Inicio Ahi estuvimos King Crimson en CDMX: entre la nostalgia y la vanguardia

King Crimson en CDMX: entre la nostalgia y la vanguardia

King Crimson
Foto: Tony Levin

La visita a Ciudad de México de la legendaria banda inglesa al mando de Robert Fripp se saldó con cinco históricos conciertos

King Crimson (Radical Action Tour)
Concierto en Teatro Metropolitan, Ciudad de México

(Julio 16, 2017)

 

La semana comenzó sin grandes planes y prometía ser tranquila. La noche del lunes recibí un sorpresivo mensaje de mi buen amigo, el restaurantero Fernando Campo. En éste me preguntaba si tenía que hacer algo el viernes. Acto seguido, me invitó a que lo acompañara a ver a King Crimson en la primera de una serie de presentaciones en la ciudad.

Aún sabiendo que visitarían México como parte de su gira Radical Action Tour, yo no había hecho el mínimo intento por comprar un boleto para alguna de las cinco fechas programadas en el Teatro Metropolitan.

He estado tan abstraído tratando de terminar un libro, cuya fecha de entrega límite es este mes, que he dejado pasar de largo muchas actividades, entre ellas, la asistencia a conciertos. En el fondo sentí un gran alivio cuando mi amigo me sacó de esa negligente apatía, así que gustoso accedí a acompañarlo. Mi respuesta afirmativa fue inmediata.

King CrimsonLlegó el día y quedamos de vernos al frente del teatro media hora antes. Ese 14 de julio de 2017 a las 7:30, en una tarde-noche lluviosa, las aceras estaban repletas de fanáticos, revendedores de boletos y comerciantes de toda clase de productos con imágenes referentes a King Crimson, tazas, llaveros, gorras, playeras (franelas) y ropa de todo tipo, incluso para bebé.




Toda una parafernalia aprovechada por vendedores piratas que seguramente verán buenas ganancias durante las varias presentaciones del grupo en este recinto art deco que alguna vez fuera un gran cine, como los que funcionaron en la Ciudad de México durante el siglo 20.

Con capacidad para 3.200 personas, ahora adaptado como escenario para conciertos, se encontraba listo para recibir en los siguientes minutos a una audiencia comprendida por personas que rondaban los 60 años de edad. La gran mayoría de los presentes no era menor a los 50 años.

Interesante fenómeno cuando uno piensa que el rock progresivo nunca ha sido considerado por el mercado como un género de masas. Más bien, siempre ha sido un género de culto.

King Crimson
Teatro Metropolitan, Ciudad de México. Foto: Tony Levin

En México, este culto sobrevivió en un comienzo solo entre algunos jóvenes mexicanos, debido a la proscripción que sufrió el rock durante la década de los años 70. Pero el tiempo ha transcurrido y ha puesto las cosas en su lugar. El reconocimiento del público al grupo ahora es patente. Tras una trayectoria sólida que ha tenido como principal artífice a Robert Fripp, King Crimson llega a México en 2017 con una gran capacidad de convocatoria.

Mientras espero afuera de las puertas del recinto, reflexiono. Grupo y país han desarrollado un nexo ya desde hace algunos años atrás. Al concierto que estaba por presenciar, le anteceden los de 2001 y 2003.




Además, varios de los integrantes presentes y pasados de King Crimson han interactuado con músicos mexicanos. Me vienen a la mente, los discos de Caifanes y Santa Sabina producidos en la década de los años 90 por Adrian Belew. O la colaboración del bajista Alonso Arreola con Trey Gunn y Pat Mastelotto en tiempos más recientes. Esta serie de presentaciones en realidad son un reencuentro entre viejos conocidos.

Llegó Fernando y entramos al teatro. Conforme nos acercamos a nuestros lugares, no podía dejar de asombrarme por su buena ubicación: fila 8 justo frente al escenario. Un lugar perfecto.

Lo primero que llamaba la atención eran tres baterías al frente. Una DW a la izquierda, una Tama en medio y una Sonor a la derecha. Las tres con la imagen en el bombo de la portada de su más reciente disco, un cíclope vestido con ropa de comienzos del siglo 20. El resto del grupo estaría en una posición elevada atrás.

Por lo pronto, un par de letreros provisionales al frente indicaban que estaba prohibido tomar fotos, con la advertencia de que sería desalojado del lugar el que lo hiciera.

Mi amigo y yo comentamos el buen equilibrio que en sus presentaciones anteriores se había generado entre un serio y cerebral Robert Fripp, con un desenfadado Adrian Belew que a partir de su simpatía conectaba con el público.

