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Loveless: piedra angular de My Bloody Valentine y el shoegaze

My Bloody Valentine Loveless

El 4 de noviembre de 1991 la agrupación irlandesa publicó su paradigmático segundo álbum, piedra angular del shoegaze

My Bloody Valentine
Loveless

Creation / Sire. 1991. Escocia

 
¿Recuerdan a My Bloody Valentine? ¿Recuerdan su más legendario disco? ¿Sí? ¿No? Pues para salir de dudas Loveless ha sido reeditado… como para que sintamos que el shoegaze sigue tan vivo como entonces.

No me gusta la nostalgia.

No me emociona mucho ver a Devo todos vejetes –perdón: en su tercera edad- retomando la escena en Coachella, Reading, Primavera Sound o el Festival de los olvidados de la Patagonia. Los disfruto como si fuera su fan más “cortavenas” de los 80, e incluso puedo engañarme y pensar que aún suenan más innovadores que casi cualquier cosa. Pero cuando aparece el tufo de la añoranza me desapasiono.

Y cuando digo Devo, podría estar diciendo Pixies, King Crimson o hasta The Clash, si Joe Strummer estuviera vivo.

Y por eso no me gustan mucho las reediciones de “obras maestras” del pop -etiqueta que de por sí es vulgarmente anti-pop y sobre todo anti-rock-, porque las conmemoraciones me fastidian y hasta deprimen un poco, con toda eso de “aquel gran momento rock que ya pasó”.

¿Y porqué sí gocé la reedición en su momento de Exile on Main Street, de los Stones? Pues no sé; porque nunca lo dejé de escuchar o porque descubrí el disco y a los Stones tan tarde en mi vida que nunca me supo a clásico.




Y eso me pasa con My Bloody Valentine (Kevin Shields, Colm Ó Cíosóig, Bilinda Butcher, Debbie Googe), estos tipos que duraron dos años grabando un disco a un costo ridículamente exorbitante (casi quiebran al sello, Creation Records) e inventándose un género nuevo que los medios británicos bautizaron como “shoegaze” (mirar o contemplar al zapato; que no suena nada revolucionario, salvo que el zapato se lo lances a alguien en la cabeza)

Todo esto lo supe mucho antes de escuchar Loveless, un álbum que comencé a ver en cuanta lista de TOPS OF THE de los 90 se me cruzase y aún se rankea duro entre lo más macanudo de los últimos 30 años.

Tenía que escucharlo, y cuando lo hice, esto encontré: un intro arrasador, y luego, un torrente indetenible de ruido. Capas y capas y capas de densa distorsión eléctrica, como un océano de estática, fundido todo, y en el fondo, voces melódicas casi susurrantes, inentendibles.

Los efectos en modo de sobresaturación; el persistente ronroneo decibélico fluctúa acá y allá, y el vaivén de las voces se suma a la marea sónica. La sensación es hipnótica y narcotizante, y como el uso de los pedales es intensivo y a los músicos no les interesa ser “estrellas”, no dejan de mirar al piso como en estado de ensimismamiento. Y…¿Cómo podrían llamar a esto? Pues ya lo dijimos.




Para ser sinceros, los MBV no son los papás del género y la descripción puede sonar a algo que ya hemos escuchado un millón de veces; y es así, pero ¡con qué variedad! Rastros de shoegaze -muchos “shoegazers” odian la palabra y Stuart Braithwaite de Mogwai, llamó idiotas sus inventores- podemos encontrar en gente tan lejana -y vigente- como The Velvet Underground, y luego en Cocteau Twins, primeros discos de The Cure, mucho más en Spacemen 3, y hasta en Dinosaur Jr. –grupo al cual los MBV idolatran rabiosamente- y Galaxie 500, pero sobre todo, sobre todo en The Jesus & Mary Chain.

Hasta muchos meten en el paquete a Ride y el The Verve antes de Urban Hymns, y la cosa sigue viva en mucho del dreampop actual y mucho más allá. Sí, porque también casi los llaman “dreampoppers”, y la ironía es que estos alquimistas del ruido absoluto y melodía sublime perdieron un poco los 90 frente a los ruidosos alternativos de Seattle y los melódicos e incisivos ingleses del britpop (Blur, Oasis, Pulp y toda esa gente fantástica que hizo tantos discos fantásticos)

Y ¿qué de Loveless entonces? Pues no poca cosa. Un momento, la erupción de una estética, una marca en la memoria pop. MBV tenía ya tenía lo suyo con Isn’t Anything, pero con Loveless todo fue superlativo: lo agotador, lo interminable, lo decibélico.




Shields ha contado sobre el daño auditivo que desarrollaron grabando, casi como algo divertido; cosas de artista. Y como remate legendario Shields se puso a hacer mezclas y tocar con Primal Scream y nunca, nunca más editó nada con los BV… porque no tenía ganas, o algo así parece haber dicho.

Y bueno, las ganas aparecieron de nuevo como una estrella fugaz y se subieron de nuevo a los escenarios en 2008, y comenzaron a cocinar nuevo disco -cosa que podía ser reveladora o condescendiente- remezclaron y reeditaron Loveless, en dos versiones (diciendo que ahora sí sonaba como debía) cosa que se oye bien –al menos para mí.

Finalmente, 22 años después, vio la luz m b v en 2013, tras el cual, de nuevo, nada más se ha sabido. Tres discos en casi 40 años.

No por lo que pueda apestar a “clásico” -que pienso es poco- sino porque creo que el buen ruido de un álbum como este será siempre vigente…y nunca se entenderá bien con la nostalgia.

Gustavo Reyes


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