El 9 de octubre de 2000 vio la luz el monumental doble álbum de la agrupación canadiense de post rock, compuesto por cuatro largas suites
Godspeed You! Black Emperor
Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven
Constellation / Kranky. 2000. Canadá
Mira las nubes, redescúbrelas. Mira el cielo por encima de las nubes. Imagina cóndores en órbitas estratosféricas. Supón cielos más allá de la ausencia de azul. Emprende ese vuelo, apuntala el pecho como un escudo contra la ventisca, como elevándote raudo en cuerpo y alma.
Esta sensación, este rapto místico es el que hace que “alcemos nuestros raquíticos puños como antenas al cielo”. Hay una cierta esperanza, pero no es terrena, no es de este mundo. Esta música nos revela nuevamente ese saber.
Para un muy helado colectivo canadiense, estás revelaciones que ofrecen al mundo en Álbum doble, aspiran a salvar millones de vidas. Sobre todo, tomando en cuenta la sinfonía apocalíptica que representó su primer álbum F♯ A♯ ∞ (1997).
Se trata ahora de volar en las alas cenicientas aún del Ave Fénix. “Así sea mugrientos arribaremos al más allá” –parece la leyenda más adecuada a la monumental madeja instrumental de esta producción. No es la primera vez que el arte promete redención en momentos de crisis extrema y decadencia.
El mensaje de Goodspeed You! Black Emperor es moral, no hay duda. ¿Pero quién no almacenaría sin piedad adrenalina en el músculo vital de un moribundo?
Los ejemplos parecen sobrar: un Ludwing van Beethoven ensordecido, insolente, dado por loco, desprestigiado y senil, cantó monumentalmente a la alegría al final de su vida, posponiendo para siempre su propio Réquiem.
Pero afirmemos sin titubeos que quien es tan honorable como para gritar “¡cima!”, dedicará necesariamente movimientos al purgatorio. Tal es el caso de Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven, que también transcurre por pasajes donde la sección de cuerdas y el Theremin describen dolorosas purgas. Aunque la epopeya no acabará allí.
En una actualidad fistulada con suicidios colectivos, teniendo la religión por bandera, el mensaje de GYBE quizás no sea el del fanatismo religioso, pero sí el de reconocerse también en esta clase de horrores. Por ejemplo, en piezas como «Gathering Storm/Il Pleut à Mourir [+Clatters Like Worry]» -segunda del primer disco y parte de la suite “Storm”-, toda la orquesta se destripa para hacernos latente esto: yendo así del el sermón hasta el aullido.
Pero para tener esperanza hace falta haber perdido, haberlo perdido casi todo. No es la esperanza lo que queda en la Caja de Pandora –nunca estuvo contenida allí. Es la esperanza lo único que queda al nada quedar.
Las reminiscencias de una voz anciana en “Terrible Canyons of Static” -primera pieza de la segunda suite, “Static”- se intercalan con melodías que pueden retomar la gloria en lo perdido: es puro arrebato romántico al servicio estético del decadentismo contemporáneo.
Pasearse por los extremos más dispares de las emociones puede parecernos un repaso de lo que Friedrich Nietzsche consideraba musical antes de su rompimiento con Richard Wagner.
No es precisamente “monumentalidad” lo que uno espera de una obra de música popular. Sin embargo, los afectos no perdonan y se dejan convencer: “Sé que algo en la cultura siente esta misma miseria”. Por eso la música, esta música que te hace alzar los famélicos brazos, tiende a apartarnos del resto para reposar en paz bajo la lápida de una gloria nunca consumada.
En ese sentido, esta producción de GYBE es como un huracán dando respiración boca a boca a las puertas de la asfixia: lo mismo te salva la vida que te arrebata. Es particular que en música -como es este el caso- el rapto sea una acción afín a un afecto tan urgido como la esperanza.
José Armando García
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