Nathy Peluso
Sala La Riviera, Madrid
(Febrero 22, 2019)
En el particular universo de la artista Nathy Peluso, conviven sin problemas el trap, el hip-hop, la salsa y el bolero, un coctel rítmico dinámico y cautivador. La Sala La Riviera fue testigo el pasado 22 de febrero (con un pleno total), cómo esta artista nacida en Argentina pero afincada en España desde su niñez, se entregó con una fuerza escénica arrolladora a sus fieles seguidores.
Nathy salió vistiendo un traje que recuerda la época de oro del mambo: una malla ceñida al cuerpo con sendos volados en las piernas y mangas bombachas, que acentúan sus contoneadas y meneos constantes en la tarima. Su look lo completa, la bandana a la cabeza típica del hip-hop fashion, y nos recuerda que lo suyo, en definitiva es, música urbana.
La primera canción que sonó fue “Estoy Triste”, track que también abre su EP La Sandunguera. Al principio de esta canción se escucha un ritmo de salsa, antes de escuchar los lamentos de una Nathy, que, en su máxima teatralidad, nos evoca a La Lupe. En el concierto también sonaron los lamentos, pero rápidamente siguieron sus versos briosos, pronunciados con las eses aspiradas y golpeando las tes con mucho dramatismo.
Le siguen “Hot Butter” con un beat más melodioso y donde despliega la fuerza de su voz y los armónicos típicos del blues. Al terminar, le escuchamos decir un tímido “Quieren un poquito de sandunga” y canta “Sandía”, el primer tema de muchos, que el público canta al unísono.
En “La Passione” nos recuerda mucho a Amy Winehouse. Nathy se sabe dueña de la escena y de la teatralidad que acompaña su espectáculo, por eso no escatima en demostrar a través de su voz, de sus movimientos, de sus gestos, la intensidad de lo que está sintiendo. Y esta exageración redime buenos frutos en su público, que se le une al delirio. “Alabame” es la quinta canción que se escucha y el ímpetu del beat contagia al público que cantan casi casi, toda la canción junto con Nathy.
Ella se siente heredera de la tradición latina. La vemos contantemente en su Instagram bailando clásicos de la salsa, de Celia Cruz, de Ray Barreto. Es en este sentimiento, que Nathy a la mitad de su show reúne a los músicos alrededor de ella y confiesa “algo que me representa es la sangre latina y un bolero es un bolero, vengamos de donde vengamos” y cantan “Tuyo”, una versión del soundtrack de Narcos, de Rodrigo Amarate y que compone un medley con “Dos Gardenias para ti” de Antonio Machín. Aunque es una mezcolanza de sonidos, de ritmos y de bailes, la apuesta es digerible. Es un sonido que se te cuela, se escucha y se goza. No es un resultado presumido. Apela a sonidos familiares para que su voz y sus letras lo empaquen en una nueva idea.
Después del bolero, el ánimo sube rápidamente cuando resuena “La Sandunguera”, sin lugar a duda uno de sus mejores tracks, pero también uno polémico. Nathy canta con un peculiar acento, afincando las erres y la voz nasal. La letra reconstruye una narrativa de mujer latina moderna, reivindicando sexo, sabor y libertad. El público enloquece y corean con afán toda la canción. “Yo aquí los traje pa’gozá y pa’bailá y lo veo todo” dice Nathy de manera graciosa y coqueta. “Armemos un alboroto”, sentencia, y arranca a bailar desenfrenadamente al ritmo de la salsa que suena, haciendo pasos de bugalú, de mambo, moviendo sus manos y todo su cuerpo.
Luego de una larga intermisión, vuelve cantando uno de sus temas más divertidos y arriesgados: “Gimme Some Pizza”, una canción de amor para la pizza. Una bella melodía típica del blues enalteciendo al pepperoni. Sorprende un segundo gran acto, esta vez con más aires de flamenco: ella sentada en una silla cantando a capella y una performance de danza moderna a cargo de Cristian González, a quien la misma Nathy presenta como su profesor. Es un bello momento teatral que le da una nueva dimensión al cuadro.
Luego continúa “Esmeralda” momento que Nathy baja del escenario para saludar al público de primera fila. Abraza y saluda a todos, con afecto honesto. Por eso cuando dice emocionada que “Esta energía, amor y sinceridad…Esta confianza, esta magia… gracias”, sus palabras no parecen vacías. Ella es un fenómeno moderno. Una cantante que se forjó desde las redes sociales y que reconoce que su despegue es gracias a esos “followers”.
El final del concierto son para sus dos grandes temas: “Corashe” y “Natikillah”. Suenan épicos, con mucha fuerza. Gritan ¡Nathy! ¡Nathy! ¡Nathy! Todos están rendidos ante el entusiasmo y casi frenesí colectivo. Nathy Peluso se despide con sus músicos abrazados, saludando y agradeciendo mientras suena al fondo “Muddy Waters” de Aretha Franklin.
En Nathy Peluso se confunden signo y significante. El personaje arrollador y despampanante que está creando, tiene una identidad que chupa tanto de sus raíces argentinas, como de localidad española. Esta imprecisión, que quizá sea el elemento que tanto atrae a su público (milenial) que se siente tan cómodo en los límites difusos, en las no-categorías, en los conceptos que no limitan, sino que expanden, es que se crea el universo polisémico del que bebe la propuesta de Nathy Peluso, un coctel rítmico cargado de teatro y símbolo.
Andrehyna Caringella