La longeva e influyente agrupación alemana, pionera de la música electrónica, ofreció un hipnótico concierto en Madrid con el espíritu de Edgar Froese orbitando
Tangerine Dream
16 Steps Tour
Concierto en Sala But, Madrid
(Noviembre 9, 2019)
La historia de la música electrónica, y en particular del último medio siglo, no puede entenderse sin Tangerine Dream. La idea del proyecto nació en 1967 cuando el joven guitarrista Edgar Froese le dio vida al grupo con inspiración en la idea del jamming o improvisación, tan en boga en la era psicodélica.
Al cabo de cinco años el grupo se había convertido en una de las piedras angulares de la vanguardia alemana, con un sonido nuevo construido con instrumentación electrónica. En 1974, al firmar con Virgin Records, Tangerine Dream comienza con el emblemático Phaedra la etapa más influyente y distintiva con la inclusión de tecnología de punta (secuenciadores y sintetizadores análogos). Aquella etapa con Edgar Froese, Chris Franke y Peter Baumann, duró hasta 1977 y su influencia continúa.
Posteriores formaciones con Johannes Schmoelling y Paul Haslinger aún produjeron discos fantásticos en los años 80, para luego comenzar una larga y errática etapa que afortunadamente terminó cuando Jerome Froese -hijo de Edgar- abandonó el grupo.
Con la entrada paulatinamente a partir de 2005 de Thorsten Quaeschning (sintetizadores, secuenciador, guitarra y dirección), luego Hoshiko Yamane (violín, controlador, looper) en 2011 y finalmente Ulrich Schnauss (secuenciador, sintetizador, Ableton) en 2014, el sonido más atractivo parece haber regresado para quedarse.
Es el trío de músicos que tocó con Froese antes de su muerte en 2015, quienes impulsados por su viuda han continuado magníficamente con el legado.
Las 16 planeadoras piezas
El comienzo no pudo ser mejor. El largo tema “Monolight” -una de las cuatro composiciones del fabuloso doble álbum en directo, Encore, de la gira norteamericana de 1977- nos introdujo directamente en el clásico sonido de los secuenciadores, y ya de entrada supimos que se avecinaba una noche memorable.
Así lo entendieron una mayoría de fans de viejo cuño, dispuestos a abordar el maravilloso vuelo cósmico que nos proponían. Un pequeño grupo, mucho más joven, no parecía entender la naturaleza de un concierto del grupo pionero de la electrónica cósmica, y no pararon de hablar, aún en los pasajes más sosegados que siguieron.
Continuaron con “Sorcerer Theme”, el envolvente tema central del primer soundtrack que publicó Tangerine Dream en 1977 y que recibió unos interesantes arreglos.
En aquella etapa cada concierto era diferente, dadas las limitaciones de la tecnología analógica, por lo cual, sería imposible reproducir aquellos temas de la misma manera. Por ello, resultó muy llamativo el acercamiento estético.
“Mothers of Rain”, de Optical Race (1988), un disco que ya anunciaba el declive creativo, sonó especialmente bien. Fue el preámbulo para una versión corta de “Tangram”, clásico de 1980 que inauguró la etapa con Schmoeling.
El acercamiento a la etapa reciente comenzó con dos temas del álbum Mala Kunia (2014), el rítmico “Power of the Rainbow Serpent” y el atmosférico “Magagasmala”, los cuales sirvieron de puente para “Love on a Real Train”, un oscuro tema publicado como single en 1984, justo después de la ruptura con Virgin y que contó con un notable violín. De la etapa con Haslinger tocaron “Dolphin Dance” (del disco Underwater Sunlight, 1986), convertido desde hace un tiempo en habitual de los conciertos.
A partir de aquí se sucedieron varias piezas recientes, todas pertenecientes a la formación actual. “Darkness veiling the night” del disco Edgar Allan Poe’s The Island Of The Fay (2015), dos del estupendo Quantum Gate (2017), “Identity Proven Matrix” e “It’s Time to Leave When Everyone is Dancing”.
El trío seguía su recorrido, sin apenas mirar hacia el público. Solo Quaeschning esbozaba de vez en cuando une sonrisa o una mirada penetrante. Yamane, aunque estaba al medio, pasó varios pasajes sin tocar violín, de pié y sin moverse, con la mirada fija en un desconocido punto focal. Mientras, Schnauss parecía absorto en su esquina manipulando sus sintes y secuencias, a veces con un vaso en la mano (lo cual debería evitar).
“Los Santos City Map”, “Mirage of Reality” de Quantum Key (2015) y el contagioso techno “Roll the Seven Twice” de Quantum Gate, dejaron la escena servida para uno de los grandes clásicos de Tangerine Dream, “Stratosfear”, que da nombre el álbum de 1976. La adaptación fue sencillamente magistral, con todos los ingredientes mágicos de aquella formación inolvidable Froese-Franke-Baumann.
Todo hacía pensar en el final, pero tuvieron que regresar tras la sonada ovación. Y como en los 70, nos regalaron una hipnótica improvisación con todos los ingredientes de su distintivo sonido, que comenzó con un solo de violín y un delicado piano y desembocó en una ambiente cósmico.
Agradecidos, se movieron al borde del escenario para hacer la reverencia, presentarse unos a otros, y finalmente sonreír complacidos. Se habían acabado dos horas y media de memorable trance. En apenas una semana de diferencia estuvimos frente a las dos más grandes leyendas de la electrónica moderna: Kraftwerk y Tangerine Dream.
Juan Carlos Ballesta (Texto, fotos y videos)