La banda inglesa de post punk liderada por el cantante Craig Dyer pasó por la Sala El Sol de Madrid como un furioso huracán
The Underground Youth + Second Still
Concierto en Sala El Sol, Madrid
(Junio 7, 2019)
No son cuentos de camino que The Underground Youth es una de las bandas actuales ligadas a la herencia post punk de mayor intensidad sobre una tarima. En los genes mancunianos de su líder Craig Dyer hay oscuridad, rabia, furia inconformismo y desenfreno.
Diez discos en igual número de años es una producción generosa y sólida. El concierto en Madrid dentro de la gira para promover el fantástico nuevo disco, Montage Images of Lust & Fear (2019, Fuzz Club), bastó para comprobar el poder seductor de su propuesta.
Second Still, buscando su identidad
La noche organizada por Indypendientes incluía como tentador abrebocas al trío californiano Second Still, conformado por Alex Hartman (bajo, sinte), Ryan Walker (guitarra, bajo) y Suki Kwan (voz, sinte) (leer entrevista aquí), cuyo set de 47 minutos se centró en su reciente disco, Violet Phase (2019) y el anterior EP, Equals (2018).
Precisamente comenzaron con un trío de temas de dicho EP, “Ashes”, “Altar” y “Automata”, con una dinámica que los mantuvo concentrados. Hartman a nuestra derecha, muy cerca Kwan frente al sinte y su micro –disposición que redujo su movilidad-, y un poco más alejado a la izquierda, Walker.
Con “Ashes” y “Altar”, de inmediato surgió el fantasma de Siouxsie, no solo por la voz de Suki, sino también por el sonido del bajo que recuerda a Steve Severin. La guitarra, en cambio, tiene más que ver con Echo & The Bunnymen, The Sound o incluso Bauhaus. No hay saludos, solo un pequeño silencio entre piezas. “Automata” es denso y lleno de tensión, al mismo tiempo bailable gracias a una base rítmica repetitiva.
El único tema que tocaron de su homónimo disco de 2017 fue “Try Not To Hide”, quizá el menos atractivo del repertorio escogido. Finalmente Suki dijo “hola, como están”. De forma recurrente, ella y Hartman, sufrían en medio de la oscuridad por leer un diminuto papel en el suelo con el orden de las canciones, algo que se notó poco profesional.
El repaso del nuevo disco comenzó con “Eternal Love”, contagioso tema que provocó movimientos de cabezas. Mientras Hartman se encargaba del sinte cedió el bajo a Walker, para abordar “Idyll”, otro acelerado tema.
Con esa disposición siguieron “X Neg”, que tardó en comenzar y quizá haya sido la de mayor protagonismo de los teclados, algo difícil porque la presencia del bajo fue apabullante durante todo el concierto.
Los fantasmas del primer Cocteau Twins y X-Mal Deutschland, también sobrevolaron. “The Future” podría haber pertenecido al disco Garlands. Es una de las mejores piezas del repertorio de Second Still, al igual que “Special No One”, aún sin escaparse demasiado de la estructura de las composiciones. “Mouse” dio más campo al sinte.
No obstante, la más intensa fue “Opening”, que inevitablemente recuerda a “Spellbound” de Siouxsie and The Banshees, pero sin la batería de Budgie.
Suki se mueve, gesticula, pero quizá aún le falte algo más de soltura, o dejar aún lado la timidez que proyecta. Tiene potencial. En el caso de Hartman y Walker, cada uno ensimismado en su mundo, no suman demasiado a la escena de Second Still, que si bien cumplió con un buen set, dejó la sensación de tener un sonido muy derivativo al de bandas que ya inventaron ese sonido opresivo en los 80.
