Cuarenta años después de formada y múltiples cambios de músicos, la banda de Mike Scott sigue emocionando con su poesía folk rock
The Waterboys
Concierto en La Riviera, Madrid
(Septiembre 16, 2012)
El escocés Mike Scott quizá no pensaba cuando formó The Waterboys a comienzos de los años 80 que 40 años después sería capaz de poner a cantar a una sala repleta en Madrid. Así pasó en La Riviera, con un aforo lleno para disfrutar del ahora quinteto liderado por Scott en la voz y guitarras eléctrica y acústica, Eamon Ferris en batería,
Aongus Ralston en el bajo, el histriónico músico de Nashville, Brother Paul Brown (órgano, sintes, coros) y James Hallawell (piano eléctrico, coros).
Aunque The Waterboys acaba de publicar un excelente nuevo disco, All Souls Hill, la escogencia del setlist recayó principalmente en la primera década de existencia de la banda, luego de la cual se produjo una pausa en 1993 hasta comenzar el nuevo siglo. Vale decir, de 17 temas, diez fueron de aquella gloriosa etapa que es la que puso en el mapa a The Waterboys, incluida, por supuesto, España.
La formación es un clásico quinteto de rock, y teniendo en cuenta que The Waterboys inició su andadura con alto contenido ligado al folk escocés e irlandés, la ausencia del violín o el fuzz fiddle de Steve Wickham se hizo notar en varios de los temas.
Tras el anuncio de la voz en off, la banda salió al escenario para tocar “Where the Action Is”, poderoso tema rocanrolero que da título al disco de 2019. Solo faltaron los coros de espíritu gospel y el frenético fiddle de Wickham, por lo que sin ellos la canción sonó más cruda.

La estupenda “Glastombury Song”, de tempo más tranquilo, fue el primer vistazo a su glorioso pasado, canción de Dream Harder (1993), el disco con el que cerraron aquel primer ciclo.
Scott ataviado con jeans de bota ancha, sombrero tipo fedora y blazer casual, dirigió el show de manera magistral, dando espacio a sus músicos, tal como ocurrió en “Ladbroke Grove Symphony” -otra de Where the Action Is- cuyo solo final de fiddle lo hizo un enloquecido Paul Brown saliendo al frente con un sintetizador portátil Keytar Roland AX-Edge, levantando los primeros aplausos eufóricos de la noche.
La canción más antigua qur tocaron fue “All the Things She Gave Me” del segundo álbum A Pagan Place (1984). A pesar de la ausencia del protagónico solo de saxo de Anthony Thistlethwaite -miembro fundamental en los primeros años- la pieza sonó potente.
Inmediatamente acometieron dos temazos de This is The Sea (1985), el disco más revisado del concierto y con el cual The Waterboys dio un salto cuántico. La primera fue la extensa balada folk que le da nombre, y enseguida “The Pan Within”. Con ambos temas el público -mayoría por encima de los 40 y 50- se sintonizó de manera especial.
Siguieron con el blues “The Lake Isle of Innisfree”, de ese disco fantástico que Scott dedicó al poeta W.B. Yeats, An Appoinment with Mr Yeats.

Uno de los puntos álgidos fue “Nashville, Tennessee” de Out of All This Blue (2017), en la que Brother Paul Brown (nacido en Memphis, Tennessee) vuelve a enloquecer con un gran solo de órgano, mientras Scott le iba pidiendo más y más, al tiempo que interactuaba con la audiencia.
El único tema que tocaron del excelente nuevo disco All Souls Hill (2022) fue “Blackberry Girl”, que en algo recordó a Primal Scream por esa mezcla de southern rock y rock bailable. El público acompañó con palmas.
De aquel tour de force de la discografía de The Waterboys, Fisherman’s Blues (1988), abordaron una sentida “When You Go Away”, con Scott en la guitarra acústica. A pesar de la ausencia del fiddle, el tema conservó su espíritu country folk.
De vuelta a 1985, otros dos temas de This is the Sea, comenzando por “Medicine Bow” – con el clásico de Jimmy Reed, “Bright Lights, Big City”, en la parte final, y luego “Be My Enemy”, un boogie rock acelerado con el cual Scott demostró su gran versatilidad.
Uno de los momentos claves del concierto fue “My Wanderings in the Weary Land”, del disco Good Luck, Seeker (2020), en el cual Scott canta en modo narración -en la onda de Gerard Langley de The Blue Aeroplanes– al que alargaron la introducción, asi como el solo de guitarra. De nuevo un solo de sintetizador suplió el fuzz fiddle de Wickham.
De mismo disco tocaron “Dennis Hopper”, dedicada al actor de la película de culto “Easy Rider”, y que sonó con gran identidad rural y melancólica.
No podía faltar “Fisherman’s Blues”, el tema que da nombre al disco y que puso a todo el público a cantar y moverse, mientras se activaban muchísimos teléfonos para captar el momento. Milagrosamente, sin fiddle y sin mandolinas, el tema conservó el espíritu campestre original, aunque con mayor dosis de electricidad.

La falsa despedida llegó y hubo que esperar varios minutos para que Scott y sus compinches volvieran para regalarnos dos infaltables que nos dejaron satisfechos y reconfortados.
Primero fue “The Whole of the Moon”, que 37 años después sigue conservando su encanto sin contar con las vientos triunfales del original, y luego la emotiva “How Long Will I Love You?”, la única pieza del disco Room to Roam (1990), que aquí sonó más bucólica y folk.
Siempre es reconfortarte encontrarse con una banda honesta que no ha dejado de crear, y que después de muchos años sigue siendo capaz de emocionarnos. Gracias a Mike Scott por nunca decaer.
Juan Carlos Ballesta
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