En esta ocasión la agrupación es otra. Ellos son: Mel Collins en los saxos y flautas, un viejo integrante del grupo durante los 70, que ha colaborado con otros artistas como Camel, Alan Parsons o los Rolling Stones; Jakko Jakszyk en la guitarra, flauta y voz principal, colaborador de Dave Stewart (Eurythmics) y miembro de Level 42 en su última etapa; Tony Levin en el bajo, stick, contrabajo y coros, colaborador de Peter Gabriel, John Lennon, Lou Reed, Laurie Anderson, Tom Waits, Pink Floyd y algunos otros más; Robert Fripp en la guitarra y teclados, único miembro fundador y líder intelectual de King Crimson, ha colaborado con Brian Eno, David Sylvian, Talking Heads, Peter Gabriel y David Bowie, por mencionar algunos.




Los tres bateristas son Pat Mastelotto, miembro de Stick Men, ex Mr Mister y colaborador de XTC, entre otros; Gavin Harrison, de influencia jazzista también integrante de Porcupine Tree; y Jeremy Stacey que además de tocar la batería, también lo hace en los teclados, colaborador de Sheryl Crow, Noel Gallagher, Eurythmics, Joe Cocker, por mencionar algunos.

Jeremy entró en sustitución de Bill Rieflin, baterista y tecladista con quien el grupo hizo la gira en 2015, misma en la cual se grabó el disco Radical Action to Unseat the Hold of Monkey Mind, una grabación en vivo con temas principalmente de la primera época del grupo, es decir, de la década de los 70 y algunos temas de los 90.

Como parte de la promoción de este disco, el cual lanzaron en 2016, es que ahora nos visitan, además de re incorporar a Bill Rieflin, en esta ocasión en los teclados de apoyo. Agrupación de lujo sin duda.

King CrimsonEsto significaría que íbamos a presenciar un King Crimson nostálgico, dispuesto a hacer una revisión de su trabajo más lejano a partir de una nueva formación. Una circunstancia especial para un grupo que siempre nos acostumbró a la experimentación y renovación de su discurso.

De pronto, sonó la grabación de una locutora con acento español repitiendo la advertencia de los letreros, agregando con cierto humor que al final, cuando Tony sacara su cámara, todos podrían tomar las fotos que quisieran. También mencionó un intermedio de 20 minutos.

Acto seguido, quitaron los letreros del escenario y hubo un ajuste en la iluminación, lo que nos anticipó el comienzo del concierto. Sin ningún otro anuncio, salieron los integrantes del nuevo/viejo King Crimson. Se les veía contentos y en particular Fripp, sonreía. Venían vestidos con atuendos de la misma época que el personaje de su portada, es decir, de trajes con chaleco e incluso Jeremy llevaba un bombín.

Lo primero en sonar son los tres bateristas tocando sus pads electrónicos y percusiones, creando el entramado de timbres metálicos con el que entra la primera parte de “Larks’ Tongues in Aspic”.




Poco a poco se comienza a incorporar la guitarra de Fripp que invita la participación de los demás miembros de la banda para reventar tras un redoble marcial con la entrada explosiva del ritmo franco de las tres baterías. Tres personalidades distintas que desde el principio muestran sus temperamentos.

A la derecha Gavin Harrison haciendo un derroche de técnica y virtuosismo, en medio Jeremy Stacey con su ritmo sólido y a la izquierda Pat Mastelotto poderoso y orgánico, en ocasiones, dispuesto a hacer con su batería solo algunas detalladas apariciones percusivas. Un ensamble de baterías inteligentemente complementadas.

King CrimsonContinuaron los temas “Neurotica” y dos partes del disco Lizard: “Cirkus”, en donde Jeremy giró sobre su asiento y comenzó a tocar su teclado. Fripp haría lo mismo en cierto momento y junto a Rieflin llegarían a tocar tres teclados dentro del arreglo.

Fue el momento en el que Jakszyk cantó por primera vez, cubriendo decorosamente el espacio que alguna vez fuera de John Wetton y Greg Lake, fallecidos recientemente, así como de Adrian Belew. De ahí pasaron a “The Battle of Glass Tears” y “Lament”.

Al terminar ésta, Jeremy vuelve a voltear hacia el público en su posición de baterista, para tocar “Hell Hounds of Krim”, tema ejecutado solamente con la percusión. En momentos los tres hacían lo mismo, en otros uno se separaba o cada quien tocaba algo diferente, se respondían o hacían eco del otro en una armonía de movimientos casi coreográficos.




Siguieron “Red” y “Fallen Angel”, ambas de Red. A estas alturas, tanto Collins como Levin, habían cambiado de instrumentos en repetidas ocasiones. Mel por su cuenta combinando saxo alto y tenor, con la flauta. Levin pasando del stick al contrabajo y de ahí al bajo eléctrico, que tenía la imagen del disco Three of a Perfect Pair, así como Jakszyk llevaba en su guitarra la imagen de la portada In the Court of the Crimson King.

Tocó el turno de “Islands” (Island, 1971), un remanso interpretado a tres teclados nuevamente. Terminaron su bloque con “Larks’ Tongues in Aspic, Part Two”, para dejarnos con ganas de más, después de su energético final.

