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Natalia Lafourcade: La pequeña gigante

Natalia Lafourcade
Foto prensa

En diciembre de 2012 la mexicana Natalia Lafourcade se presentó en formato acústico unipersonal en los tres shows de Los Amigos Invisibles en Caracas. La invitación fue consecuencia de su participación en el tema «Viviré para ti», del disco Commercial (2009) de la banda caraqueña. En esa ocasión tuvimos la oportunidad de entrevistarla. Seis meses después regresó (13 y 14 de junio) con la banda completa (reseña que recuperaremos también).

Han pasado cinco años, tiempo en el que su crecimiento ha seguido imparable.Su reciente disco, Musas (2017), obtuvo varios premios Grammy. Natalia y su banda comenzá el 2017 con conciertos en Barcelona y Madrid el 15 y 16 de diciembre.

Por ello, recuperamos aquella estupenda entrevista que fue publicada en nuestra edición impresa #27.

A continuación el texto original:
Lafourcade se ha convertido durante lo que va de este siglo 21 en una de las referencias de la nueva canción de autor latinoamericana. Su honestidad como compositora, la versatilidad como instrumentista y su expresiva voz le otorgan un gran peso específico a su obra, compuesta por cinco discos, todos diferentes entre sí.
Su más reciente, Mujer Divina, basado en reinterpretaciones de canciones de Agustín Lara, es una auténtica joya. Ahora, con una banda dirigida por el guitarrista venezolano Gustavo Guerrero, Natalia apunta cada vez más lejos.
Juan Carlos Ballesta

 

Natalia Lafourcade es de esas personas que al conocerlas inmediatamente caen bien, generando una genuina sensación de ternura, cercanía y calidez. Su sinceridad y delicadeza al hablar rápidamente conectan, sensación que se potencia de manera notable al oírla cantar.

Su innato y precoz talento lo ha ido puliendo y enriqueciendo a lo largo de los años. En mucho tienen que ver sus padres, el chileno Gaston Lafourcade que fue profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, además de fundador de la Asociación de Organistas y Clavecinistas de Chile, y su madre María del Carmen Silva Contreras, pianista con especialidad en pedagogía musical y creadora del Método Macarsi para la formación musical y el desarrollo integral y humano de niños y educadores. Ese método lo adaptó y practicó en Natalia luego de un golpe que recibió en la frente por un caballo, con el fin de ayudarla en su rehabilitación por medio de la música.

Durante su infancia junto a su madre en la ciudad de Coatepec –estado de Veracruz, estuvo expuesta al rico ambiente cultural de Xalapa y ya entonces mostraba sus aptitudes, tomando clases de flauta, baile, pintura, teatro, piano, guitarra, saxofón y canto. Actualmente su rango de acción se extiende más allá de sus conocidas habilidades como cantautora, arreglista e instrumentista, abordando la producción musical y el diseño de modas.

Al trasladarse en 1998 al Distrito Federal, con 14 años, se une al efímero grupo pop Twist, que solo duró hasta el año siguiente. Pronto, en el año 2000, el productor Loris Ceroni escucha los demos que Natalia le hizo llegar y la historia comienza a tomar su curso. Ingresa, al terminar el bachillerato, a la Academia de Música Fermatta, en la que conoce a Ximena Sariñana, Juan Manuel Torreblanca y Alonso Cortés, luego baterista de La Forquetina.

En 2002 se edita su homónimo disco debut, de aroma acústico e intimista, así como su colaboración en la banda sonora de la película “Amarte duele” de Fernando Sariñana (padre de Ximena). A partir de entonces se presenta como Natalia y La Forquetina, agrupación que conforma con Yunuén Viveros (teclados y dirección musical), Poncho Degert (guitarra), César Chanona (bajo) y Alonso Cortés (batería). Con ellos consiguió varios premios en MTV Latina y su popularidad creció.

El disco Casa (2005), producido por Emmanuel del Real de Café Tacvba, representó un significativo cambio estético, adentrándose en los sonidos electrónicos y el rock. Tras el Grammy Latino que obtuvo, la banda se separó.

Natalia Lafourcade
Foto prensa

Natalia se traslada a Canadá a estudiar inglés y da inicio a un proceso de replanteamiento artístico y personal. El nuevo y sorprendente capítulo que se produce al regresar a México fue el disco instrumental Las 4 estaciones del amor (2007) en colaboración con la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado de Veracruz (OSJEV).

Su versatilidad la llevan a colaborar en el exitoso Unplugged de Julieta Venegas, donde tocó varios instrumentos. El siguiente álbum Hu Hu Hu (2009) la devolvió al rol de cantautora tras el disco instrumental, un período en el que se suceden las colaboraciones y en el que puso su voz a la princesa de la película animada «El Gato con Botas».

