La cantante, pianista y actriz española estrenó un aventurado montaje en el marco de FIAS 2019, inspirado en los sentimientos por la pérdida de su padre
Sofía Comas
Festival Internacional de Arte Sacro 2019
Ciclo Músicas Infinitas
Teatros del Canal, Madrid
(Marzo 31, 2019)
Hay sentimientos y situaciones emocionales derivadas de un acontecimiento no deseado que detonan la creatividad. Uno de los varios estrenos absolutos que ha ofrecido el FIAS 2019 es “El verano será eterno”, una intensa y arriesgada obra de Sofía Comas que nació de la pérdida de un ser querido, del duelo tras la muerte de su padre, la ausencia y el dolor que ello produce.
Comas es una artista completa. Es cantante, compositora, pianista y actriz. Es directora musical de la compañía de teatro Zuk. Todo ese talento le ha permitido concebir una obra llena de plasticidad y poesía, musicalmente aventurada y de fina hechura, para la cual contó con las participaciones determinantes de Irene Novoa (sintetizadores, percusión y coros), Juanma Padilla (percusión electrónica), Alberto Muñoz Vicente (violonchelo), su cómplice creativo, el uruguayo Gonzalo Rivas Zinno (sintetizadores, guitarras y coros) y la coreógrafa y bailarina Itsaso A. Cano, cuyo aporte en la danza y en el manejo de los efectos escenográficos fue esencial para la simbiosis entre lo musical y lo teatral. Además, contó con la colaboración de Sol Salama, directora de Tránsito, en la confección de los textos de las canciones.
La disposición del escenario ubicó a nuestra derecha los instrumentos, mientras que dos tercios del espacio fue ocupado por un largo telón de plástico transparente que se deslizaba hasta muy cerca de la primera fila de butacas.
De la oscuridad aparecieron los cinco para posicionarse frente a sus instrumentos de forma muy teatral, con Comas tocando el piano por primera vez.
De espaldas al público cantó el otoñal primer tema en el que introdujo el tema de la muerte y que nos recordó a David Sylvian, con un colchón de sintetizadores fantástico. No hubo aplausos porque el público intuyó muy bien que se trataba de una obra conceptual que sería interpretada como un continuum, aunque ganas no faltaban.
La percusión electrónica dio inicio al segundo tema, ya con Sofía situada al frente. “Solo queda un árbol desnudo”, repetía como un mantra, mientras voces de fondo y un tenso violonchelo teñían de dramatismo el tema.
“Dime papá como serán las calles”, fue la frase que introdujo el tercer tema, preguntas al aire llenas de nostalgia e incertidumbre que lanzaba Sofía, sobre un denso fondo de sintetizadores y chelo, y una delicada percusión. Los coros de Novoa y Rivas fueron siempre notables. El alter ego de Sofía (la bailarina Itsaso Cano), de repente pasó, vestida igualmente de rojo pero con la cara tapada, y desapareció.
Una atmósfera sombría se apoderó de la sala, hasta que las notas del piano tocado por Novoa y luego la percusión tribal, derivaron hacia un segmento con cierto aroma a Dead Can Dance o quizá Zola Jesus.
El piano guió el siguiente tema, en el que Sofía canta “que hermoso el silencio en el cuerpo / el cuerpo que cuida tu cuerpo / tan solo en unas horas se lleva tu aliento”, en plan Amanda Palmer. La segunda voz de Novoa, y los sonidos en reversa salidos del ordenador, adornaron una de las mejores piezas.
Sofía, ensimismada, siguió su performance, y poco antes de llegar a la mitad, el público había caído en el influjo. Los maravillosos efectos logrados con el plástico contribuyeron mucho al proceso de hipnosis.
Desde atrás fue inyectada una columna de aire que fue levantando la volátil capa plástica hasta crear la sensación de olas, recogiendo casi como por arte de magia la parte de tela que descansaba sobre las tablas, como si fuera la marea retrocediendo en el mar. Un efecto tan sencillo como brillante.
La guitarra acústica de Rivas apareció entonces para acompañar la vocalización de Comas y poco a poco el resto de los instrumentos fueron creando una ambientación de gran melancolía.
Los efectos vocales fueron el puente para la siguiente pieza, con un sintetizador que sonaba a una fantasmal gaita y una atractiva batería electrónica repetitiva que junto a las armonías vocales y la percusión de Novoa, hicieron aparecer de nuevo los ecos de Dead Can Dance, que se mantuvieron durante la siguiente pieza en la que Comas concluye con la frase “serás arena y brisa y también gorrión / y llenarás los campos de un canto infinito”. La conclusión del concierto fue con un desgarrador tema en el que canta “pasarán los días y los veranos / y no volverás a mi lado” para cerrar con la frase acapella “Desde la avenida puedes ver mi herida”.
Hay que destacar el trabajo de cada uno. Irene Novoa estuvo inmensa en los coros, el sintetizador y muy acertada cada vez que introducía la percusión menor.
El trabajo de Juanma Padilla fue destacable, logrando con su pad electrónico sonoridades muy adecuadas. Sin ser intrusivo logro aportar un carácter ritual a muchas de las piezas. El chelo de Alberto Muñoz resultó determinante para lograr las atmósferas sombrías, melancólicas o dramáticas.
Mención aparte el trabajo aportado por Gonzalo Rivas, que además de participar en la composición, logró programaciones en el sintetizador sumamente acordes con el espíritu de la obra.
Por otro lado, el manejo de la dualidad, el desdoblamiento de Sofía, representado en ella misma y en Itsaso, estuvo muy bien logrado, sumando un aspecto plástico y teatral sin el cual esta obra estaría incompleta.
“El verano será eterno” se suma a la sorprendente lista de fabulosos estrenos de la edición 2019 del Festival Internacional de Arte Sacro.
Juan Carlos Ballesta