El 7 de septiembre de 1987 fue publicado el treceavo álbum de la banda londinense, el primero sin el cofundador Roger Waters
Pink Floyd
A Momentary Lapse of Reason
EMI/Columbia. 1987. Inglaterra
Al igual que Peter Gabriel cuando salió de Genesis, la legión de fanáticos “hardcore” de Pink Floyd pensó que la forzada renuncia de Roger Waters pondría punto final a uno de los capítulos más sobresalientes del rock. Pero no fue así.
Pioneros de la sicodelia rock británica, portadores del estandarte del rock progresivo y artífice de sofisticadas sonoridades, Pink Floyd llega a su grabación número trece pero sin uno de sus bastiones, Roger Waters.
Tras una disputa legal que le garantizó la tenencia del nombre al baterista Nick Mason y al guitarrista David Gilmour, éste, quien ya tenía preparadas varias composiciones para su tercer álbum solista, decidió incluir algunas de ellas en este nuevo álbum para entonces. El teclista Richard Wright (quien había sido expulsado por Waters durante la grabación de The Wall y luego contratado como músico invitado) regresó, aunque no aún como miembro oficial.
Bajo la ingeniería de Andrew Jackson, asistido por tres ingenieros más, A Momentary Lapse of Reason se deslinda de lo conceptual, rasgo un tanto habitual en el grupo en obras magistrales como The Dark Side of the Moon (1973), Wish You Were Here (1975), Animals (1977) y The Wall (1979).
El disco inicia con “Sign of Life” (Signos de vida), un instrumental en el lenguaje clásico de Pink Floyd, es decir, estimulante de visiones multicolores y elementos cinemáticos con la voz de Mason en algún momento de estos primeros 4’24”.
Los teclados reflejan un sonido característico de la década de los 80 y otras creaciones instrumentales de la banda. Una pausa entre los dos primeros temas, nos da tiempo de reflexionar sobre la primera experiencia con este álbum que aún mantiene alguna influencia del bajista Waters.
Acto seguido surge “Learning to Fly” un atractivo tema de Bob Ezrin, David Gilmour, Anthony Moore (Henry Cow, Slapp Happy) y Jon Carin (colaborador de The Who y muchos más), una canción que en esencia trata sobre vencer los temores.
Apreciamos las excelentes voces de Darlene Koldenhaven, Carmen Twillie, Phyllis St. James y Donny Gerrard.
“En la distancia, un negro lazo, alargado hasta el punto de no retorno, un viaje fantasioso sobre campos barridos por el viento, sólo mis sentidos tambaleados, rápidamente me sostiene una atracción fatal, ¿Cómo puedo escapar de esta terrible captura?
En la música se aprecian rasgos de blues como es de esperarse siendo un álbum que desde la postura más ortodoxa es una placa de David Gilmour.
Los siguientes dos temas no superan en aspecto alguno los memorables momentos de un pasado remoto, sin embargo son muy gratificantes.
“Dogs of War” (Perros de guerra) con los solos de guitarra y saxo de Tom Scott, además del coro, es uno de los momentos más brillantes del álbum: “Perros de guerra y hombres de odio, sin causa, no discriminamos, el descubrimiento existe para ser repudiado”.
Son algunos de los versos que conforman esta composición donde participa Anthony Moore, conocido vanguardista que ha trabajado con Henry Cow, una de las notorias bandas de aquella interesante movida experimental que se dio por llamar Canterbury, por obvias razones.
Moore es uno de los colaboradores externos de este álbum donde también participa el legendario Phil Manzanera (Roxy Music), precisamente en el siguiente tema “One Slip” (Un desliz), composición donde se aprecia el elemento espacial que siempre ha caracterizado a la banda pero con una notable presencia del sentido guitarrístico de Gilmour quien canta: “Una incansable mirada a través de una desgastada habitación, una vítrea mirada y yo iba camino a la ruina, la música sonaba y sonaba mientras dábamos vueltas sin fin, sin una pista, ni palabra con la cual defender su honor”.
La plenitud sonora de este tema recuerda varias obras célebres del rock sinfónico, pero sigamos. Gilmour continua hacia un final donde nos dice: “Un desliz y al hoyo vamos a caer, pareciera no llevar mucho tiempo, un lapso momentáneo de razón, que une vida a la vida, no te arrepentirás, nunca te olvidarás, no se dormirá aquí esta noche. Un desliz… un desliz”
El álbum prosigue con una de las más hermosas piezas del repertorio, “On the Turning Away” (Al partir), tema donde Gilmour y Moore se unen nuevamente. La composición posee también esa cadencia que ha caracterizado los momentos más sublimes de la banda, con una ambientación que evoca nostalgias.
