En agosto de 1967 fue publicada la maravillosa segunda obra del cantautor estadounidense, llena de folk y psicodelia pero también de una osadía poética que la convierten en un clásico
Tim Buckley†
Goodbye and Hello
Elektra. 1967. EE.UU.
Breve y de prolija obra fue la vida del cantautor estadounidense Tim Buckley (1947-1975), quien logró cautivar a una generación sedienta de un cambio sustancial en aquellos años llenos de conflictos, ácido y liberación total que, al menos por un tiempo, estuvo mediado por experimentos sociales.
La música de Tim caló por su mezcla de jazz, funk, soul, avant-garde y la muy en boga música psicodélica en la segunda mitad de los 60. A sus 28 años, Buckley encontró su final en los excesos de morfina y heroína, dejando un importante legado en casi una decena de long plays que iniciaron con el folk y que fueron decantando en obras más sofisticadas.
En esta oportunidad el entonces conocido productor Jac Holzman se encargaría de cuidar todos los detalles de este disco, segundo en la discografía del recordado músico.
Más de una docena de músicos participan de este histórico momento que algunos expertos han considerado una piedra angular del género folk, colocándolo entre los 1000 discos más notables de la historia de la música popular.
El álbum abarca 10 composiciones precedidas por nuestro encuentro visual con el rostro del autor, imagen captada por el reconocido fotógrafo Guy Webster.
“No Man Can Find The War” abre el set con un trueno y una clara imagen bélica. “Fotografías de armas y llamaradas / calaveras escarlatas y víctimas distantes / bayonetas y sonrisas de la selva / soñadas pesadillas de hombres sangrando / mirones que observan en la orilla pero no hay hombre que pueda encontrar la guerra”, canta Tim
Buckley es acompañado por Lee Underwood en la guitarra líder, Jim Fielder al bajo, las congas de Carter C.C. Collins y Eddie Hoh en la batería.
Acto seguido escuchamos la contrastante “Carnival Song” en la que Buckley nos dice: “Llora el cantante por las mentiras de la gente / él cantará para que el día traiga a la noche / arde el circo entre llamas carnavalescas y por un rato no sabrás mi nombre / pero cantarás y bailarás y amarás por el oro y unos centavos”
Don Randi y Jerry Yester contribuyen con el armónium y el órgano recreando el ambiente de la pagana celebración, y añadiendo además un aire barroco.
“Pleasant Street” es un tema en el cual Tim canta usando recursos como el vibrato. “No recuerdas que decir / no recuerdas que hacer / no recuerdas donde has estado / no recuerdas a quien escoger”
Concluyen el primer lado “Hallucinations”, co-escrita, al igual que la primera, por Larry Beckett y Tim Buckley, y “I Never Asked To Be Your Mountain”
La primera es una delirante historia posiblemente de origen lisérgico que dice: “Te vi caminando / sólo ayer / cuando corrí para atraparte / desapareciste y la calle era gris”
La otra, también se inclina a lo romántico. “Nunca pedí ser tu montaña / nunca pedí volar / recuerda cuando viniste a mí para contarme sus mentira /, no comprendiste mi amor / no sabes por qué lo intento / y la lluvia caía ese día»
El segundo lado de este histórico álbum abre con “Once I Was”, un tema donde apreciamos a Henry Ditz en la armónica y que en sus versos nos dice: “Una vez fui soldado / y luché en arenas extranjeras por ti / una vez fui cazador y traje carne fresca a tu hogar / una vez fui un amante y busqué tras tus ojos por ti / y pronto habrá otro para decirte que yo tan sólo era una mentira”
Seguidamente Tim nos interpreta “Phantasmagoria In Two”, un triste tema sobre la soledad, el amor y la muerte donde Dave Gard acompaña con el tamborín.
La dulce “Knight-Errant” con aires barrocos, nos relata un poco la búsqueda de un “caballero errante” en versos con una magia especial que intuyo son metafóricos y que Buckley parece delinear con finura.
Tim Buckley llena de grandiosidad los ocho minutos siguientes con el tema título para contarnos, acompañado orquestalmente, que “La gente antigua está en las mazmorras / dirigidas por máquinas y aterradas por el impuesto / sus cabezas en las tumbas y sus manos en sus ojos / acarreando sus corazones alrededor de pistas circulares / fingiendo para siempre sus torres de disfraces / no están realmente plagados de grietas que se ensanchan / y me despido del hierro y sonrío hola al aire”
El tema, como el anterior y el siguiente, fue compuesto por Beckett y Buckley y es el momento más encumbrado del álbum, el cual parece una canción extraída de un musical.
Finalmente, “Morning Glory”, el tema más delicado del disco, cierra el repertorio contándonos: “Encendí mi vela más pura cerca de mi ventana / esperando que llamara la atención de cualquier vagabundo que pasara por allí / y esperé en mi casa fugaz / antes de que viniera lo sentí acercándose / a medida que se acercaba sentí el antiguo miedo que había venido a herir mi puerta y burlarse / y esperé en mi casa fugaz”.
Festejemos entonces esta maravilla de disco de Tim Buckley, publicado hace más de medio siglo.
Leonardo Bigott
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