El 10 de octubre de 1969 fue publicado uno de los más impactantes discos debut de la historia del rock, convrtido pronto en paradigma del rock progresivo
King Crimson
In the Court of the Crimson King
EG. 1969. Inglaterra
Cuando Giles, Giles & Fripp dejaron de ser trío para convertirse en un quinteto, nunca imaginaron que su primera placa discográfica se convertiría en un hito de tan alto tenor que no sería una osadía hablar de un “antes y después” aún 50 años más tarde.
Aquel seminal trío cerraría su ciclo existencial con la sustitución del bajista Peter Giles por Greg Lake y la inclusión del multi instrumentista Ian McDonald y el letrista Pete Sinfield para convertirse en King Crimson, una agrupación formada por músicos de una gran creatividad, estética, espontaneidad y virtuosismo.
Nunca antes hubo una banda con una música tan compleja, orgánica y llena de una gran diversidad de elementos como la que en 1968 conformaron el guitarrista Robert Fripp, el baterista y percusionista Michael Giles, el bajista y vocalista Greg Lake, el flautista y saxofonista Ian McDonald y el letrista Pete Sinfield.
Jamás una combinación de elementos fue tan balanceada y perfecta como esta que plasmó una de las obras maestras de la música, sin riesgo alguno de decir que llenaron con sobrado mérito ese “antes y después” que sólo colman los genios.
King Crimson asumió riesgos y retos muy grandes, rara vez encontrados en una banda de rock ni antes ni después de este álbum. Ingredientes tomados del jazz, la música clásica y el rock, generaron un sonido vanguardista que aún permanece en nuestro tiempo.
El Rey, Robert Fripp, y sus varias cortes siguen siendo una fuerza renovadora. Como diría él mismo, King Crimson es una forma de hacer las cosas. Y es que ciertamente El Rey ha sabido reinventarse por más de cinco décadas, encontrando siempre el momento perfecto para cesar y luego retornar con sabia maestría.
Fripp es un genio del tiempo, un artífice de la reinvención y además un gran crítico de la industria de la música. Es un experimentalista nato muy preocupado por definir un sonido que aún en los oídos detractores reconocen su superlativa creatividad. Escultor de atmosferas, Fripp se considera, acertadamente, el mínimo común denominador de la corte. El Rey, en sí, es una de las más grandes paradojas del rock.
Nuestro encuentro inicial con este ícono del rock es el rostro de un desencajado hombre cubriendo toda la portada en rojo. El dibujo es obra de Barry Godber (†) artista fallecido a causa de un infarto poco después de la edición de nuestro celebrado álbum. El ingeniero Robin Thompson, asistido por Tony Page, fue el responsable del sonido de este excelente álbum.
El silbido de un tren acercándose es el primer sonido que emerge de los parlantes de nuestro equipo de audio. Tras una breve pausa, se nos avalancha un corpulento y esquizoide paisaje sonoro con una fuerza tal que nos abruma en segundos. El explosivo tema es “21st Century Schizoid Man” (Esquizoide del siglo 21), una composición del grupo con letra de Sinfield.
Llena de contrastes entre los diversos instrumentos, destacan los saxos de McDonald, la batería de Giles y la portentosa voz de Lake, quien relata “Garra de acero comida de gato, neurocirujano clamando por más en el venenoso umbral de la paranoia, esquizoide del siglo 21”.
Una interesante dinámica acompaña la letra del poeta Sinfield con intempestivos cortes. Se aprecian los redobles de Giles y las punteadas frases de bajo y tambores. Ya hacia la mitad, Giles y Lake protagonizan una serie de sincopadas frases con Fripp punteando al unísono para ahogarnos en un caos sónico controlado. “Semilla de muerte, codicia del ciego, poeta hambriento niños sangrantes, no necesita nada de lo que tiene, esquizoide del siglo 21”.
Las tres estrofas de cuatro versos que conforman la letra de esta original y violenta pieza, encaja a la perfección con la agitada música. La pieza incluye un fragmento llamado “Mirrors”.
Luego, King Crimson nos ofrece el dulce contraste de la composición de McDonald y Sinfield, “I Talk To The Wind”. Iniciando con un intro de flauta, Greg Lake nos cuenta: “Dijo el hombre justo al finado, ¿dónde has estado? he estado aquí, he estado allá y he estado entre ambos”.
