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Festival Río Babel 2018: dos días de hedonismo y cultura musical (Madrid / Julio 6 y 7, 2018)

Bunbury
Enrique Bunbury, Festival Río Babel 2018 © Oscar Ribas Torres (@oscarribast)

Festival Río Babel

Feria de Madrid, espacios abiertos

(Julio 6 y 7, 2018)

 

Lo primero que llamó la atención cuando se hizo el anuncio de la segunda edición del Festival Río Babel fue la diferencia en el tamaño del cartel respecto a la ambiciosa edición inaugural de 2017 que presentó a 28 propuestas repartidas durante tres jornadas. Esta vez se redujo a dos fechas y 16 propuestas, con menos nombres de primera línea. Otra diferencia fue la variedad de países representada. Mientras en 2017 hubo artistas de diez naciones iberoamericanas, esta vez el número descendió a seis países, incluyendo a Inglaterra y Australia. De Latinoamérica hubo predominio argentino (cinco) y peruano (dos). Inicialmente se había anunciado al grupo mexicano Molotov, pero finalmente no se confirmó.

Aunque en principio pudiera parecer que estas diferencias actuaron en su contra, no fue así. El resultado probó ser de altura, ratificando al Río Babel como un festival sincero, ecléctico y a la vez coherente en su selección de artistas. Las mejoras en logística y facilidades fueron notables. Incluso, la reducción a dos jornadas resultó en un festival menos maratónico y disfrutable. Los espacios abiertos de la Feria de Madrid fueron acondicionados de manera que los asistentes pudieran disfrutar de una experiencia completa, con dos tarimas contiguas de igual envergadura. La impecable dirección técnica permitió la fluidez entre grupo y grupo, mientras que el sonido estuvo sobresaliente. Los grupos que tocaron tras la caída del Sol tuvieron la suerte de contar con estupendo juego de luces.

Los food trucks ubicados al fondo ofrecieron variedad gastronómica, que aunado a la adecuación de una amplia zona con mesas y sillas y una buena parte del asfalto cubierto por  cesped artificial de pelambre corto, ayudaron a convertir el festival en un encuentro social muy agradable en el que incluso se vieron parejas con niños pequeños.

Día 1:

La primera fecha la comenzó la pegadiza propuesta de Jenny and The Mexicats, con la vocalista inglesa Jenny Ball al frente, junto a la banda que componen un español y dos mexicanos. El festival empezaba con buen pie, con la mezcla de rockabilly, folk, reggae, son, country, flamenco…el sonido híbrido que caracteriza a Río Babel.

Ambos días tuvieron que competir con los partidos de Cuartos de Final del Mundial Rusia 2018 y no era raro ver a personas concentradas en sus teléfonos móviles siguiendo las incidencias o buscando información en las redes sociales.

La agrupación peruana We The Lion siguió en el orden, la cual se estará presentando en varios festivales en España. A pesar de haberse formado en 2016 el sexteto ha alcanzado gran popularidad gracias a que la compañía Movistar ha utilizado el tema “Found Love” para una campaña publicitaria, parte de su único disco Violet. Su formación de sexteto liderado por Alonso Briceño (voz), Luis Buckley (ukelele) y Paul Schabauer (guitarra) y que también cuenta con violinista, bajista y percusionista, se mueve en un terreno cercano a Mumford and Sons, tanto que para cualquier incauto sería difícil identificar que el grupo proviene de Lima, ya que además cantan en inglés.

