Ernesto Aurignac + Nonet
Festival Internacional de Arte Sacro 2019
Ciclo Músicas Infinitas
Teatros del Canal, Madrid
(Marzo 26, 2019)
Pocas veces puede uno ser testigo del estreno de una obra conceptual como “Plutón”, ambiciosa y de características únicas. No suele el jazz ofrecernos demasiadas obras conceptuales, mucho menos como ésta del saxofonista malagueño, despojada de lugares comunes y de ciertos clichés a los que suelen acudir muchos músicos del género.
Antes de comenzar el concierto, su autor, Ernesto Aurignac, explicó de manera divertida el origen de esta composición, cuyo génesis comenzó cuando Pepe Mompeán, cerebro del FIAS, lo llamó para proponerle que compusiera una obra especialmente para el Festival de Arte Sacro de este año.
Y así lo contó: “Me llamó Pepe y me dijo ‘hazte una obra para el festival y estas son las condiciones’. Entonces me dije: ‘hostias, voy a montar una banda grande, porque pocas veces nos ocurre esta posibilidad. Lo primero que pensé fue en Plutón. Porqué, no lo sé. Fue inmediato. A mí siempre me ha gustado la movida de los tamaños y las distancias. Lo típico, el infinito para arriba, Lo grande que somos en comparación con una hormiga, pero que pequeños respecto al diámetro de La Tierra, la galaxia y para arriba. Pero lo que me vuelve más loco es el infinito pa’ bajo. De la hormiga pa’ bajo, eso para mí es muy loco. Me hace pensar que a lo mejor somos micro organismos del pelo de una cabra. Y un poco esa es la historia de “Plutón”, a donde fue a buscar a todos estos músicos, menos al vibrafonista que tuve que ir a Saturno porque no había uno en Plutón. Espero os guste”.
Dispuestos a lo largo de la tarima se ubicaron, de derecha a izquierda: Alejandro Romero (violín), José Carra (piano), Pablo Valero (flauta y flauta en sol), Gon Navarro (guitarra), Joan Masana (contrabajo), Ernesto Aurignac (saxo alto, composición musical y dirección), Juanma Nieto (batería), José Andrés Camacho (clarinete y clarinete bajo), Dani Anarte (trombón y trombón bajo) y Néstor Pamblanco (vibráfono y marimba). El grupo de nueve que acompañó a Aurignac, Nonet, son extraordinarios músicos residentes todos en Málaga, menos Navarro, quien vive en Granada.
Las repetitivas notas del piano, a las que se fueron sumando los vientos, el violín y finalmente la percusión, dieron inicio al primer movimiento de lo que se convertiría en un concierto plutónico, de otra dimensión, estratosférico. Diez minutos en los que percibimos que sería un concierto en el que Auricnac y Nonet nos pasearían por un amplio abanico de estilos, que solo en unos minutos ya había incluido elementos circenses, minimalistas y de bebop.
Siguieron con un segundo movimiento más académico, más dramático y cinematográfico, la banda sonora para una travesía por la Vía Lactea. Aunque los vientos tuvieron un gran peso a lo largo de la composición, Aurignac dio espacio a todos, incluso a segmentos en que el sosiego fue el protagonista. Fue durante esta segunda parte que nos vino a la mente aquella magnifica super banda inglesa de comienzos de los años 70, Nucleus, que de la mano del trompetista Ian Carr, funcionó como un colectivo y se convirtió en una especie de escuela. Aquí Gon Navarro hizo un corto pero estupendo solo cuya sonoridad nos recordó a Phil Miller y Allan Holdsworth, protagonistas del aventurado Sonido Canterbury. Al cerrar el movimiento, resurgieron los elementos circenses y el expresionismo a plenitud, con el sonido ágil de la flauta.
Sin pausa, arrancaron con la tercera parte, una especie de intenso interludio en el que se sueltan todos los demonios. Por contraste, el siguiente movimiento introduce elementos del smooth jazz, con un trabajo muy delicado de piano y contrabajo, que sirven de bálsamo y de colchón para un solo cristalino de guitarra que, en este caso, nos hizo recordar a John Scofield, Larry Coryell e incluso Terje Rypdal.
Siguiendo con el desarrollo de Plutón, se adentraron en un terreno cercano al jazz nórdico, reflexivo y pastoral, perfecto puente para la segunda mitad del concierto. A este punto, Aurignac, en un alarde de generosidad, había repartido el protagonismo entre todos los músicos, aunque el que tuvo más solos hasta ese momento fue el guitarrista Navarro.
El siguiente movimiento fue uno de los puntos álgidos, con el vibrafonista supliendo una base fenomenal, repetitiva y llena de tensión, sobre la cual fueron dialogando los instrumentos de viento y construyendo una maravillosa melodía al unísono, mientras el baterista ayudaba marcando con los platillos y el redoblante. Magistral.
El protagonismo fue luego para el pianista José Carra, con un exquisito solo a medio camino entre lo académico y el jazz. Sin necesidad de apelar a un virtuosismo desmedido, demostró su gran sensibilidad. Y de ahí conectaron con la bossanova, con Aurignac, Navarro y Carra recordando con su saxo a aquella maravillosa colaboración de 1964 entre el saxofonista Stan Getz y el guitarrita Joao Gilberto, con Antonio Carlos Jobin al piano.
Finalmente llegó el momento del solo de Aurignac, en el cual demostró toda su paleta de posibilidades con el saxo, acariciándolo y también exprimiéndolo, desembocando en un segmento de jazz clásico en el que apeló a sus fuentes primarias: Chet Baker, Charlie Parker, John Coltrane, Joe Pass, a quien nos recordó el siguiente solo de Navarro. Siguieron Dani Anarte y Juanma Nieto con solos de trombón y batería.
El penúltimo tramo fue frenético, con un acelerado ritmo sobre el que el que vientos, cuerdas, piano y vibráfono construyeron una compleja telaraña. Pero, para dejarnos flotando en la ingravidez que rodea a Plutón, el segmento final fue hipnótico, aprovechado por Aurignac para presentar a cada músico, quienes tras cada mención fueron abandonando el escenario ante la ovación del agradecido público presente.
Sin duda, esta obra merece ser grabada y publicada en disco. A lo largo de 80 minutos, Plutón fluye con sorprendente naturalidad y coherencia por una serie de estilos que van desde lo más clásico del jazz hasta lo menos convencional, con paradas en Brasil, la música de circo e incluso el jazz espacial de Sun Ra. La orquesta Nonet respira orgánicamente, fundida en una sola frecuencia creativa, llena de libertad y expresividad, gracias a una composición de altos quilates que, según nos expresó Aurignac al final, fue compuesta en apenas cuatro días de total dedicación.
Juan Carlos Ballesta