El estadounidense Noel Scott Engel (1943-2010) hizo el recorrido al revés. De la luminosidad pop de su primera etapa con The Walker Brothers y como solista pasó a una etapa para muchos indescifrable, laberíntica, que comenzó con el disco Climate of Hunter en 1984 y se extendió hasta su imprevista muerte a los 76 años. Deja una obra amplia y sin duda, digna de estudio.
Juan Carlos Ballesta
El caso de Scott Walter es uno de los capítulos más particulares y enigmáticos de la historia de la música pop. Su comienzo como cantante en Estados Unidos- cuando era conocido como Scott Engel– ocurrió en medio de la ola de ídolos para adolescentes (teen idols) a comienzos de los años 60.
Pero poco después se unió a John Maus y Gary Leeds para formar The Walker Brothers, un grupo en el que ninguno era hermano, ni tenía ese apellido. Tampoco eran británicos, aunque su ascenso fue asociado con la llamada Primera Invasión Británica, dado que en 1965 habían decidido mudarse a Inglaterra.
El trío tuvo una primera etapa fulgurante, pero corta. Scott se había erigido en el líder, desplazando a John de ese rol. Pronto las tensiones aflorarían y tras el tercer disco, Images (1967), se separaron. Dejaban para la posteridad exitazos como “Love Her”, “Make It Easy on Yourself”, “My Ship is Coming In” y la muy memorable “The Sun Ain’t Gonna Shine Any More”.
Rebautizado definitivamente como Scott Walker, su potente y dramática voz lo convirtió en la fuerza motriz de la agrupación hasta que en 1967 sus singulares ideas lo llevaron a emprender una carrera como solista
Los primeros pasos de Scott Walker solo
Ese mismo año 1967, Scott comenzaría su carrera solista. A contracorriente, en medio del pináculo de la psicodelia pop que impregnaba toda la nueva música a ambos lados del Atlántico, Scott buscó inspiración en crooners tipo Sinatra, Tony Bennett o Jacques Brel, con la gran diferencia que sus textos hablaban de prostitutas, travestis, suicidas y en general de las miserias del alma humana.
Sus primeros cuatro discos, editados con números correlativos en apenas dos años, fueron un éxito en Gran Bretaña, mientras en su país permanecía como un perfecto desconocido.
El segundo de ellos, Scott 2 (1968) escaló hasta el primer lugar de las listas británicas en medio de la moda hippie, la psicodelia y el rock lisérgico. Todo un mérito para un creador cuyas composiciones, arropadas por atípicos arreglos orquestales y una voz profunda y a veces afectada, nunca han atraído a las grandes discográficas.
Scott 4 (1969), el mejor trabajo de aquella época, no logró sin embargo el mismo impacto que los anteriores, lo cual llevó a Walker a transitar un espinoso camino en el que perdió la brújula. Tras cuatro prescindibles discos de versiones, el acercamiento al country en We Had It All (1974) pareció devolverle la brillantez y la autoridad a su voz. Pero hasta allí parecía haber llegado Walker. No más entrevistas ni apariciones públicas.
El fracaso de sus recientes discos, lo empujó a revitalizar a The Walker Brothers, editando tres nuevos álbumes, sin demasiado impacto. Los dos primeros, No Regrets (1975) y Lines (1976), fueron versiones, muchas de ellas aún teñidas del sabor country que impregnaban sus anteriores trabajos.
Sin embargo, en el tercero de ellos, Night Flights (1978), cada uno aportó cuatro composiciones propias. La oscuridad que tenían la de Scott, en especial “The Electrician”, podían dar pistas de su cambio de dirección.
El viaje de Scott hacia los confines del alma
Una década después de su anterior trabajo solista y seis del último con Walker Brothers, su irrupción con Climate of Hunter (1984) devolvió la esperanza. Pero aquel intrigante disco lleno de textos oblicuos, estructuras semi-clásicas, de espíritu impenetrable pero con cierta cercanía al rock, se convirtió en una señal en medio de las tinieblas. Ni eso ni el intento de resucitar a Walker Brothers lo sacó de su ostracismo.
Otra década más pasó hasta la aparición del sombrío y gótico Tilt (1995), una obra dolorosa, lúgubre y llena de sufrimiento que dejó como secuela a Pola X (1999) la banda sonora del homónimo film francés.
Con el empuje, fue comisionado como curador del Festival Meltdown (en el cual no tocó), y en 2001 produjo el disco We Love Life de Pulp. El propio Jarvis Cocker fue el encargado de presentar el premio por sus contribuciones a la música entregado por Q Magazine en 2003, que antes solo habían recibido Phil Spector y Brian Eno. Todo ello sirvió para que se lanzara el cofre de cinco discos, 5 Easy Pieces, con material de todas su carrera.
El nuevo silencio discográfico de Scott Walker volvió a romperse con el denso y arriesgado The Drift (2006), apenas su tercer disco de canciones en 30 años, cargado de ambientes opresivos, ritmos fracturados y oscuros arreglos.
Con su voz intacta, aquel fue quizás el puñado de canciones más impresionantes que a los 63 años podría habernos regalado Scott Walker en su errática pero única carrera como cronista de las penas, las decepciones, las traiciones, los tormentos y las amarguras.
Un revelador documental sobre su vida, 30 Century Man, producido por David Bowie, vio la luz en 2007, a la par de un tema instrumental de 24 minutos, “And Who Shall Go to the Ball? And What Shall Go to the Ball?”
La etapa más reciente de su actividad comenzó con Bish Bosch (2012), con la misma voz inquietante de siempre, infectado con fragmentos musicales y ritmos irritantes, que encajan como el Prozac y las sesiones de electroshock.
Siguió Soused (2014), la notable colaboración con la agrupación experimental Sunn O))). Dos bandas sonoras siguieron, The Childhood of a Leader (2016) y Vox Lux (2018), los últimos testimonios de un tipo tan lúcido como impenetrable, tan cuerdo que rayó en la locura, tan oscuro que irradiaba genialidad.
Thom Yorke, Jarvis Cocker, Damon Albarn, Nick Cave, David Sylvian, Neil Hannon (The Divine Comedy), Marc Almond, Douglas Pierce (Death in June), Alex Turner (Arctic Monkeys), Julian Cope, Tim Bownes, David Bowie, Steven Wilson, Richard Hawley, Morrissey…son apenas algunos de los que, en mayor o menos grado, han recibido influencias de Scott Walker.
Se ha ido un tipo peligroso. Lo echaremos mucho de menos.
Juan Carlos Ballesta
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