Uno de los puntos fuertes apareció entonces en el escenario como el huracán que es: Nathy Peluso, “la sandunguera”. La argentina es un remolino lleno de sexualidad. Su pronunciación pudiera hacer pensar que es caribeña, de Cuba, Puerto Rico o República Dominicana. Ella maneja los tiempos con sus movimientos de cadera y su naturaleza indomable recuerda a La Lupe. Su banda de altos quilates se pasea por el funk, el bugalú, el trip hop, el soul y mucho más. A escena es recibida con una introducción instrumental y la presentación en grande que hace el baterista, recordando inevitablemente la forma en que era recibido James Brown en sus conciertos. “Estoy triste”, “Hot Butter”, “Bang Bang (My Baby Shoot Me Down)”, “Sandía”, “Esmeralda”, “La Sandunguera”, entre otros temas, fueron parte de su repertorio. Durante su performance se desarrollaba el partido Brasil-Bélgica y algunos hacían pausas para desviar su atención hacia el móvil, pero Peluso era más poderosa que el juego.

El siguiente en aparecer fue el cantante, guitarrista y percusionista gaditano Juanito Makande (Juan Medina Herranz). El comienzo de su show coincidió con la salida de Brasil de Rusia 2018, el último de los equipos hispanoamericanos que quedaba, tras la eliminación de Uruguay tres horas antes. Acompañado de una banda sin fisuras, se colocaron en una especie de semicírculo, como si en el medio fueran a aparecer los bailaores, para desgranar su mezcla de palos flamencos aderezados con algo de funk y jazz. El público cantaba y bailaba, no solo al frente del escenario sino también en la parte de atrás frente a los food trucks. Sin embargo, avanzando el show se nos hizo algo repetitivo.

Sin duda, el punto fuerte de la primera jornada fue Bunbury, cuyo concierto fue realmente redondo, sólido. Duró el tiempo justo, paseándose por buena parte de su carrera solista, con cierto énfasis en su reciente disco, Expectativas, que en vivo suena especialmente bien gracias a una banda en la que todos tienen un peso específico propio. Bunbury agradeció con frecuencia con un simple pero significativo “muchas gracias” y la asistencia le retribuía cantando cada canción. Así, del repaso al reciente disco con “La ceremonia de la confusión”, “La actitud correcta”, “En bandeja de plata”, “Cuna de Caín”, fue echando mano a su fantástico catálogo (“El hombre delgado que no flaqueará jamás”, “Mar adentro”, “El anzuelo”, “Pequeño cabaret ambulante”) para lanzarse una seguidilla poderosa que incluyó a “El extranjero”, “Que tengas suertecita”, “De mayor”, “Maldito duende”, “Si”, “Infinito” y “Lady Blue”.

La continuación fue con Alamedadosoulna, la banda de ska madrileña que contagió a todos los presentes. La ubicación de casi todos los músicos al frente en línea horizontal ayuda en el cometido de sentirse más cercanos al público, que no paró de bailar y brincar. Tuvieron la difícil labor de estar ubicados en el cartel entre Bunbury y una de las bandas más esperadas: Los Auténticos Decadentes.

La representación argentina tuvo a dos de sus principales representantes cerrando la primera fecha, ya pasada la media noche. Muchos de ellos esperaban con ansias a Los Auténticos Decadentes, uno de los emblemas de la música argentina que celebra 30 años de trayectoria. Se hizo evidente quiénes eran argentinos ya que se sabían cada canción y las cantaban con toda su fuerza. Algunos se fueron antes de terminar el show para aprovechar el Metro antes que lo cerraran. El último show correspondió a King Coya & The Queen Cholas, el interesante proyecto que lidera Gaby Kerpel y que mezcla el folklore argentino y andino, la cumbia, los beats electrónicos y la danza contemporánea encarnada en Martina Kogan, Iara Nardi y Laura Friedman.

Día 2:

La segunda fecha comenzó con Los Caligaris, otra banda argentina con trayectoria que desde el inicio animó a los que ya habían llegado con su melting pot que en algo recuerda a La Pegatina. De inmediato se montó el proyecto inglés Quantic, que comanda el guitarrista y bajista Will Holland, con otra propuesta que funciona como esponja de diversos ritmos, producto de los seis años que Holland vivió en Cali, Colombia, y su mudanza a Nueva York. En su música desfilan funk, cumbia, jazz, trip hop y tropicalismo. En la parte final de su show ya jugaban Croacia y Rusia, partido que llegó hasta los penaltis y dejó afuera a la selección anfitriona. El cantautor Arco tocó durante ese partido. Su show fue largo, o quizá lo aburrido del mismo nos hizo sentir eso.

