Reserva Espiritual de Occidente + Somos La Herencia
Sala 0, Madrid
(Marzo 30, 2019)
La noche se antojaba especial. Y lo fue. La unión de dos propuestas que se mueven en terrenos similares, pero con resultados distintos, generó expectativas y logró una notable convocatoria. Fue una noche oscura.
El lanzamiento de El Cristo de la Atlántida (Humo, 2019), el nuevo disco de Reserva Espiritual de Occidente, fue la coartada. El grupo formado hace ya 12 años por la cantante Svali reforzó su condición de banda de culto, con una avasallante propuesta que se mueve en terrenos del dark rock, la música industrial, el folk apocalíptico y el post rock. A lo largo de una hora, R.E.O. descargó todo su poderío ante una audiencia totalmente cautiva.
Somos la herencia, un aperitivo suculento
El cuarteto madrileño conformado el fundador Gonzalo Sanz Arranz “Gonso” (voz, sintetizador), Guille (bajo, sintetizador), Enrique (guitarra) y Willy (batería acústica, pad electrónico, sinte), nos regaló 45 apabullantes minutos con material de sus dos primeros EP y algunos temas nuevos.
Arrancaron con “Revisión de la materia” del EP Zigurat (2017) y “Ojo y vórtice”, del EP Parálisis del sueño (2015), dos latigazos post punk de estética dark, en los que destacaron el bajo, los teclados y la batería tribal. Para enfatizar la atmósfera oscura pidieron bajar más la luz en tarima, mientras al fondo proyectaban una vieja película y la batería machacona dio inicio a “Te amo”, angustioso tema con una letra repetitiva que repite el título como un mantra. En el tema “Las Ruinas de la ciudad” profundizaron en la atmósfera opresiva, muy a lo Joy Division y Siouxsie and The Banshees, con cuya base rítmica tribal (Budgie y Steve Severin), es indudable la cercanía.
Del primer EP recuperaron también “Imposición”, un brutal tema de envolvente aroma industrial con referencias a Swans, Einstürzende Neubauten o incluso Derribos Arias o Parálisis Permanente. Fue uno de los puntos álgidos de la presentación, una versión extendida que contó con un poderoso bajo, una gaita marroquí y una soberbia muralla de guitarra. Llamaron entonces a un amigo llamado Nico para tocar un pequeño barril de latón en “Caballo”, otro denso tema en el que la percusión jugó papel relevante.
Gonso anunció “Huesos”, parte del nuevo disco en proceso, tema que podría recordar a Bauhaus, a la que todavía le falta algo de pulitura. Siguieron con “Ambient”, un drone brutal en la onda dark ambient, para finalizar con dos temas de urgencia post punk, “Kike” y “Plaza dura”.
Fueron 45 minutos en los que demostraron que son una de las más interesantes bandas madrileñas ligadas con la estética del dark rock. Hay que esperar su próxima producción discográfica.
El ritual colectivo de R.E.O.
Pocos minutos después aparecieron en el escenario Fernando Bertola (batería), David T. Ginzo (bajo), Javier Monreal (trompeta), Wences Lamas (guitarra) y Svali (voz, sinte), para comenzar la ceremonia con la exquisita pieza “Kybalión” (“…lo que es afuera es adentro / en la muerte y en la vida / en el cielo y el infierno…”), que algunos cantaron. Desde ese primer instante quedó claro que la mayor parte de la audiencia estaba perfectamente sintonizada y familiariza con la banda. Sin pausa, sonó “La nueva sangre”, tema en el que trompeta y guitarra entretejen una intrincada telaraña sobre el ritmo tribal de batería que desemboca en un salvaje clímax en el que aparece fantasmal la voz. Era la iniciación para el ritual pagano que se extendería por una hora completa.
El repaso del nuevo disco El Cristo de La Atlántida comenzó con “Cruz de un niño”, uno de esos inquietantes temas en los que la inocencia se torna fúnebre. La trompeta y la voz otorgan ese carácter a la pieza que cuenta con estupendo video y cuyo final se concatena con “Vía húmeda”, con una fuerza telúrica a lo Swans.
“Ensalmo” es una larga pieza en la que Svali ejerce de sacerdotisa. Con su larga y vaporosa falda negra, la blusa de lentejuelas y el ancho cinturón de cuero canta: “En un mundo sin besos / Como tú no me quieres no llegarás a viejo / tirarán tus pedazos y yo iré a recogerlos / Lo que dejen los perros / De tu sangre un ungüento / De tu carne alimento / De tu piel mi sudario / Tus dientes mi relicario”. El tema comenzó con una tensa calma para terminar en un apocalíptico trance en plan Akron Family, el cual fue fundido con una interpretación de “Tatenokai” bastante diferente a la original incluida en el disco La Noche Blanca (2012), que si antes sonaba a Death in June, ahora sonó más a These Inmortal Souls o Gallon Drunk.
La cristalina trompeta guió “Torre de Hércules”, una pieza de atmósfera fúnebre que se une con “Obtención de sabiduría”, conducida por un tambor repetitivo que se transforma en una especie de lamento y que en varios momentos se desborda instrumentalmente como un arroyo calmo que sale de repente de su cauce. El público respondió con sonoros aplausos.
Unos segundos de silencio precedieron a “Chikatilo”, una pieza en apariencia angelical pero en realidad inquietante, segundo tema de La Noche Blanca, en este caso más apegado a la original y que recuerda a Jarboe.
Como un volcán en erupción arrancó “Ansia fiera”, una especie de pasodoble venenoso y retorcido, que deja el panorama servido para el latigazo “Aquí manda Dios”, que Lamas canta con especial angustia, rompiendo brevemente con la hegemonía vocal de Svali. Es como si Guadalupe Plata incursionara en el post punk pagano.
Pretendieron despedirse con “Corinzi 13”, un tema de estructura más convencional aunque no por ello menos atractivo. Regresaron para tocar “Las últimas palabras”, tema que cierra el disco que estrenaban, El Cristo de la Atlántida y que en directo suena más crudo y menos estilizado que en la grabación de estudio. En ambos casos los temas mantienen su encanto y el conjuro tiene efecto por partido doble.
El sello Humo, dirigido por Pablo Hernández desde su epicentro en Asturias, sigue apostando a la música aventurada y fuera de los convencionalismos. Este nuevo disco de R.E.O. es una joya.
Juan Carlos Ballesta (texto, fotos y video)