24El segundo disco de la agrupación franco-inglesa fue publicado el 24 de agosto de 1993, notable paso adelante ¿Y si el futuro fuera analógico?
Stereolab
Transient Random-Noise Bursts With Announcements
Duophonic/Electra. 1993. Inglaterra/Francia
Transient Random-Noise Bursts with Announcements ha cumplido 30 años desde su lanzamiento en 1993. Eso es mucho qué decir para un disco que se escuchaba como sacado de la discografía de una banda que, 20 años atrás, sonaba 20 años adelantada.
Me explico: Stereolab, en su segundo disco, suena a como sonaban las bandas más “punta-de-lanza” de finales de los 60 y principios de los 70. La banda se equipó con todo lo necesario para sonar fuera de su época, y luego entonces, futuristas. Anacrónicos, dirían aquellos que no se atreven a invocar la nostalgia.
Los teclados analógicos ayudan. Vox, Farfisa y Moog bajo el brazo, la banda franco-inglesa estaba decidida a hacer del vintage una obra épica. Lo logró.
A Stereolab le sobran sustantivos y le faltan adjetivos: su nombre es marca registrada ya. Pero costó mucho registrar un sonido que evocaba a tantos y en el que se reconocían tan pocos. Para mí, era una estrategia deliberada: entre lo puramente lúdico y lo opuesto en tanto extremo. Stereolab sonaba a filo labrado con ejercicio, a antenas de folios de aluminio, a transición de AM a FM, a estéreo en reproductor mono.
La lección la tuvieron aprendida de Velvet Underground y Neu!, dos bandas que no sonaban a su época, pero que resonaron en la posteridad. Es ese sonido, ese randon-noise bursts que hace calurosa a la tecnología de las décadas que pasan. Todo devendrá reliquia, y Stereolab lo supo siempre. ¿Por qué no armar un jolgorio con tanta tecnología chatarra que el estreno descartará forzosamente?
La actitud no es nostálgica, ¡cuidado! Stereolab responde a años de “grabaciones en estudio profesional” con tecnología MIDI, al sonido impoluto del que los músicos de finales de los 80 gustaban jactarse.
Stereolab extraña la carraspera del vinilo, y la trae de vuelta para que nos percatemos de la primicia de la que nos hemos privado con el monopolio del Compact Disc (hablamos de principios de los 90).
El disco comienza con “Tone Burst”, una pieza cabalgante con teclados desacordes. La voz de Lætitia Sadier encabalga, y a nosotros nos dan ganas de ser piel-roja. La pieza termina en una explosión de ruido cacofónico que la percusión hace épico. No es difícil evocar estrategias propias de Sonic Youth.
Le sigue el raga analógico “Our Trinotone Blast”, intercalado con armónico de voces a lo Miranda Sex Garden. Uno que hacía lo analógico monocromo, encuentra la variedad reconfortante, y ya el disco te engancha.
“Pack yr Romantic Mind” le debe mucho al shoegazing tanto como al lounge de los 60: es un viaje en clave de bossa-nova de Ipanema al espacio estratosférico. Lounge y shoegazing, algo así como sí la silla Barcelona causase joroba: es reconfortante y abrasiva a un tiempo.
“I’m Going Out of My Way” es como escuchar a los Beach Boys teniendo una sesión de descarga a lo Neu!: rítmica, repetitiva, hipnótica hasta el más allá.
“Golden Ball” es “All Tomorrow’s Parties” cantada en voz simulando un Vocoder. “Pause” es un interludio con juego de voces a lo grupo eclesiástico que da solaz en mitad del bullicio. No tarde, el álbum retoma el ruido, “Jenny Ondioline” -quizás la más popular del álbum- es la perfecta combinación entre texturas shoegazing e hipnotismo krautrock.
De mis favoritas es “Analogue Rock”, y ya el titulo revela el porqué: encarna el espíritu del álbum. “Transient…” es certeramente Analoque Rock: un género nacido a destiempo y destinado a morir en cada pieza.
Por esto es que Stereolab se las juega todas en una épica que desborda en ruido, reverberaciones y zumbidos. Tim Gane no escatima en ecos y distorsiones, la única condición es hacerlos analógicos en una era post-digital.
¿Acto de resistencia o reaccionarismo? El tiempo ha dicho que “Transient…” sobrevive el tiempo con un sonido que refiere a una herencia con la que no podemos dar enteramente.
El álbum no me abandona sin darme definitivamente mi favorita, “Crest”, crescendo de ritmos repetitivos hasta que rompe la marejada. Cualquiera aspira a la ola de la cresta, porque la cresta de la ola te abandona a tu propia inercia a mitad de una canción como esta.
“Crest” es todo lo que aspiramos de este disco: una onda que te mantenga al filo del ahogue en su magnitud.
El álbum cierra sucio con “Lock-Croove Lullaby”, que es una declaración de principios: si los lullabies son tonadas de dormitación, Stereolab concluye el disco con un ruido que despierta, previene, incluso alarma a la luz de lo que estaría por venir.
Nada menos para una banda que sabe cómo el futuro pudo sonar desde mucho antes, cuando nadie daba un céntimo por volver atrás, retomar el pasado, desempolvarlo y traerlo al frente con la dignidad de quien estrena ropa de segunda mano.
El álbum despacha lo que promete: un estallido de ruido aleatorio y pasajero con algunos anuncios. A veces un brinco atrás trae el futuro.
Es un hecho que el tiempo no es progresivo, y que para anunciar el futuro, a veces hace falta estruendos analógicos que, aunque suenen desacordes a la era, declaran que lo que ha podido ser, nunca será, a menos que lo ejecutemos como si la ola rompiera en la cresta.
José Armando García
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