En agosto de 1973 la idiosincrática y longeva banda francesa liderada por los hermanos Décamps publicó su fantástico segundo álbum
Ange
Le cimetiere des arlequins
Philips. 1973. Francia
Si hay un grupo representativo del más genuino rock francés ese es Ange. Puede que fuera de su país sea desconocida por la gran mayoría, pero sus más de 30 discos avalan una trayectoria de gran calado, muy especialmente en los años 70 cuando cimentaron una propuesta dentro del rock sinfónico y progresivo con elementos teatrales cercanos al Genesis de Peter Gabriel, letras llenas de fantasía y también elementos de la chanson francesa.
Ange fue formada hace casi medio siglo en 1969 por los hermanos Francis (teclados) y Christian Décamps (voz, guitarra acústica, acordeón, teclados) y ya en 1970 daban sus primeros conciertos como quinteto, con la inclusión de Jean Michel Brezovar (guitarra, flauta, voz), Daniel Haas (bajo, guitarra) y Gerald Jelsch (batería), formación que grabó los primeros tres discos y que seguiría estable (con la excepción del cambio de baterista) hasta 1977.
Tras el interesante Caricatures (1972), un primer intento promisorio, el grupo lanzó Le Cimetiere del arlequins en agosto de 1973, justo el mes en el que abrieron para Genesis en el Reading Festival de Inglaterra antes 30 mil personas.
Aquel año fue muy importante para el rock progresivo, un período que arrojó buena parte de sus discos más paradigmáticos tanto en Gran Bretaña (ELP, Genesis, King Crimson, Yes, Jethro Tull, VDGG, Gentle Giant y muchos más), como en Italia (PFM, Banco, Le Orme…), Holanda (Focus) y Alemania (Grobschnitt, Eloy, Birth Control…).
En el caso de Francia, a pesar que ya existían bandas como Magma, Moving Gelatine Plates y Ange, aún estaba por aparecer el resto (Atoll, Mona Lisa, Pulsar, Heldon, Wapassou, Carpe Diem…). Ninguna alcanzó la personalidad y la continuidad de Ange.
En el que apenas era su segundo disco, la banda ya lograba un sonido distintivo, apuntalado principalmente en el histriónico y dramático estilo vocal de Christian Décamps y en los teclados fantasmales tanto de él como principalmente de su hermano Francis Décamps.
El comienzo con “Ces gen-la” no podía ser más revelador, una versión de la canción del emblemático Jacques Brel que retuercen de manera sorprendente. Siguieron con “Aujourd’hui c’est la fete de l’apprenti sorcier”, que combina lo pastoral con los pasajes más intensos, muy en la línea de Genesis.
Uno de los temas más particulares de Ange es, sin duda, “Bivouac (1ère partie)”, tenso por un lado y festivo por otro, conjugando quizá el espíritu nocturno de París. Las sorpresas que ofrece su desarrollo es lo mejor, con un órgano fantástico y una base rítmica ágil de inspiración jazzística.
El tema se funde con “L’espionne lesbienne”, una pieza de naturaleza acústica con la flauta y la guitarra en plan estelar y un siniestro Christian Décamps. Éste desemboca en “Bivouac (final)”, quizá el tema con la guitarra de Brezovar más desatada.
“De temps en temps”, explora el lado más épico de Ange, que contrasta con “La Route aux cyprès”, el más romántico y folk del álbum.
El cierre majestuoso con el homónimo tema “Le Cimetiere del arlequins” termina de encumbrar a este disco en el Olimpo del rock progresivo europeo. Hay en él una combinación de riesgo instrumental y de lunática poesía, de cambios rítmicos, crescendos, ambientes nocurnos y dramatismo.
Puede que en la tercera década del siglo 21 este disco pueda sonar extraño y de otra época a los que no lo escucharon en su momento. No es extraño que así sea puesto que Ange en aquellos años no era una banda convencional.
Lo que sí es cierto es que su música sigue generando interés y curiosidad por descubrir el universo detrás de esta banda aún activa. Y lo que es más importante, aun impresiona.
Juan Carlos Ballesta
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