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Esmerine y el poder transformador de su música (Sala El Sol, Madrid) (Marzo 20, 2018)

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Esmerine (+ Xisco Rojo)

Sala El Sol, Madrid

(Marzo 20, 2018)

 

Hay conciertos que superan de largo las expectativas previas, aún sabiendo a qué atenerse. La presentación de la banda canadiense Esmerine fue épica, una especie de apocalipsis instrumental de dimensiones telúricas. Cinco músicos de alta factura que movieron todas las fibras y emociones del público que durante hora y media fue poseído por una ejecución fantástica que nos llevó de momentos pastorales de otoñal belleza a otros explosivos.

Sonaba en el audio de la sala la maravillosa voz de Jacqui McShee y la música del grupo de folk inglés Pentangle mientras el público iba apareciendo. No se llenó pero hubo gente suficiente, en especial para una fría noche del martes 20.

La apertura de la velada correspondió al prolífico guitarrista madrileño Xisco Rojo, quien luego de sortear el despliegue de instrumentos sobre la tarima, con su imponente presencia se sentó y comenzó con un tema a capella acompañado de un taconeo. Con ella hizo que nos trasladáramos al solar de alguna vieja casa en Mississippi. Fue el único tema con voz. A continuación posó la guitarra sobre sus piernas, colocó varios dedales en los dedos de la mano derecha y tomó con la izquierda una especie de cilindro metálico. Anunció entonces que tocaría dos temas nuevos que formarán parte de EP de nombre Resistance Raggas., que editará el sello Acuarella, con quien tenía muchas ganas de trabajar. Ambos temas son una muy atractiva mezcla de blues, folk polvoriento y raggas occidentales, en un cruce entre Florian Fricke/Popol Vuh y John Lee Hooker. En la primera utilizó la técnica de la guitarra slide, pero en la siguiente hizo uso de su mano para ir presionando diversos lugares del puente y los trastes. Luego tocó otro evocador tema destinado a una película aún por estrenarse (“de mi amigo Asier”, dijo). Y en el mismo plan de presentar nuevo material siguió con otro mucho más enérgico que rompió un poco el mood que traíamos, esta vez con la guitarra acústica de doce cuerdas la cual rasgó con rabia. Para aquellos que nunca lo habíamos visto en directo fue un estupendo descubrimiento.

Sin pausa, fueron apareciendo en el escenario los cinco músicos canadienses con los fundadores Rebecca Foon (cello y ocasional voz) al costado derecho de la tarima (a nuestra izquierda), y Bruce Cawdron (marimba, vibráfono) al fondo a nuestra derecha. El protagonismo visual parecen cederlo a los otros tres músicos: el versátil baterista Jamie Thompson, el sobrio contrabajsta Jérémi Roy y el increible multiinstrumentista Brian Sanderson (violín, corneta, teclado, saz, guitarra y su híbrido basado en el kora) , sin el cual no sería posible lograr un sonido tan ecléctico y supremo. Para aquellos que hemos seguido la escena nacida en Montreal en los años 90 con Goodspeed You! Black Emperor a la cabeza y una serie de fantásticas bandas asociadas como A Silver Mt. Zion, Fly Pan Am y Set Fires to Flames, la oportunidad de ver muy de cerca al capítulo más exquisito de todos fue un privilegio. Las etiquetas que se utilizan para calificar a los grupos a veces son insuficientes, pero en el caso de Esmerine el término “rock de cámara” encaja a la perfección en su acepción más amplia. Su despligue instrumental podría recordar, salvando los estilos y la época, a Gentle Giant.

El concierto como es lógico puso foco en el reciente disco, Mechanics of Dominion (2017) –del cual interpretaron cinco piezas-, pero la presencia de los dos discos anteriores fue también relevante, ya que escogieron esenciales temas de Lost Voices (2015) y Dalmak (2013), tres de cada uno. Todo el material anterior fue obviado, aunque a decir verdad no se necesitaba más para removernos ya que lo reciente es óptimo.