El siguiente paso en su carrera musical ha sido el más ambicioso hasta ahora: el disco tributo a Agustín Lara, Mujer divina (2012), en el que hizo una serie de duetos con conocidos nombres de la canción hispanoamericana, trabajo en el que empleó dos años. Su banda es ahora dirigida por el versátil guitarrista venezolano Gustavo Guerrero, recordado por el trío Cunaguaro Soul y por ser parte fundamental de Bacalao Men, Cabezon Key y Monsalve y Los Forajidos.

Natalia estuvo en Venezuela en diciembre pasado, presentándose en plan solitario y acústico en el trío de shows de Los Amigos Invisibles. Después de su tercera presentación, nos regaló una generosa porción de su tiempo.

¿Cómo te sientes en este momento de tu carrera, con este disco de adaptaciones que ha resultado un gran éxito?

Estoy realmente feliz. Es un proyecto que me ha enseñado mucho y me ha permitido explorar bastantes cosas de mí. Las canciones de Agustín Lara son muy profundas, son temas muy particulares y no son canciones que puedes cantar tan fácilmente. Tienes que abrir tu alma.

Es un gran reto abordar canciones que pertenecen al inconsciente colectivo de toda Latinoamérica.

No fue nada fácil. Es el disco que más me ha costado hacer. No quería manchar o afectar las canciones de Agustín, lo que quería era actualizarlas de manera que las nuevas generaciones se sintieran identificadas. Hay canciones que no tenían coro y tuve que hacer una propuesta de coro. Fue un trabajo inspirado por él, pero intervenido, una especie de colaboración. Tuve que desmenuzar las canciones con mucho cuidado.

De todos los duetos, ¿cuáles fueron los más trabajosos y los más fáciles?
Todos fueron diferentes y especiales. Hubo algunos que pudimos grabarlos en el estudio, como los de Vicentico, Meme, Rodrigo Amarante y Kevin Johansen. Pero a otros que no podían les mandamos la canción, como Gilberto Gil al que le envié solo mi voz con guitarra. A partir de eso nos hizo llegar un tarareo de voz precioso e hicimos el arreglo de cuerdas. Hubo invitados que querían hacer una canción particular, como Vicentico con “Piensa en mí”. Otros como Adanosky participó activamente en los arreglos y tocando guitarra. Alex Ferreira desde Madrid propuso “Aventurera” tocada en ukulele. Fue un proceso muy interesante, siempre quise que los invitados se sintieran como en casa con los arreglos a la medida de su estilo y voz.

Confesaste en tu show en Caracas que “Aventurera” es tu favorita. ¿Por qué?

Es por la canción. Por su letra y la alegría de los arreglos. Es un tema muy fuerte, que expone el tema de las mujeres que hacen vida nocturna de una forma muy poética, linda y pícara. “Y aquel, que de tu boca, la miel quiera, que pague con brillantes tu pecado”, dice al principio. Es como decir: “¡date tu lugar!”. También me gusta mucho “La Fugitiva”, que es como un trance de dolor, me fascina cantarla acústica. La siento como una marcha fúnebre llena de dolor. Hay canciones como “Limosna” que son muy pícaras y divertidas.

¿Cómo conociste a Gustavo Guerrero?

Lo conocí en Buenos Aires, en el proceso de grabación del disco. Tenía en ese momento un problema con mis tendones, que aunque no lo tengo siempre, en ese momento lo estaba sufriendo. Me invitaron a presentarme en un lugar y no podía tocar guitarra. Una amiga me recomendó a Gustavo. Lo conocí y le pregunté si me podía ayudar con dos canciones y cuando lo empecé a escuchar me dije “¡éste sí sabe!”. Al final tocó como ocho canciones mías, que montó rapidísimo. En ese momento no estaba comprometido y le propuse que se viniera conmigo a México. Fue ideal porque eso me permitió liberarme un poco de la responsabilidad de cantar y tocar guitarra al mismo tiempo, más aún con el problema de los tendones que va y viene. Lo convertí en mi director musical, es mi mano derecha. Confío plenamente en él.

En años recientes han surgido varias cantantes que parecen moverse en terrenos de estética similar y tú pareces ser una de las inspiraciones. ¿Cómo te ves hoy dentro del panorama pop mexicano y latinoamericano?

Me siento muy afortunada de hacer lo que hago. Amo cantar. Puedo decir que ahora es la primera vez en mi carrera que estoy comenzando a gozar. He pasado muchos años sembrando, entendiendo las cosas, acoplándome, explorando por donde moverme. Ahora me siento fluyendo.

