King Crimson
Queen Elizabeth Theatre, Toronto, Canada
(Noviembre 20, 2015)
El pasado 20 de noviembre de 2015 tuvimos la fortuna de estar presentes en el segundo de los tres conciertos que la legendaria banda inglesa King Crimson ofreció en la ciudad de Toronto, como parte del Tour Canadiense de 2015.
Doce años tenía Fripp y compañía sin pisar un escenario en Toronto, una ciudad que había sido visitada por la banda por primera vez en 1971, con aquella formación efímera de Fripp, Boz Burrell, Ian Wallace y Mel Collins que editó Islands a finales de ese mismo año. Con Mel Collins de vuelta en esta revisada versión de la banda que empezó a rodar de nuevo en el 2014, el sonido de Crimson en 2015 tiene muchas cosas afines con aquella formación de 1971, incluyendo muchos temas compartidos en el repertorio.
Los fanáticos de Crimson conocemos algunas de las “manías” de Fripp, en particular con el asunto de no tomar fotos en los conciertos, así que no es sorpresa que al entrar en la sala lo primero que vemos son dos grandes carteles, a cada lado del escenario, indicando que está absolutamente prohibido tomar fotos durante la presentación. Luego, al comenzar a oscurecer la sala una pista de audio nos explica, en voz del mismo Fripp, la «política de fotos» de la banda. Esta grabación presenta una forma un poco más “relajada” de la política, explicando que es aceptable tomar fotos sólo cuando veamos a Tony Levin con su cámara en la mano (al final del set).
En fin, tras todas las advertencias empezó el concierto que de entrada presentaba una formalidad más asociada a un concierto de música clásica que a uno de rock: los músicos todos vestidos de traje y corbata, saliendo en procesión, sin hablar con el público (nadie en el escenario se dirigió al público durante las dos horas y fracción de concierto).
Y el asunto fue de verdad “clásico” desde el comienzo: con un 1-2 visceral de “Larks’ Tongues In Aspic” y “Pictures of a City”, para remontarnos rápidamente al Crimson de los 70 con toda la fuerza que conocemos, sobre todo referenciando en la memoria la gran cantidad de grabaciones en vivo disponibles de aquellos conciertos legendarios. Luego de esta introducción la banda movió su foco a una serie de piezas más recientes en las que destacaba el espectáculo casi circense de los tres bateristas. Sí…la carta de presentación de Crimson 2015 es la alineación de tres bateristas, dos de ellos con experiencias previas en la banda (Pat Mastelotto y Gavin Harrison) y el tercero, Bill Rieflin (Swans, Ministry, REM…), quien además de la batería se encarga de tocar algunas partes de teclados incluyendo los sonidos de Mellotron (emulados ahora con teclados modernos) tan característicos en el repertorio de la banda.
Este segmento del set incluyó piezas de formaciones más recientes (como la VROOOM y The ConstruKction of Light), así como temas nuevos -estrenados en esta gira- como “Radical Action” y “Meltdown”.
Un primer punto alto fue alcanzado -al menos para mi gusto personal- con la interpretación de “Red”, otro clásico de los 70, seguido de la primera pieza que escuché de King Crimson por allá en mis años de adolescencia en la Caracas de esos años, nada más y nada menos que “Epitaph”. Ésta fue quizás la primera vez que la voz de Jakko Jakszyk -guitarrista y vocalista- tuvo un protagonismo de lujo, sin nada que envidiar con la interpretación original que tenemos grabada en el inconsciente con la voz de Greg Lake.
Todos los músicos de esta versión de Crimson tienen chance de lucirse, pero aparte del trabajo de los tres bateristas (que para más señas están ubicados al frente del escenario, revirtiendo la ubicación tradicional de los músicos en este tipo de agrupaciones y colocando al resto de la banda detrás de los bateristas sobre una plataforma), el músico que definitivamente destaca más en esta formación es Mel Collins (saxos y flautas). Luego de otro ejercicio circense-percusivo (que en los setlist de la banda identifican como “Banshee Legs Bell Hassle”), el set va a llegar a su segundo punto alto con cuatro piezas en las que Collins destaca de forma especial: “Easy Money” (que originalmente era con el violín de David Cross), “Level Five” y dos temas de aquel Islands grabado en 1971 al que hacíamos referencia al comienzo: “The Letters” y “Sailor’s Tale”.
Durante todo este tiempo, el escenario ha permanecido sin juegos de luces, con todos los músicos iluminados de forma pareja y con luz blanca (de nuevo recordando en algo a un concierto de música clásica), y el único efecto de cambio de luces ha sido reservado para la pieza que cierra el set: “Starless”. Durante su desarrollo el color del escenario se va moviendo lentamente hacia el rojo, con los sonidos de mellotron tocados por Rieflin, el saxo soprano de Collins haciendo filigranas, el bajo sólido de Levin, la voz de Jakszyk (en este caso haciendo un buen trabajo en un tema que siempre habíamos asociado a la voz de John Wetton) y por supuesto la guitarra de un tal Robert Fripp.
Al terminar esta épica pieza la banda hace la reverencia de costumbre hacia el público indicando que se van, Levin saca la cámara y la gente finalmente saca sus teléfonos para intentar capturar un recuerdo del momento. La mayor sorpresa es cuando vemos al mismo Fripp sacar su teléfono y hacer lo mismo (hasta una selfie se tomó).
Luego de la acostumbrada salida en falso, regresan para el encore -más fotos con celulares hasta que Fripp hace gestos para que el público se calme y se siente. La primera pieza que tocan es otro clásico que jamás imaginamos que escucharíamos en vivo: “The Court of the Crimson King”. Ese primer disco de KC que toma el título de esa canción, es definitivamente uno de los discos más importantes de la historia musical del siglo 20. Y para cerrar la noche otro temazo de ese mismo disco debut de 1969, probablemente el punto de inicio del rock progresivo, que incluso es coreada por parte del público como si fueran fans adolescentes (no hemos hecho el comentario pero una gran mayoría de las cabelleras – de los que tenían cabellera – eran de cabellos blancos). Por supuesto nos referimos a “21st Century Schizoid Man”.
Hay que reconocer que parte del placer de asistir a este concierto reside en la nostalgia de escuchar ciertas piezas que asociamos con tiempos pasados, pero la ejecución de los siete músicos en tarima se siente vital y actual, la música de esta versión de King Crimson tiene espacios para la improvisación individual y espacios para la integración y acoplamiento de los músicos. El repertorio es sólo una referencia, una excusa (muy buena) para ver y disfrutar de un grupo de músicos excepcionales tocando música excepcional y atemporal.
Gabriel Pérez