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Tindersticks II: los amargos éxitos de la balada romántico decadente

Tindersticks second album

En 1995 se publicó el adictivo segundo doble álbum de la agrupación inglesa comandada por la voz barítona y despechada de Stuart Staples

Tindersticks
Second album

This Way Up / London. 1995. Inglaterra

Para contar con ese sentido trágico que hilvana nuestra existencia, hace falta haber amado religiosamente. Tal parece que Stuart Staples -vocalista de Tindersticks- lo ha hecho a manos llenas.

Primero, advierto a los amantes, sobre todo los desamados amantes, que este no es un disco para acompañar una cena a la luz de las velas. Este es el fondo musical de una pareja que aun amándose encuentra decepción.

Sus melodiosas canciones pueden confundir, como se confunde una desazón con el amor más puro. Puede pasar por un disco de cadenciosas baladas. Pero -¡atención a las letras!- Stuart Staples -el de la voz agarrotada y trémula- ha aprendido muy bien el arte del romanticismo decadente, ese que desde Leonard Cohen no le han faltado exegetas.




Este segundo álbum de Tindersticks es la demostración de que la elegancia y el refinamiento no están peleados con el más arrastrado de los “guayabos” o “despechos”. No es difícil toparse en la desenfadada prestancia de los miembros de Tindersticks, en sus trajes elegantemente mal llevados, vestigios de ese icono de la portentosa desfachatez dandy: Oscar Wilde.

Porque, sin duda, luego del amor libre de los 60, del salvaje de los 70, y del malcriado amor de los 80, es una verdadera desfachatez venir a despecharse así en plenos 90. Sufrir del desengaño de una amor que no acaba en ningún término, es acaso una épica conmovedoramente trágica.

Desechadas la fatalidad y la inocencia donde solo el amor encuentra sus primeros atributos, hallamos a un ser amado que se despoja de sus investiduras y que cae a nuestros pies no para rendirse, sino para desfallecer ante un amor que lo sobrepasa y lo imposibilita.

¡Es una desfachatez haber amado así! Como es una desfachatez, proponer baladas con orlados arreglos de cuerdas, reivindicando un chamber pop en la década de los electrificados. Como desfachatez es no prestarse a aparatosos unpluggeds, aún teniendo lo acústico como fuerza motriz.




Llevar la desilusión amando, vale lo que vale este segundo disco en la exquisita carrera de Tindersticks. Todas las piezas son una hilarante disertación sobre el desencanto, sin caer necesariamente en los atolladeros en los que nos podrían sumir ciertos boleros.

Acaso un bastón nietzschiano nos sostiene, donde el vitalismo siempre le saldrá al paso a la fatalidad. Sin ser el amor una respuesta, este disco invita a amar como abandonándonos a un vals sin pareja. Vueltas y vueltas en una pista desolada: no habrá mucho más.

Tindersticks pone la música, los amantes traen de parejas sus propias soledades.

Inmensas en conmoción, canciones tan sutiles como «No More Affairs«, “Tiny Tears”,  “She’s Gone” o «Talk to Me» son baladas que nos harán compañía en las malas horas de la decepción amorosa.

Ya entre susurros o con voz añejada en robusto escocés, Staples siempre las aderezas como el desganado que mal llevará su traje a pesar de las penurias.

José Armando García


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