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Bocanada: el vuelo libre de Gustavo Cerati tras Soda Stereo

Gustavo Cerati

El 28 de junio de 1999 era editado el esperado disco del líder de Soda Stereo, primer gran paso tras la despedida de la banda que lo lanzó a la fama.

Gustavo Cerati
Bocanada

Ariola/BMG/Sony Music. 1999. Argentina

Tras aquel histórico “gracias totales” al final del último concierto de Soda Stereo en 1997, sobrevino la tristeza para miles de fans y el silencio estratégico de Cerati. En aquel momento, pocos imaginaban lo que vendría después. Solo veían sombra. Pero el talento del inquieto Cerati todavía tenía mucho que ofrecer. Solo está nutriéndose. Le faltaba mucho por decir.

La carrera en solitario que había comenzado en 1993 con el interesante Amor Amarillo intento al que habría que sumar Colores Santos (1992) junto a Daniel Melero, fue retomada con ímpetu y sobrada cantidad de ideas, aderezándola con proyectos de corte electrónico como Ocio y PlanV, bandas sonoras y diversas colaboraciones en la que Cerati se involucró.




La aparición el 28 de junio 1999 de Bocanada fue una revelación, una verdadera bocanada de aire fresco para su carrera, sus seguidores y para el pop argentino. A diferencia de Amor Amarillo, concebido en medio de la actividad de Soda Stereo y con un sonido no demasiado desligado a la banda, el primer álbum post-Soda era otra cosa, una ruptura y un necesario paso adelante en la búsqueda y consolidación de su marca personal como artista. Lo logró en su primer intento.

Si bien la voz de Cerati siempre ha estado indisolublemente asociada a Soda Stereo, las ideas que concibió en soledad recogían el momento musical de fin de siglo, cuando la sinergia entre los sonidos electrónicos y el pop guitarrero se convirtió en vanguardia. Bocanada, qué duda cabe, es uno de los mejores trabajos en la carrera de Cerati, del rock argentino y de habla hispana.

Una vez más, como cuando Soda se nutrió del new wave, su inspiración primaria la encontró en Gran Bretaña, pero también en los clubes de Buenos Aires.

El primer acercamiento a Bocanada es la emblemática foto de portada realizada por Gaby Herbstein, que muestra a Cerati de perfil envuelto en humo tras exhalar una profunda bocanada de cigarro.

Es una foto  contraluz de fuertes tonos azulados, oscura, que otorgan a Gustavo un aire introspectivo, mientras su mentón elevado apunta hacia el futuro, un porvenir retador de cara a un nuevo siglo. Es la imagen de un crooner del siglo 21.




Gustavo Cerati
Foto alterna de Gaby Herbstein. Sesión para Bocanada

De todas las portadas de su discografía es la que, en perspectiva, resulta más icónica y quizá guarde un cierto parecido a aquella, también emblemática de Bob Dylan’s Greatest Hits (1967), con fotografía azulada (pero sin humo) de Rowland Scherman que le valió el Grammy como “Best Album Cover, Photography”. La sesión de Herbstein inspiró una de las canciones y por supuesto, el nombre del disco.

El disco fue grabado en Casa Submarina y en los famosos estudios Abbey Road de Londres; y contó con la participación de Leo García (coros, sampler), Fernando Nalé (bajo), Flavio Etcheto (teclados, sampler) y Martín Carrizo (batería).

Cerati se encargó de diversos instrumentos y herramientas tecnológicas: guitarras, bajo, sintetizador, sampler, caja rítmica, loops…

En un período cuando el formato CD reinaba, es un disco generoso en tiempo: 69 minutos. En 2015 fue editado por primera vez en vinilo, un doble LP que le terminó de hacer justicia al diseño de arte.

Gustavo CeratiBajo ese formato, el lado A lo conforman cuatro maravillosas piezas que de entrada ya convertían a Bocanada en un discazo. Son ellas, “Tabú”, que con su ritmo jazzeado y secuencias electrónicas establecía desde el principio las diferencias estéticas con Soda Stereo; la estilizada “Engaña”; el trip hop “Bocanada”, que se construye encima del sampleo de la brutal pieza “Eruption”, suite del disco Moving Waves (1971) de la legendaria banda neerlandesa Focus; y la emotiva “Puente”, uno de las más grandes composiciones de Cerati.

El trío de canciones que sigue (lado B de la versión vinilo), lo comienza “Río Babel”, con una base rítmica electrónica de aroma funk y unos envolventes teclados, sobre los que asoma tímidamente la guitarra. Prosigue la sensual “Beautiful”, con aire cinematográfico, y la participación especial de Tweety González en los teclados, dando paso a “Perdonar es divino”, con una rítmica probablemente inspirada en DJ Shadow y guitarras acústicas que navegan entre un océano de samplers y teclados.




El cuarteto que sigue (lado C) empieza con la majestuosa “Verbo carne”, con las cuerdas de The London Session Orchestra dirigida por el legendario Gavin Wright (violín), según los arreglos de Alejandro Terán y una delicada rítmica en segundo plano que  recuerda a Bjork y que contiene sutil sampleo de “Feel” de The Verve.

Con un cierto aroma andino, “Raíz”, es uno de los temas más hipnóticos del álbum. Su desarrollo es magnífico, con una batería que se introduce a mitad de su desarrollo. Etcheto aporta unos estupendos sintes, que lo son aún más en la instrumental “Y si el humo está en foco…”, sintonizado con el IDM de algunos artistas del sello Warp como LFO, B12 o proyectos como Sun Electric.

Reflejaba ese lado de Cerati que siempre buscó estar en la vanguardia y que mostraba su interés por la tecnología. El título salió de la sesión de fotos en la que Cerati lanzó muchísimas bocanadas mientras Herbstein capturaba el momento, tantas que ya se hacía imposible enfocarlo a él.

Desemboca sin pausa en la euforia de “Paseo inmoral”, otro de esos clásicos instantáneos que 20 años después sigue sonando imprescindible. La guitarra de Cerati reluce como en ninguna otra pieza.

La última parte del álbum comienza con la pareja “Aquí y ahora (Los primeros tres minutos)” y la instrumental “Aquí y ahora (Y después)”, los dos más cortas piezas del disco que se concatenan. La primera de espíritu hedonista y la segunda con un ligero coqueteo al bigbeat que dominaba la electrónica entonces.

También “Alma” ahonda en la estética electrónica, siendo, paradójicamente, uno de los temas más románticos del disco. La última composición, “Balsa”, con sonidos en reversa y un exquisito vibráfono, podría haber sido un remix instrumental de Portishead.

Una forma hipnótica de ponerle cierre a una obra maestra, de un artista que entonces comenzaba de verdad el vuelo libre, sin corsés ni ataduras, dejando atrás una historia de la que no podía ni quería renegar, pero si liberarse.

Juan Carlos Ballesta


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