Gilmour relata: “Al partir, del pálido al oprimido, y las palabras que dicen, las cuales no entenderemos. No aceptes que lo que está sucediendo es el sufrimiento de otros o te verás unido a la partida”. A mitad del tema Gilmour despliega uno de sus más conocidos solos que nos lleva hasta la última nota.
“Yet Another Movie” (Otra película, a pesar de todo) y “Round and Around” (Alrededor y en torno), son los dos temas siguientes.
El primero, prog en toda su extensión y muy representativo de la época, con atractivos pasajes instrumentales, se funde al segundo que más bien semeja una coda del primero.
Tras esa incidencia, Gilmour nos ofrece la primera de dos breves partes de una composición titulada “A New Machine part I” (Una máquina nueva parte I), la cual se une a “Terminal Frost”, donde bajo el tratamiento electrónico de la voz, el guitarrista nos dice: “Siempre he estado acá, siempre he visto hacia afuera desde atrás de estos ojos, se siente como si fuera toda una vida, se siente como si fuera toda una vida.”
En mi opinión, es otra de las composiciones por la cual este álbum es referencial y vale la pena tenerlo. Acá una vez más participa el gran saxofonista Tom Scott, además de una diversidad de músicos del más alto nivel como son Tony Levin, el legendario baterista Carmine Appice y Bob Ezrin, co-productor en The Wall y teclista/productor de este excelente trabajo discográfico de una de las bandas más grandiosas de la música.
Tras todo el desarrollo músico-vocal, Gilmour cierra con la segunda parte de su nueva máquina.
“Sorrow” (Tristeza), es la última pieza del repertorio. Al igual que las anteriores, está compuesta por David. Es la más extensa del álbum. Una sombría ambientación se conecta con la guitarra de Gilmour que es más esplendorosa en este tema.
Gilmour nos dice: “El dulce olor de un gran dolor yace sobre la tierra / Columnas de humo se elevan y se fusionan con el cielo plomizo / Un hombre miente y sueña con campos verdes y ríos. / Pero se despierta a una mañana sin razón para despertar / Está obsesionado por el recuerdo de un paraíso perdido En su juventud o un sueño, no puede ser preciso / Está encadenado para siempre a un mundo que se fue / No es suficiente, no es suficiente / Su sangre se ha congelado y cuajado de miedo / Sus rodillas han temblado y cedido en la noche / Su mano se ha debilitado a la hora de la verdad / Su paso ha fallado Un mundo, una alma / El tiempo pasa, el rollo del río”.
Ciertamente un no muy esperanzador tema.
En el aspecto musical el extenso solo de Gilmour nos envuelve por completo hasta el final.
La portada es probablemente de las más sensacionales y costosos diseños de portada ideados por Storm Thorgerson, quien no había trabajado con la banda desde Animals, diez años antes.
La fotografía de Robert Dowling, la cual ganó el premio de oro de la Asociación de Fotógrafos de Europa, retrata una larga hilera de camas de hospital, cuidadosamente arregladas por Colin Elgie a lo largo de la playa de Saunton en Devon, la misma donde se filmaron escenas para la película «The Wall«. La dirección de arte fue de Storm Thorgerson
Dos semanas duró la sesión. La estampa fue inspirada por una frase del tema “Yet Another Movie”, y también por lo que Gilmour describe como “vestigios de relaciones que se han evaporado, dejando solo ecos”.
En la parte interior aparece una foto de Mason y Gilmour, como para recalcar la ausencia de Waters. Por su parte Wright, que tampoco sale, aparece solo en los créditos.
A Momentary Lapse of Reason emergió en un momento convulso que no está necesariamente representado en este repertorio pero que sin duda, como toda diatriba legal, tiene una cierta influencia.
Para los fans de la banda, la partida de Waters en diciembre de 1985 pudo significar el final pero David Gilmour y Nick Mason demostraron que el sonido Pink Floyd aún estaba sólido pese a la renuncia de Roger Waters.
Muy buen trabajo musical y en esencia, el penúltimo disco en estudio grabado por la legendaria banda londinense.
Leonardo Bigott
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