Las cosas cambiaron radicalmente con la llegada de Bebe cuyo show, en cambio, nos pareció corto. Fue de menos a más, comenzando de manera calmada para terminar con sus temas más cañeros en plan boggie-rock como «Chica precavida» y “Que carajo” y su sensualidad a tope. El sillón de mimbre Emmanuelle ubicado al centro le sirvió como perfecto elemento decorativo y también para enfatizar su movimientos sensuales. Bromeó con el calor y en algún momento comento con gracia que había que sacar los pellejos a pasear. «Respirar«, “La Bicha”, “Ella”, “Niña de fuego”, “Me fui”, sonaron muy bien.

El siguiente en el cartel fue la banda australiana The Cat Empire, que mezcla ska, funk, rock y jazz con naturalidad, aunque a veces pueda parecer excesiva. Cada músico tiene un rol vital en el sonido, aunque al frente estén Félix Riebl (percusión y voz), Harry James Angus (trompeta y voz) y Ollie McGill (teclado y coros), que llevan el protagonismo. Más atrás, Will Hull-Brown (batería), DJ Jamshid «Jumps» Khadiwhala (mesa de mezclas y percusión) y Ryan Monro (bajo y coros), completan el sexteto que puso a todos a bailar y cantar. Por momentos recuerdan el sonido de la legendaria banda británica Madness y en otros a Mano Negra.

Sin embargo, aun faltaba el momento culminante que ocurrió con Crystal Figthers, la banda formada entre Londres (Inglaterra) y Navarra (España) por Sebastian Pringle (voz líder, guitarra), Gilbert Vierich (secuencias, teclados, guitarras, txalaparta, percusión), Graham Dickson (guitarra, txalaparta), Laure Stockley (voz) y Mimi Borelli (voz). El coctel sonoro que logran es altamente contagioso y en él se conjugan los ritmos electrónicos bailables con fuerte predominancia del bajo profundo, el folk vasco, el techno-punk y una especie de tribalismo entre África y Brasil. La introducción que realizan Vierich y Dickson tocando dos txalapartas (el ancestral instrumento de la familia de los vibráfonos y balafones, compuesto por troncos de madera que se tocan con palos verticalmente) fue fantástica, precediendo a la explosión de luces y confetis. A partir de ahí la fiesta no paró con temas infalibles en directo como “I Love London” (en apoyo a la fiesta del Orgullo Gay que se celebraba en simultáneo), “Love Natural”, “LA Calling”, “Yellow Sun” o “I Do This Everyday”.

No era fácil agarrar el testigo de Crystal Fighters, así que la tarea para el conocido grupo argentino Miranda se antojaba cuesta arriba. Sin embargo, contaron con muchos fans entre la audiencia y eso ya les dio el impulso suficiente, junto a su conocido desparpajo. No obstante, como ocurrió la noche previa, una buena cantidad comenzó a abandonar el recinto.

La banda perjudicada fue la peruana Dengue Dengue Dengue, sin duda una de las propuestas que resultaba más interesante a priori con su electrocumbia, chicha electrónica e imaginería inca.

Esta segunda edición del multicultural Festival Río Babel congregó a unas 15.000 personas, sin aglomeraciones molestas ni incidentes. El calor no fue tan sofocante. Fue, sin duda, uno de esos festivales a los que provoca asistir, tanto por su oferta musical y el buen cuidado de la producción técnica, como por las facilidades para el disfrute pleno.

Juan Carlos Ballesta (texto y videos) @jcballesta

Fotos: Óscar Ribas Torres @oscarribast