En poco más de 10 años has vivido momentos de todo tipo.

Han sido 11 años que llevo de carrera en los que he estado muy bien pero también mal. He pasado por momentos duros y otros fabulosos. Con mi primer disco di más de 200 conciertos, fue un éxito increíble, pero no descansaba casi nada. Tuve transiciones con mi banda La Forquetina, luego me fui a Canadá, hice un disco instrumental con el que la disquera no estuvo muy de acuerdo. Y ahora esto. He tenido muchos chances de explorar, de hacer y deshacer.

¿Tenías la necesidad de hacer un disco sin textos? No es lo habitual en una cantautora, mucho menos con una carrera aún corta.

Uno tiene momentos de todo tipo, incluyendo los de baja productividad. A veces el corazón y la mente se estancan. Yo necesitaba darme una pausa. Fue divino irme de viaje y conocer otras cosas. Ahí me di cuenta que tenía que componer para el amor. Yo me enamoré muchísimo de mi bajista, rompimos y me fui súper lastimada. No tenía todas las palabras para decir lo que sentía.

¿Cómo afectó esa ruptura afectiva a tu vida profesional? Hay muchos ejemplos dentro de la música en que dos personas que hacían dupla sentimental y profesional de repente se separan, creando situaciones complejas que son fáciles de percibir.

Afecta mucho en el momento. Salen demasiadas cosas, se tocan fibras muy delicadas y uno queda expuesto. A mí me trajo cosas divinas haberme enamorado, fue algo que me hizo evolucionar y ayudó mucho a escribir y componer. Nada más de plantear un disco llamado Las 4 estaciones del amor hizo que en tres semanas surgieran un montón de ideas. Ya en Hu Hu Hu por fin me liberé. Fue un disco en el que grité por fin “¡libertad!”. Al llegar de nuevo a México después del tiempo en Canadá ya todo se me había ido, yo estaba desconectada, no sabía lo que sonaba y no tenía banda. Ahí fue cuando dije “voy a hacer un disco que me guste y a mi manera”.

¿Cómo fue el proceso de Mujer Divina?

Desde que empecé hasta que salió tardé casi dos años. Una locura. Cuando terminé el disco lo tiré en un cajón, no quería escucharlo más. Cinco meses después lo oí. Fue un trabajo muy tedioso por la cantidad de permisos para lograr las colaboraciones. La gente no sabe, ni yo misma tenía idea. Luego aparecen las disqueras, los managers… Con la mayoría de ellos fue fácil, cada uno le puso su corazón. Con Devendra (Banhart) tuve que esperar, él anda en su mundo y se le pasaba el tiempo.

¿Qué música estás escuchando últimamente?

¡A Simón Díaz! Conocí a su hija, Bettsimar. A Chavela Vargas, Concha Buika. Mucha música de Cuba. Caetano Veloso…

¿Qué artistas te han marcado a lo largo de tu vida?

Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Fiona Apple, Björk, The Beatles, Beach Boys, Café Tacvba, Julieta Venegas, Violeta Parra, Agustín Lara, Toña La Negra, Bob Dylan, Robert Johnson…

¿Si pudieras hacer otro disco de duetos con artistas no latinoamericanos, con quienes te gustaría?

Con Oumou Sangaré, Feist, Fleet Foxes, Thom Yorke, Cat Power, Norah Jones… Me encantaría hacer algo con Beck, que es un genio.

¿En qué te afecta el tema de las descargas musicales por Internet?

En realidad no me afecta tanto. Pero siempre recalco que la industria musical está débil y mientras la gente no apoye el arte las cosas serán difíciles. Detrás de cada disco hay muchísima gente involucrada, energía, tiempo y trabajo. A mí me gusta tener los discos originales porque es el paquete completo y sé que estoy apoyando al artista. Es importante apoyar el arte de hacer discos, así el artista puede seguir creando. Pero también Internet tiene sus cosas positivas. Permite que te conozcan en lugares lejanos donde no hay distribución. En Europa me conocían por Twitter y muchos compraron los discos en los conciertos.

¿En qué lugares sueñas con presentarte?

Más que un teatro, mi sueño es presentarme en Centro y Suramérica. He tenido chance de ir a Europa y Japón, pero quisiera un buen tour por Colombia, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Chile, Brasil… y en mi país también ya que tengo tiempo que no lo recorro como se debe. En Venezuela sembré la semilla gracias a Los Amigos que me abrieron una puerta. Muchos asistentes no me conocían.