El 29 de enero de 2008 hizo su debut la agrupación neoyorquina con un llamativo álbum que rápidamente se posicionó entre lo más apreciado del indie pop
Vampire Weekend
Vampire Weekend (Debut album)
XL Recordings. 2008. EE UU
Hace una década los neoyorquinos de Vampire Weekend presentaron su debut discográfico en el sello independiente británico XL Recordings. Con su efervescencia juvenil y su especial acercamiento a la música africana que otros habían explorado décadas antes (Paul Simon, Talking Heads, Peter Gabriel), este cuarteto inicia actividades en 2006 mientras obtenían sus títulos en la Universidad de Columbia.
El nombre vino de un corto hecho por Ezra Koenig, vocalista y guitarrista, inspirado en la película “The Lost Boys” de 1987 y muchos de los títulos de las canciones que formarían parte de su primer álbum estaban estrechamente relacionadas con ese material audiovisual.
Entre su participación en la banda Dirty Projectors como saxofonista y un proyecto de rap junto a Chris Tomson, baterista, se van uniendo las otras dos partes de esta agrupación: el bajista Chris Baio que ya había tenido experiencia musical participando en varios grupos musicales, incluso junto a su contraparte rítmica, y el tecladista/arreglista Rostam Batmanglij, quien es el que mayor formación musical poseía.
Sus primeros shows fueron en el campus universitario ganando una excelente reputación que los motiva a lanzar un EP CD-r un año después de formados en una limitadísima edición de 500 ejemplares, capturando así la interesante amalgama de estilos musicales aproximándose a sonoridades chamber pop con guiños new wave y letras llenas de referencias pop en tres piezas.
Producido por Rostam Batmanglij, el primer larga duración de Vampire Weekend llama la atención por su austeridad sonora que contribuye a crear una atmósfera de haber sido grabado con pocos recursos y en vivo en las casas de los miembros de la banda, mientras Jeff Curtin hace gala de sus habilidades como ingeniero de sonido para contribuir con la elegancia del resultado final en las once piezas de este refrescante álbum que inicia con “Mansard Roof”, a la vez el primer sencillo.
Destaca su ritmo de reguetón que se ve endulzado por el teclado arpegiado y el pulsante bajo antes de la explosión donde finalmente la guitarra aparece juguetona y chillona, en ocasiones aderezada con un precioso violoncello.
En un ánimo más calmado y elegante, “Oxford Comma” muestra desdén por el recurso literario que representa ese signo de puntuación debido a la experiencia que había tenido Ezra como docente de inglés en octavo grado.
Con una excelente narración y letra llena de excelentes imágenes “A-Punk” se aproxima feliz y contagiosa, dominada por la guitarra limpia de Koenig aunque en posteriores entrevistas él considera que su ejecución no es la mejor.
La inclusión del chamberlin y la flauta, ejecutados por Batmanglij y el vocalista, respectivamente, contribuye con la parte más relajada para permitirle al escucha un respiro antes de regresar a la invitación al pogo de las estrofas.
La canalización del magnífico Graceland de Paul Simon y hasta la mención a Peter Gabriel se ven presentes en la divertida “Cape Cod Kwasa Kwasa”. Una guitarra lúdica guiña a géneros como el soukous y mbaqanga, mientras la sección rítmica se responde con el teclado estableciendo símiles entre los colores del amanecer con los de la marca de ropa Benetton así como hablar de una elegante niñez de una niña con Louis Vuitton y una temprana juventud con reguetón a la que Ezra, llevando su voz arriba en los coros, la invita directamente a tener relaciones sexuales.
Hacia el final de la canción, Rostam se luce con un sofisticado clavecín que reaparece en “M79” acompañada de una sección de cuerdas. Tanto Baio como Tomson hacen gala de sus habilidades rítmicas sin distraer demasiado al escucha, permitiendo así un espacio prudencial entre todos los instrumentos presentes.
“Campus” recoge un poco de ese espíritu que escuchamos en “A-Punk” pero sin subir demasiado el tono, y dejando que se cuelen el sonido de las guitarras ejecutadas tanto por el vocalista como por el baterista y el tecladista en un acercamiento muy modesto pero preciso a la guitarra surf. La letra está inspirada en una historia escrita por Ezra y reimaginada por Rostam para lograr el resultado final.
Con polirritmias que nos regresan al continente africano y con apenas 2:13 de duración, “Bryn” es un homenaje a la diseñadora de moda y amiga de Koenig, Bryn Lander, contrastada por otra infecciosa pieza, “One (Blake’s Got A New Face)”, animada y con un coro que nos hace repetir el título una y otra vez; uno de los mejores ejemplos de lo que tiene esta banda para ofrecer.
Ya más serios, “I Stand Corrected” es el momento donde los bajos lineales y los acordes largos del órgano crean una especie de punk emocional, desnudo y elegantemente salpicado de cierta angustia post adolescente que podría recordar a The Wedding Present.
“Walcott” era el personaje principal del corto de Koenig que llevó a la banda asumir su nombre, y la letra establece ciertos paralelismos con la película que inspira dicha pieza. Cual batacazo à la Ramones la canción comienza con la cabalgata del piano, bajo, guitarra y batería que permiten que se agreguen las cuerdas en momentos claves para jugar con las diferentes dinámicas.
Lanzado como último sencillo y cerrando este disco, “The Kids Don’t Stand A Chance” recuerda a The Clash y The Police con tintes muy sutiles de reggae en una reflexión posterior a la graduación sobre haber tomado una decisión acertada al elegir una vida dedicada al arte en vez de tomar la ruta de algunos de hacer dinero para poder costearse lujos sin algo que nutra el espíritu.
Esta conclusión predice el lado maduro que veremos en trabajos posteriores, especialmente en las últimas piezas.
Aunque el álbum fue muy bien recibido por algunos por su naturaleza juvenil y logró altísimas posiciones en listas del año, otros criticaron fuertemente el hecho de que unos “niños blancos ricos y mimados” hubiesen lanzado música llena de apropiaciones culturales además de revisar demasiado tal vez el camino recorrido de Paul Simon para su disco de 1986.
La banda alegó posteriormente que el haber sido admitidos y estudiar en la Universidad de Columbia tuvo que ver más con solicitar becas y préstamos estudiantiles que incluso pagaron hasta el año 2009. Paul Simon salió en defensa del cuarteto, declarándose fan y trazando las diferencias entre ambos proyectos porque al fin y al cabo había influencias compartidas y reinterpretaciones diferentes de esas referencias.
Se hizo costumbre para Vampire Weekend cuidar mucho la parte estética y es por eso que para su debut usaron una polaroid de uno de sus primeros shows, adornada muy sutilmente con una tipografía muy pulcra y no se hizo esperar la contraparte visual para cada sencillo, plasmando un estilo de vida relajado y hasta inocente.
Con este disco de título homónimo y esa rica paleta musical, la banda dejó claro que tenían mucho que ofrecer y así quedó demostrado con los grandiosos Contra de 2010 y Modern Vampires Of The City en 2013.
IL Gimón
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