El comienzo con “The Space in Between”, de atmósfera otoñal en el que destacan cello y teclado, fue un abrebocas ideal. El tema, tal como en el reciente disco, es seguido por “La lucha es una sola”, en el cual la banda en pleno demuestra una exquisita sensibilidad instrumental. El bajo perfil que hasta ese momento había tenido Caudron terminó cuando arrancó con su marimba para conducir el tema “19/14”, primer acercamiento a Lost Voices, en el que batería y contrabajo construyen una base rítmica sincopada sobre la que navegan cello y violín. Es quizá uno de los acercamientos más firmes al sonido post rock de Montreal.

Cawdron entonces procedió a introducir el siguiente tema de Mechanics of Dominion, “La Pénombre”, explicando el origen de un extraño híbrido creado por Sanderson que se mantenía a un lado del teclado. Se trataba de un instrumento construido con un tom de batería (en lugar de una calabaza), un palo de madera e hilo para pescar en el rol de cuerdas, todo ello emulando el sonido de un kora, popular instrumento en el occidente de África. La pieza combina la sonoridad étnica con el rock experimental. En seguida abordan “My Mamma Pinned a Rose on Me”, maravillosa pieza de atmósfera nocturna conducida por la marimba (tocada esta vez con dos baquetas por mano) y la corneta, con platillos ayudando al sonido envolvente.

El misterio sonoro de “Lost River Blues”, con sus inflexiones del medio oriente, prosigue la hipnosis. El largo tema (subdividido en dos partes) comienza con la corneta en primer plano, casi en plan Jon Hassell, mientras la marimba se mantiene en un segundo plano, hasta que erupcionan el resto de los instrumentos, en especial la batería, que sirve para que Thompson se luzca. Es la primera revisión del disco Dalmak (2013) que fue grabado en Turquía con algunos músicos locales invitados, una influencia que queda plasmada en buena parte del álbum, muy en especial en los otros dos temas que interpretaron más adelante.

Otras dos composiciones del reciente disco siguieron en el repertorio. La audiencia para ese momento lucía extasiada, conocedora de estar asistiendo a un concierto de proporciones épicas basado solo en el poder de las interpretaciones y de unas composiciones cuidadosamente talladas. No hay necesidad de artificios extras como proyecciones o juego de luces. Incluso las palabras estuvieron escasas, aunque fueron suficientes las intervenciones de Foon y Cawdron. La primera de las piezas, “La Plume des Armes”, mezcla una primera parte de naturaleza mántrica con una segunda de aroma jazzístico. Mientras la segunda, “Que se vayan todos!”, es sin duda uno de los puntos álgidos y quizá la que podría estar más cerca de las explosiones rítmicas de Godspeed You! Black Emperor. Comienza con una ambientación delicada de bajo y teclado para derivar en un apocalipsis rítmico salvaje cuyo final produjo una gran ovación.

Amenazaban con despedirse pero tocaron “Traslator´s Clos” uno de esos apabullantes temas del disco Dalmak que a pesar de adolecer del darbuka, mantiene las escalas turcas que en su momento contribuyeron a que el disco obtuviera varios reconocimientos. Soberbia manera de despedirse por primera vez.

esmerine esmerineObviamente nadie pretendía abandonar la Sala El Sol sin un bonus. Agradecidos regresaron a tarima. Lo que aún quedaba eran dos maravillas. A Sanderson le quedaba por tocar el saz, el popular instrumento de cuerda turco, sonido central de “Barn Born Fire”, pegadizo tema que se presta para bailar dabke. Poco les quedaba por demostrar, pero faltaba el minimalista, melancólico y evocador tema “Lullaby for Nola”, con el cual nos dejaron en estado de trance. Casi para llorar de la emoción.

Pocos conciertos reconcilian tanto con el poder transformador y oxigenante de la música como el ofrecido por estos cinco canadienses. Bravo Giradiscos por esta apuesta.

Juan Carlos Ballesta (Texto, fotos y videos) @jcballesta