King Coya & The Queen Cholas / + Dúo La Loba
El Intruso Bar, Madrid
(Julio 25, 2018)
Una maravillosa noche de música es aquella en la que te sientes cerca de las canciones y de los artistas. Suele pasar que en los pequeños locales se tenga la cercanía física, pero no necesariamente espiritual.
El proyecto argentino King Coya, que dirige Gaby Kerpel, se había presentado junto a The Queen Cholas en el Festival Río Babel, luego del cual siguió su rumbo por otros países europeos para terminar de nuevo en España en el festival Pirineos Sur y finalmente en este acogedor bar madrileño, El Intruso. Originalmente se había anunciado otro grupo para abrir la noche, pero a última hora se anunció que sería el Dúo La Loba. No pudo ser mejor la decisión.
Guadalupe Álvarez Luchía y Javer Zarember Calequi conforman una de las más maravillosas agrupaciones que hacen vida en Madrid. El año pasado lanzaron El disco hermoso, que han estado tocando sin parar desde marzo de este año cuando lo estrenaron en la Sala Galileo Galilei, y eso incluye a Argentina, país de origen de ambos. Para nosotros fue una revelación ese disco y por ello lo incluimos en nuestra lista de recomendaciones de 2017. Esa sensación de estar ante una propuesta sensible, emotiva y sincera la corroboramos en una entrevista y luego en el showcase. Ahora, en formato íntimo, las canciones demuestran su solidez, más allá de la ausencia de cuerdas y de los sofisticados arreglos que se escuchan en el disco.
Guada (voz) y Javi (guitarra), con una muy dosificada percusión, fueron desgranando un repertorio compuesto por doce canciones, nueve de ellas del reciente disco. Con la humildad que les caracteriza saludaron y comenzaron con las sutiles “Ruego” y “Viento patagónico”. Luego se pusieron de frente uno al otro (de medio lado respecto a la audiencia) para cantar la sentimental “Antonia”, que Zarember dedicó a su abuela, pero que también sirve para la abuela de Guadalupe que se llama igual. En la misma posición siguieron con otra joya, “Luciana”.
Entre los temas que vienen interpretando desde hace algún tiempo pero que no aparecen en el disco está la deliciosa “Luna de Organdí”, la cual precedió a la nueva composición “No es mío”, que ya anuncia reluciente lo que será el siguiente álbum. Javier anunció entonces “Princesa”, que en ausencia de Jorge Drexler -invitado en el disco- la canta él. Ocurrió entonces uno de los momentos más emotivos cuando Guada bajó de la pequeña tarima buscando pareja de baile para “Vals rioplatense” y terminó bailando con su papá presente en el público, mientras cantaba sin micrófono la primera estrofa. Luego bajaron los dos para interpretar sin micros el tema “Rosa”, una delicada composición del uruguayo Rubén Rada. Con “Bailemos” lograron que algunas parejas se animaran a bailar y también que algunos ojos se cristalizaran. Es, sin duda, un tema de gran sensibilidad.
En la recta final, complacidos ellos y agradecidos todos, cantaron “Voy y voy”, para despedirse con “Llueve con Sol”, dedicada a la ciudad que los ha acogido con mimo.
Pocos minutos después, el panorama cambió por completo cuando apareció Gaby Kerpel con su indumentaria indígena a medio camino entre la etnia Coya del noreste argentino y la inca, para comenzar lo que sería una verdadera fiesta de cumbia, chicha peruana, chacarera, candombe, cueca, kuduro, trap, samba, regueton, murga y otros ritmos étnicos africanos y latinoamericanos, todo diseñado electrónicamente de manera magistral. El lanzamiento del nuevo disco, Tierra de King Coya, hizo que el repertorio se centrara en este material, aunque también hubo espacio para temas anteriores. En directo, sin embargo, suenan diferentes y eso se agradece tratándose de un proyecto musical unipersonal. El tema que le da nombre, con la voz de La Walichera y las flautas de Kerpel, es una cumbia cadenciosa que en directo suena fantástica. La piedra fundacional está en aquel disco editado por Kerpel en 2001 que produjo Gustavo Santaolalla, Carnabailito, cuyos ecos se escuchan en varios de los temas.
Kerpel es el Rey Coya, el chamán ceremonial, quien con una baqueta en la mano derecha golpeando un pad mientras controla las secuencias con la otra, va lanzando pistas sin descanso, mientras de vez en cuando sopla la flauta andina, canta y se atreve con alguna coreografía. Mientras, la música hace su infalible trabajo de contagiar sin remedio a los presentes.
Pero Kerpel no está solo. Se acompaña muy bien. Tras una introducción instrumental, aparecen las únicas dos Queen Cholas que lo acompañaron en esta oportunidad: Iara Nardi y Laura Friedman, con Martina Kogan ausente. En el primer segmento utilizan máscaras de llamas, un animal exclusivo de Los Andes peruanos y bolivianos. Ambas despliegan un poderío físico envidiable durante el show, con algunas entradas y salidas del escenario, en muchas ocasiones para confundirse con el público y serpentear entre las personas. Sus técnicas combinan la danza moderna con bailes como la capoeira, la murga y el kuduro, la sensualidad con la acrobacia y los movimientos dancísticos, en su justa medida. Además, tienen habilidades vocales y participan activamente en algunos temas como “Pachama” (Nardi) o “Pa que yo te cure” (Friedman). Casi siempre bailan en simultáneo, pero cada una tiene su momento para lucirse en solitario y lo aprovechan. En la parte final del show comandan ese ancestral baile alrededor de un palo que en cada país se llama diferente (Sebucán, Palo de Cintas, Danza de las Cintas, Palo de Mayo…) pero que en definitiva representa un ritual de integración. El público participa y la fiesta de King Coya & The Queen Cholas alcanza un maravilloso clímax.
Gaby Kerpel lleva poco más de una década con este proyecto que comenzó como una experimentación electrónica de laboratorio pero que con los años se ha hecho cada vez más atractivo en directo, gracias a la incorporación de las fabulosas bailarinas y a la propia maduración que le ha dado a la propuesta, que se mueve de lo ancestral a lo digital.
El hecho que la concurrencia no fuera masiva incidió en que los presentes nos sintiéramos en complicidad. Delante de la tarima nadie pudo quedarse quieto, incluyendo a Guadalupe y Javier, que luego de tocar se unieron al público y no dejaron de bailar.
Un acierto de Charco Música.
Juan Carlos Ballesta