Durante el intermedio, parte del público se levantó para ir al baño o tomar algo para refrescarse. Otros prefirieron como yo, quedarse en su sitio. Fue inevitable oír las conversaciones de las personas alrededor, algunos más efusivos que otros, con comentarios entusiastas sobre las ejecuciones virtuosas de los músicos y los recuerdos que les evocaban ciertos temas. A los 20 minutos exactos, volvieron a salir al escenario.

Indiscipline” y la primera parte de “The ConstruKction of Light”, con sus arpegios en las guitarras y el stick haciendo contrapuntos, crearon los entramados sonoros característicos de una de las épocas crimsonianas más emblemáticas. Después vinieron “Banshee Legs Bell Hassle” e “Easy Money”.

En “Interlude”, Mel Collins usó una flauta barítono y Jakszyk se sumó con su flauta transversa en uno de los momentos más oníricos del concierto. Continuaron “The Letters”, con el saxo barítono de Collins y en cuyo final se quedó sola la voz de Jakszyk, en el silencio de una sala repleta que no pudo esperar mucho para dar paso a los aplausos.

Después comenzó “Sailor’s Tale”, para luego escuchar “Meltdown”, “Radical Action II”, “Level Five” y “Starless”.

King CrimsonA lo largo del concierto, las luces permanecieron prácticamente estáticas. Detrás de cada músico ubicado en la parte posterior de las baterías, había como respaldo una columna azul sobre el fondo. Parte del público, el que estaba cercano al escenario, también estuvo iluminado tenuemente.

Esto se modificó al llegar la parte final de “Starless”. De manera gradual, el ambiente tornó hacia los tonos rojos intensos, o quizá debería decir más propiamente, tonos carmesí. Cada vez que sonaba la melodía melancólica de la guitarra de Fripp con sus características notas largas, el canto del público lo secundaba al grado de erizar la piel.

En los momentos más intensos, Fripp rasgaba las cuerdas velozmente para crear texturas cargadas de gran fuerza. En otros contextos, suele criticarse al virtuosismo de algunos músicos porque en muchas ocasiones tiende a la frialdad, pero en este caso las ejecuciones de alto nivel de cada uno de los músicos de King Crimson movieron fuertemente nuestras emociones conforme avanzó la noche.




De esta manera, con el ambiente rojizo, finalizaron su interpretación con la gente parada y efusiva a más no poder.

Los músicos se levantaron dando a entender que había llegado el final. Salieron del escenario y como suele ser el ritual de los conciertos, esperaron un momento antes de volver a salir entre gritos y aplausos.

Aún nos tenían guardadas las cerezas del pastel. Re comenzaron ni más ni menos que con “The Court of the Crimson King”. Se podría decir, el origen de todo. Pieza perteneciente al álbum que marcó el debut de una banda, de un género y de una influencia innegable en la música contemporánea. Sin duda un tema esperado por la gran mayoría.

Continuó otro clásico, pero esta vez no sería un tema del grupo. Como homenaje y no dejando de lado la gran aportación de Fripp al tema de Bowie, tocaron “Heroes”, que el público crimsoniano cantó de principio a fin. Los músicos sonreían y apuntaban a la gente, en señal de que ellos también estaban pasando un buen rato.

De pronto, comenzó “21st Century Schizoid Man”. En el público, una masa “headbanger” de cabezas canosas se movían al unísono. Otros más, no soportaron la prisión del asiento y se pararon emocionados a bailar, levantando los brazos, gritando, alabando, felices.

Como fiesta pagana, terminamos envueltos en una energía atemporal. Una magia del pasado traída a ese lugar en el que más de tres mil personas vibrábamos. Con el final, el estruendo de las palmas no se hizo esperar.

Entre aplausos que no paraban, Tony sacó una cámara fotográfica, señal de que ya se podían tomar fotos. Miles de teléfonos móviles comenzaron a registrar el momento en el cual agradecían notoriamente contentos al público. El mismo Fripp sacó su cámara y nos tomó una foto. Mastelotto se acercó a la gente regalando sus baquetas.

Desde el escenario fue notorio el saludo al público ubicado en gayola, al cual respondieron con gritos y aplausos. No hubiéramos querido que se fueran, pero el final había llegado tras tres horas de concierto. El último en salir del escenario fue Fripp, que tras tomarse una selfie, nos dio una sonrisa final secundada por más aplausos de nosotros.

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Foto: Tony Levin
King Crimson
Foto: Tony Levin

Abrieron las puertas y afuera nos esperaba la noche lluviosa y un filtro humano de vendedores que no paraban de gritar ofreciendo sus productos al río de gente que los atravesaba.

En deuda con Fernando, le ofrecí llevarlo a su casa. Era lo menos que podía hacer después de tan gratificante experiencia.

Sr. González @DiabloGlez

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