleteando con sus brazos abiertos para obtener más o menos intensidad en las murallas construidas por sus tres compañeros, recordándonos a Michael Gira con Swans.
Al final, un nutrido grupo de asistentes se quedó esperando en el lobby del teatro a Jonathan y Grasshopper, que ya habían anunciado que saldrían a firmar los afiches que vendían a 20 euros. Fue extraño ver al propio Donahue como si fuera el dueño de una quincalla manipulando billetes con cierta avidez. Grasshopper, en cambio, se limitaba a firmar y tomarse algunas fotos con los fans. Estaban felices.
Reencontrarse de esta manera con un disco fundamental de finales del siglo 20, fue una gloria.
Juan Carlos Ballesta (Texto y videos)
Óscar Ribas Torres (Fotos)