El 22 de septiembre de 1997 la agrupación anglo-francesa publicó su quinto disco, una de sus obras capitales
Stereolab
Dots and Loops
Elektra. 1997. Inglaterra
Con el extraordinario disco anterior, Emperor Tomato Ketchup (1996), la banda inglesa alcanzó probablemente su gran pico creativo, sumando a su paleta de sonido arreglos sofisticados y una producción soberbia cortesía de John McEntire (Tortoise, The Sea and Cake), quien en este caso compartió ese rol con el alemán Andi Thoma, la mitad del dúo electrónico Mouse on Mars.
Su presencia en Dots and Loops siguió siendo sumamente importante en el camino recorrido por Stereolab, que de las influencias del krautrock (Neu!, Can) y Velvet Underground, pasó a incluir las de Burt Bacharach, Beach Boys, la bosanova y por qué no, la Onda Nueva.
Ambos discos representan el momento de mayor impacto en las audiencias ligadas por igual al rock alternativo, el indie pop y el post rock.
La francesa Lætitia Sadier (voz, instrumentos varios), Tim Gane (guitarra, teclados), Andy Ramsay (batería, programación), la australiana Mary Hansen (guitarra, voz), Richard Harrison (bajo) –en lugar de Duncan Brown– y Morgane Lhote (teclados), fueron los artífices de esta maravillosa etapa, que contó además con valiosos aportes como el de Sean O’Hagan (The High Llamas), quien con su piano Fender Rhodes, órgano Farfisa y arreglos de cuerdas ayudó con la sonoridad vintage que tanto caracterizó a Stereolab.
McEntire por su parte, tocó sus distintivas marimba y vibráfono, mientras que los Mouse on Mars, Andi Thoma y Jan St Werner, agregaron los sonidos electrónicos que orbitan en varios de los temas.
El primer tema, “Brakhage” (con el bajo de Douglas McCombs de Tortoise), coloca el listón bastante algo, dominado por un saltarín ritmo jazzeado con la exquisita marimba, sobre el que navega la voz de Sadier y los estupendos coros de Mary Hansen (tristemente fallecida en 2002). Al final el sintetizador pone la guinda.
Lo sigue “Miss Modular”, extraído como single, cantado en francés como todo el disco. Tiene un toque brasileño y de Onda Nueva. El bajo, los vientos y el sintetizador son vitales en la consecución de un sonido exquisito.
El primero de los tres temas grabados en Düsseldorf por Andy Thoma (el resto se grabaron en Chicago con McEntire) es “The Flower Called Nowhere”, con un swing hedonista.
“Diagonals” arranca con un ritmo hiphopeado y en seguida la frenética marimba y los arropantes vientos se apropian de la canción, hasta que el bajo y la voz de Sadier nos retrotraen a la chanson francaise de los años 60, con reminiscencia de Francoise Hardy.
“Prisoner of Mars” con el bajo profundo de aroma dub, se acerca (más allá del título) al Mouse on Mars de los primeros dos discos y, obviamente, es uno de los producidos por Thoma, quien deja colar su sonoridades electrónicas.
“Rainbow Conversation” es un tema que comienza dominado por la guitarra acústica y poco a poco va adquiriendo una orientación cósmica con una densidad instrumental que construye una interesante muralla sónica.
El tour de force de Dots and Loops son los 17 minutos y medio de “Refractions in the Plastic Pulse” cuyo desarrollo resume todas las influencias de Stereolab.
Pareciera haber sido subdividido en segmentos de 4 minutos, arrancando con los sosegados minutos iniciales de estilizado sonido bossa jazzeado adornado con marimba.
Luego los sintetizadores quedan solos para enlazar con una especie de Onda Nueva. Otros cuatro minutos más y emerge un maravilloso dub cósmico y luego el segmento final que arranca siendo netamente electrónico y deriva en un sofisticado ambiente de placer sónico con estupendas cuerdas y un órgano vintage.
“Parsec” se adentra en el drum ‘n’ bass pero de manera orgánica, con batería real, un bajo inmenso y un órgano que conduce el tema.
“Ticker-Tape of the Unconscious” es otro momento muy interesante manejado por un ritmo electrónico con sutil vibráfono y una pastosa sonoridad que mezcla vientos, bajo, guitarras y sinte, sobre el que cabalga Sadier como si nada de eso ocurriera en el trasfondo de su voz.
El álbum lo cierra otro extenso tema, “Contronatura”, nueve minutos hipnóticos que también se subdividen en varias partes muy bien diferenciadas. El segmento final nos eleva y nos deja en otra dimensión.
Veinte años después de esta soberbia manifestación de libertad creativa y de cuidado esteticismo, es improbable encontrar discos que duren 66 minutos. En 1997 se estaba en los albores de la masificación de las descargas por internet y todavía por cambiar los hábitos de consumo, en los que el formato CD comenzó un lento declive.
Hoy, pocos músicos y disqueras se atreven a invertir en un álbum de 66 minutos, principalmente porque son minoría los que pasan más de una hora seguida continua escuchando un solo disco.
Stereolab no dudó nunca en verter todas sus ideas y por ello su prolífica discografía entre 1992 y 2010 que comprende 10 discos y 7 compilados de temas sueltos en singles y colaboraciones.
Redescubrir (o mejor aún descubrir) Dots and Loops dos décadas después, es una experiencia sinigual.
Juan Carlos Ballesta
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