Hot Chip
Concierto en La Riviera, Madrid
(Noviembre 28, 2019)
La vuelta al ruedo discográfico de la agrupación londinense Hot Chip con su séptimo álbum, Bath Full of Ecstasy (2019), cinco años después de su anterior trabajo, la trajo a España con la energía renovada.
Hot Chip en directo suena mucho más potente y rockera que en los estudios, cuyo sonido es más prístino y aséptico, no por ello menos atractivo. Ambas facetas tienen su particular encanto. Sobre un escenario, los siete músicos arman una verdadera celebración, con un repertorio que se pasea por su discografía, premiando el lado más bailable.
Alaskalaska: una buena sorpresa
La noche fue comenzada por Alaskalaska, novel banda londinense conformada por Lucinda Duarte-Holman (voz líder, sinte), Calum Duncan (guitarra), Fraser Rieley (bajo, teclados, sintetizador, coros), Fraser Smith (saxos), Gethin Jones (bacteria) y Joe Webb (teclados), cuyo sonido es una interesante amalgama de sonoridades que recogen del indie pop y el art punk, recordando en ciertos momentos a The Sugarcubes.
Con seis temas, cinco de ellos del debut The Doots (2019), “The Doots”, “Bees”, “Bitter Winter”, “Happyface”, “Moon” y “Meateater”, el sexteto demostró solidez y futuro. Quizá le haga falta algo de más presencia escénica.
La celebración de Hot Chip
Decididos a ofrecer un concierto en el que nadie permaneciese estático, Alexis Taylor (voz, guitarra, sintetizador, piano eléctrico), Joe Goddard (sintetizador, voz), Al Doyle (guitarra, bajo, sintetizador), Owen Clarke (guitarra, bajo, sintetizador), Felix Martin (caja rítmica, secuencias, sintetizador), Rob Smoughton (guitarra, bajo, percusión, sintetizador) y Leo Taylor (batería), comenzaron briosos con “Huarache Lights”, “One Life Stand” y “Night & Day”, tres temas del pasado pertenecientes a los discos Why Make Sense? (2015), One Life Stand (2010) y In Our Heads (2012), respectivamente.
Como cabía esperar, el nuevo disco fue el más visitado, una muestra que comenzó justamente con el tema título, un tema menos acelerado que funcionó como el primer descanso.
De los álbumes anteriores el preferido fue In Our Heads, que siguieron revisando con “Don´t Deny Your Heart” y “Flutes”, dos temas pegadizos que siguieron inyectando adrenalina en la audiencia.
Subió aún más la euforia con “Hungry Child”, del nuevo disco, con la participación de la cantante Georgia, una de las actuales revelaciones británicas, canción que unieron con el viejo single de 2006, “Boy from School”, que sonó tremendamente adictivo.
El final desacelerado desembocó maravillosamente en “Spell”, otro temazo pegadizo del nuevo disco, que provocó -como en casi todos – que Owen Clarke bailara a placer.
“Positive” es otro de los pegadizos temas nuevos, que sonó cristalino, luego del cual sonó el trío de infalibles piezas antes de la primera despedida.
Pasa el tiempo y “Over and Over” mantiene intacto su encanto, con esa secuencia que la acerca a The Chemical Brothers. Por su parte, “Melody of Love”, del reciente álbum, se mueve en terrenos ya clásicos para Hot Chip, con una estética melódica en la onda de Orchestral Manouvres in the Dark (OMD).
Y como no podía ser de otra manera, nos cautivaron con “Ready to the Floor”, la cual sonó especialmente infecciosa. Delirio colectivo.
Alexis Taylor es un frontman sin aspavientos. Su rol vocal lo comparte con el piano eléctrico Wurlitzer y unos buenos –aunque esporádicos- guitarrazos. Goddard es el más estático, siempre al frente de su teclado, mientras Al Doyle -con una especie de batola o camisón y sombrero- es el compañero de “coreografías” de Clarke.
Por su parte Smoughton, generalmente ubicado en la sobretarima trasera, ocasionalmente bajaba a intercambiar rol de bajista con Doyle. Hot Chip funciona como un colectivo en constante rotación.
Aunque se retiraron, el septeto tenía todavía un ramillete de temas, comenzando con la sosegada “Look at Where We Are”, contraste total con la sorprendente versión del tema de Beastie Boys, “Sabotage”, que sin duda escapa del estilo sofisticado de Hot Chip, pero que definitivamente agregó valor al concierto.
El final con “I Feel Better” fue una forma elegantemente bailable de poner punto final luego de 90 minutos redondos en los que constatamos la estupenda salud de uno de los proyectos abanderados del pop electrónico del siglo 21.
Juan Carlos Ballesta (Texto y videos)