El sutil poema que alterna versos en cuartetos y quintetos, constituye una de las piezas más delicadas de todo el repertorio de Crimson. Hay un par de versiones crudas de los días de Giles, Giles & Fripp en el álbum The Brondesbury Tapes. En esta versión, más compleja y atractiva, apreciamos el excelente solo de Ian McDonald.
La desesperanzadora letra nos revela: “Estoy afuera viendo hacia adentro, ¿Y qué veo? Mucha desilusión y confusión en torno a mí. Los Crims nos hacen levitar de un modo mágico. Fripp añade unas frases delicada que de algún modo sugiere o evoca a Joe Pass. Una clara señal de la influencia del jazz.
Tan delicada como la flauta, resulta el saxo que la acompaña en el solo. McDonald se va alejando progresivamente con Giles haciendo diversas figuras.
El tercer surco es la fúnebre “Epitaph” que incluye los segmentos “Marcha sin razón” y “Mañana y Mañana”. La música, que de algún modo nos retrotrae al “Night in White Satin” de The Moody Blues, recrea con sobrada efectividad un lúgubre camino en el cual la percusión de Giles construye un mortuorio deambular junto al saxo de Ian.
Lentos pasos, cadenas y una melancólica flauta labran esta pieza en la que Pete Sinfield ha escrito, “La pared donde el profeta escribió se está resquebrajando en las costuras, brilla la luz del sol sobre los instrumentos de la muerte. Cuando cada hombre se deshace con pesadillas y sueños, nadie habrá de acostarse sobre la corona de laureles, mientras el silencio ahoga el grito”.
La pieza es compuesta por todos los Crims. Destacan acá las breves notas de Fripp en la guitarra acústica y el uso del mellotron.
El lado B inicia con un viaje espacial en la hermosa “Moonchild”. “Llámala niño de la luna, nadando en lo llano del río, solitario niño de la luna, soñando en la sombra del ciprés” Esta pieza que se extiende 12’13” incluye al segmento “El Sueño y La Ilusión”. A partir del 2’20” los Crims inician uno de los viajes espaciales más fascinantes y orgánicos hecho por banda alguna.
En una suerte de “free jazz” la agrupación se mueve en varias direcciones. Giles hace un gran trabajo junto a un Fripp delicado y altamente creativo. Breves pausas, frases cortas y un discurso eficazmente improvisado, son algunos de los ingredientes musicales que en el tiempo definirían la huella más distintiva de este quinteto inglés.
Este tema nos provoca una inmediata sensación de levitación que hurga en nuestro entramado neurológico con notoria delicadeza. Una pieza perfecta para un recorrido por un jardín Zen.
Giles irrumpe en los tambores de un modo intempestivo para introducirnos al tema título y cerrar el LP. Con un temperamento similar al de “Epitaph”, “In Th Court of Crimson King” destaca por el sonido del mellotron, la batería de Giles y la voz de Lake con McDonald en la flauta y Fripp arpegiando la acústica.
La pieza incluye “El Retorno de la Bruja de Fuego” y “La Danza de las Marionetas”. Lake nos cuenta: “Las corroídas cadenas de prisión iluminan, abatidas por el sol, ando por un camino donde los horizontes cambian, ha iniciado el torneo, el purpúreo flautista ha comenzado a tocar su canción, el coro suavemente canta tres arrullos en lenguas ancestrales para la corte del Rey Carmesí”
Cuatro estrofas de ocho y nueve versos definen este poema final. Ian McDonald nos invita a viajar en el punto medio de la canción con un solo de flauta. Un breve pasaje pastoral adornado con los platillos de Michael Giles.
La guitarra acústica y la voz de Lake llenan el espacio. Un rasgo que en poco tiempo sería parte indisoluble del sonido ELP (Emerson, Lake & Palmer).
Hacia el final, en otro corto pasaje, los Crims evocan un sonido circense que cambia de modo brusco con el tema inicial y un efecto de succión que pone punto final a este excelente Lp.
In The Court Of The Crimson King es una obra que ha permanecido en el tiempo por sus claros rasgos vanguardistas. Es un álbum que siempre puede disfrutarse desde el inicio hasta el final. No importa cuánto logre describirlo porque vivir la experiencia de escucharlo ayudará a comprender mejor lo que las palabras poco pueden explicar.
La música de los Crims, en sus diferentes encarnaciones, iría evolucionando álbum tras álbum, produciendo así una música cada vez más elaborada, arriesgada y estimulante que en su primera etapa pudo sobrevivir poco más de cinco años pero manteniéndose atractivo por esos indefinidos ingredientes que hacen que su música sea atemporal.
Leonardo Bigott
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