El 17 de septiembre de 1977, la banda inglesa publicó su estupendo quinto disco, con con Richard Sinclair y Mel Collins como nuevos miembros
Camel
Rain Dances
Gama/Decca. 1977. Inglaterra
Una de las bandas más atractivas del progrock por sus melodiosas composiciones y atractivas armonías derivadas de las influencias barrocas y del jazz, es Camel. Desde sus inicios en 1971 y su homónimo álbum lanzado dos años después hasta Nod and a Wink (2002) y un largo hiato causado por un trastorno sanguíneo, su líder, el guitarrista Andrew Latimer, ha logrado mantener viva la antorcha hasta nuestros días.
Su quinto álbum Rain Dances, publicado el 17 de septiembre de 1977, representa un interesante episodio por las incursiones del bajista Richard Sinclair (Caravan, Hatfield and The North) en sustitución de Doug Ferguson y el itinerante saxofonista Mel Collins, uno de los súbditos del Carmesí Rey –King Crimson– quien eventualmente se convertiría en uno de los más emblemáticos músicos de viento del movimiento prog.
Este álbum representa también el penúltimo con el teclista Peter Bardens quien fue hasta el álbum Breathless (1978) junto a Latimer, coautor de una buena parte de los temas del grupo.
La música de Camel ha procurado siempre un balance entre lo vocal y lo instrumental que en éste, su quinto álbum, delineaban Andrew Latimer en las guitarras, flauta, bajo y voces; Peter Bardens en los teclados; Andy Ward en la percusión y batería; Richard Sinclair al bajo y voz; y Mel Collins en los saxos, clarinete y flauta. Además de algunos invitados especiales que hicieron de ésta placa discográfica una de sus más atractivas en la década de los 70.
“First Light” abre desde un fade-in con la guitarra de 12 cuerdas y los teclados ambientando hasta el momento en el que Andy Ward irrumpe marcando el ritmo. El teclado de Bardens con el legendario mini-moog hizo de este tema uno de los más recordados de la banda en esa prolífica década.
Destaca además el solo de Mel Collins hacia el final. “Metrognome” es el segundo tema del álbum y el primero con Richard Sinclair en la voz. Inicia con el sonido de un metrónomo y la voz de Sinclair sobre éste canta: “Tiempo en tus manos, esbozas el día, arrastras los pies y das un vistazo a la prensa para escuchar lo que ellos puedan decir”.
Este tema es seguido de “Tell me”, una sencilla y hermosa canción con Latimer en la voz líder y Sinclair en las armonías: “Dime todo, no temas entregarte, algunas veces es fácil, tus temores se disipan, conviértelo en música celestial, palabras que riman, quietud en tu mente…”
El piano eléctrico, muy popular en esa década, y el bajo fretless (sin trastes), le dan claros tintes de jazz al tema. La profunda y bien articulada voz de Latimer reposa sobre las teclas y el toque de dulzura viene con la flauta. Los clarinetes dan un tinte clásico más cálido.
La segunda trilogía, sólo por dividirlo a capricho, la conforman “Highway of the Sun” (Camino del sol), “Unevensong” (Canción ondulada) y “One of Those Days I´ll Get an Early Night” (Uno de esos días tendré una temprana noche).
Destacan varios elementos importantes en este set de nueve canciones, siendo tal vez el más notorio una mayor presencia de temas vocales que en sus trabajos anteriores y un sonido más tendiente al jazz.
Esa influencia se la debemos principalmente a Sinclair quien venía de la agrupación Caravan, uno de los bastiones de la llamada Escena de Canterbury, movimiento estigmatizado principalmente por una clara sonoridad experimental donde elementos del jazz se conjugaban atractivamente con el rock y del cual recordamos con afecto, además de Caravan, a Hatfield and the North (efímero pero muy importante grupo con Sinclair de bajista/cantante), Egg, Gong, National Health, Soft Machine, Gilgamesh, Matching Mole y los pioneros The Wilde Flowers.
Estos aspectos se aprecian claramente en el último de esta terna donde además participan el trombonista Malcolm Griffiths y Martin Drover en la trompeta.
La banda retorna a los predios del prog en “Elke”, un tema donde están presente el experto sonidista Brian Eno y la arpista Fiona Hibbert. Es de una nostálgica y única belleza. El trío pareciera reflejar elementos impresionistas con su pendular modo.
La sinuosa composición se desvanece y nos da paso a “Skylines” (Horizontes), donde Andy Ward nos adentra en Túnez empleando un tambor de arcilla tunecino que se escabulle entre el fliscorno de Drover y el trombón de Griffiths. La composición cede el turno al tema título que es una variación de “First Light”.
Llama la atención el sonido del sintetizador de cuerdas, cuyo color y textura pareciera haberse hecho más popular tres años después.
Este excelente trabajo hizo que Camel ganara nuevos fans pero al mismo tiempo perdido otros. Su épico trabajo The Snow Goose (El ganso de nieve, 1975) aún se mantiene como el pináculo en la carrera de la banda.
Tal vez las diferencias musicales entre Bardens y Latimer ya eran insostenibles y fueron éste álbum y el siguiente los que de algún modo reflejaron la ausencia de un sonido sinfónico o las flotantes melodías que encontramos en “Song Within a Song” (Canción dentro de una canción) de su Moonmadness (1976).
El flirteo con el jazz se iría desvaneciendo gradualmente durante los 80 y más notoriamente en los 90 con Dust and Dreams, Harbour of Tears y Rajaz.
En la primera década del nuevo milenio Camel le dio a los caraqueños uno de los conciertos más memorables que la ciudad haya presenciado. Hoy recordamos este significativo trabajo, altamente recomendable, por demás, en su ¡cumpleaños 40!
Leonardo Bigott
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