Los demonios de la juventud subterránea
Apenas salieron a escena los cuatro integrantes de The Underground Youth, con su actitud desafiante escupiendo los primeros ruidos guitarreros, intuimos que nos esperaba un concierto rudo, intenso y honesto. Así fue. Punk con fuzz, noisy, garage rock, psicodelia atormentada…
Aunque han creado un sonido y una puesta en escena distintiva, orbitaron ecos de Wall of Voodoo, Bauhaus, Love and Rockets, The Jesus and Mary Chain, Joy Division, Fad Gadget, The Cramps, The Birthday Party, The Fall…
Cada uno de ellos posee un estilo propio, una estética personal, pero todos encajan dentro del concepto de la banda. El líder Craig Dyer (guitarra, voz principal) tiene un aspecto netamente ligado al punk londinense de finales de los 70, con su cuerpo lleno de tatuajes; Leonard Kaage (guitarra, percusión, coros) luce más cercano al glam de New York Dolls o a los primeros tiempos de Japan; Max James (bajo), posee una estética psychobilly, que refuerza además con el modelo de su bajo; mientras que Olya Dyer (batería minimalista) proyecta una imagen bohemia y de salvaje sensualidad.
La elección del repertorio fue generosa, paseándose por casi toda su discografía. Comenzaron con dos de los cuatro temas del nuevo álbum. “Sins” abrió fuego de manera apabullante, con un final que por primera vez en la noche nos recordó a Swans.
Siguieron con “This is But a Dream”, con un ritmo sincopado y repetitivo de batería al límite. Sobre él se maneja Dyer con su voz y contorsiones, cuyos recursos incluyen el quiebre de voz (a veces llamado “gallos”), que controla muy bien.
Del disco Sadovaya (2014) se decantaron por “Art House Revisited” y “Morning Sun”. La primera de ellas, permite lucirse a James en el bajo, mientras las guitarras estallan. La segunda empieza con una atmósfera de aroma western, pero Dyer con sus quiebres y su esposa Olya con un metronómico ritmo que iba y venía, estimularon el esqueleto de muchos.
Más atrás en su discografía nos regalaron “Delirium”, del disco del mismo nombre de 2012, con una melodía pegadiza. Y de Mademoiselle (2010) tocaron “Hope & Pray”, un tema en apariencia más relajado, con un tramo intermedio desatado. Es de los que recuerda a The Jesus and Mary Chain.
Con una sola mano, Olya mantiene un ritmo quebrado que el bajo acompaña durante todo el desarrollo de “The Outsider”, que permite a Dyer hacer malabarismos con la guitarra. Fue el primero de los temas escogidos del gran disco What Kind Of Dystopian Hellhole Is This? (2017), siendo el otro el envolvente y corto “Half Poison/ Half God”.
Entre ambos escupieron la frenética y sensacional “Last Exit to Nowhere”, del nuevo disco.
“Juliette” de The Perfect Enemy for God (2013), probablemente haya sido el tema que menos enganchó. En cambio, el single de 2018, “Fill The Void”, contó con todos los ingredientes y sin duda fue uno de los mejores de la noche.
Sobre un ritmo repetitivo, Dyer liberó parte de sus muchos demonios enjaulados, lanzando la guitarra contra el piso, manipulando los efectos, al tiempo que Kaage tocaba las maracas y luego otro redoblante.
El corto tema “I Need You” fue el abrebocas para “Strangle Up My Mind”, otra de Delirium (2012), un fabuloso blues siniestro, con evidentes deudas a Joy Division.
Escogieron como falsa despedida a “The Death of the Author”, brutal pieza del nuevo disco a medio camino entre el Nick Cave de sus tiempos con The Birthday Party y el Swans de los años 80, en la que Dyer pasa la mayor parte del tiempo junto al público, que quedó totalmente activado y por ello el grupo tuvo que regresar muy rápido al escenario.
Otro temazo nuevo que funciona como una cachetada es “Blind II”, que se construye sobre un ritmo tribal, repetitivo, y que termina con James y Kaage entre el público. Es como un cruce maldito entre The Cramps y Suicide. Fue sencillamente catártico.
Cerraron con “Mademoiselle”, del disco del mismo nombre, un tema de oscuro espíritu romántico en plan Love and Rockets, con el cual nos dejaron con ganas de más aquelarre.
En directo, The Underground Youth suena mucho más crudo que en las grabaciones. Las canciones adquieren una textura áspera, opresiva y salvaje, lo cual tiene un impacto certero sobre la audiencia presente. Los esposos Dyer, junto a Kaage y James, crearon un tsunami y nadie se salvó.
Juan Carlos Ballesta (texto y videos)
Iván Padilla (fotos)