Inicio Reportajes Tomates Fritos: “El quinto disco es nuestro Sgt. Pepper”

Tomates Fritos: “El quinto disco es nuestro Sgt. Pepper”

Tomates Fritos

La banda venezolana ha sorteado todo tipo de vicisitudes en el camino para plantarse con su homónimo quinto disco y consolidar un discurso propio y distintivo, al tiempo de convertirse en uno de los nombres esenciales del rock venezolano


Veintiún años después de que cuatro jóvenes se juntaran en Puerto La Cruz para armar una banda a la que bautizaron Tomates Fritos tras algunas experiencias previas poco fructíferas. Dos décadas después, convertidos en trío, lanzaron su homónimo y aventurado quinto disco, envueltos en una serie de cambios estéticos que dibujan un nuevo panorama para la banda esencial del oriente venezolano y una de las fundamentales del rock venezolano del siglo 21.

Ha pasado poco más de un año desde el lanzamiento de ese álbum y el país ha impedido que el grupo haya podido tocarlo por toda Venezuela, como ha sido su costumbre. Durante 15 meses esta entrevista realizada el día antes del showcase el 5 de agosto de 2016 , permaneció agazapada. Hoy 15 de noviembre de 2017, día que reaparecen en Caracas, en el mismo escenario del BOD, la rescatamos y constatamos con sorpresa que es como si el tiempo se hubiera congelado. Fue una conversa muy reveladora y también divertida.

Juan Carlos Ballesta

 
Reynaldo Goitía (aka Boston Rex) (RG), Carlos “Kike” Franco (KF) y Tony “Cash” Maestracci (TM) están muy conscientes del momento actual. Saben muy bien que nadie les ha regalado nada y que todo se lo han ganado a pulso y en las carreteras de Venezuela. Se resisten a sucumbir y tienen lo principal para aguantar los embates: grandes canciones, actitud y know-how.

Con altos y bajos, la banda se mantuvo durante sus primeros años, en medio de las turbulencias políticas de principio de siglo. Entre su primer disco, Odissey (1999) y su segundo, Molly (2006), pudo haberse disuelto. Antes de ello había concursado en el Festival Nuevas Bandas de 1998 y perdió. Lo ganó Wahala, que nunca tuvo la continuidad de los Tomates. La determinación de varios de ellos pudo más y la banda siguió adelante.

La presentación que dieron en el Aula Magna de la UCV antes del legendario Luis Alberto Spinetta en tiempos de promoción de Molly fue determinante. A partir de ahí el grupo fue creciendo hasta convertirse en una referencia del rock, primero de su ciudad Puerto La Cruz y luego de toda Venezuela.




La formación de quinteto con tres guitarras (Kike Franco, Rodrigo Vera y Chino Agreda) grabó también Hombre Bala (2010) y Hotel Miramar (2012), dos de los discos claves del rock venezolano contemporáneo y de los cuales han salido varios temas que ya pertenecen al cancionero esencial de este siglo, como “Nadaré hasta llegar”, “Mi cura, mi enfermedad”, “Sister Saigón”, “Mientes”, “Eterna Soledad”, “Granola”, “Tripolar” y “Aunque me falle tu querer”.

En medio de una severa crisis económica, política y sobre todo ética y moral, Tomates Fritos lanzó su quinto disco, un trabajo de título homónimo que rompió con su distintivo sonido de años.

Si en Odissey tenían influencias de la década en que fue concebido, los siguientes tres discos de los gustos adquiridos en el camino y de su amor por el rock clásico de sonido analógico, éste nuevo hurga en las influencias musicales con las que sus integrantes crecieron siendo niños y adolescentes en los años 80, la primera etapa de la era digital.

Con los tres Tomates sobrevivientes conversamos distendidamente aquella noche con la compañía de unos rones añejos y las nuevas canciones de fondo.

Tomates Fritos¿Qué pasó entre Hotel Miramar y este nuevo disco?

RG: En 2014 se retiró Rodrigo y en medio del proceso de este disco se fue también el Chino, cuando ya teníamos como seis temas y estaba bastante cocinado.

KF: Para sustituir a Rodrigo habíamos estado trabajando con Carlos Delgado, un guitarrista de Barquisimeto que tocó bastantes conciertos. La logística se comenzó a complicar por la distancia y decidimos redefinir las cosas. Reynaldo había comenzado a componer con teclados y por tanto al mostrar los temas de esa manera el proceso cambió.

RG: Tanto viajar por carretera nos ha permitido escuchar mucha música. Demasiados viajes a Caracas, sobre todo, y a otras ciudades. Teníamos tiempo queriendo hacer algo con influencias de los 80, tipo Men at Work o The Cars. En vivo siempre bromeábamos tocando un extracto de “Live is Life” del grupo Opus.

KF: Nosotros crecimos oyendo esa música de los 80, es natural para nosotros. La de los 70 tuvimos que investigarla

¿En qué momento comenzaron realmente a pensar en el quinto disco?

RG: En 2014 en la época de protestas y guarimbas comencé a tocar temas en un piano que iba a comprar y una fanática de la banda me terminó regalando. Lo hice a pesar que mi instrumento natural para componer siempre ha sido la guitarra. Les mandé a todos un link de Soundcloud con temas que había estado acumulando y se rieron porque no tenía nada que ver con lo que veníamos haciendo.




Me había golpeado mucho el disco “Lost in the Dream” de The War on Drugs, pero me alejé de él gracias al piano y empecé a escuchar Ben Folds.

Cuando llegué al estudio a enseñarles las canciones por supuesto no encuentro mi piano de 88 teclas sino un sintetizador que se había comprado Max (Martínez). Agarré el sinte, el bajo con el Moog, Kike tomó la guitarra y Tony se montó en la batería y nos dimos cuenta que estaba sonando algo rarísimo. Ahí empezó el proceso. La primera pieza que salió fue “Multicolor”.

Esa es la que menos ochentera suena

RG: Lo que pasa con esa canción es que cambió cuando la agarró el mexicano Lalo Del Águila, quien mezcló el disco de una manera sorprendente. El sacó un poco el disco de los 80, porque en esos años todo era muy agudo. A nosotros nos encantó la vuelta que él le dio.

Pareciera que se adentraron en un proceso de búsqueda sonora inédito en su carrera

RG: Si, comenzamos a investigar. Empezamos a preguntar quién podría tener un Yamaha DX7, un teclado muy famoso que todo el mundo usó. Dimos con un chamo que tenía uno con algunos problemas. Le dimos 5 mil Bolívares.

Ya habíamos comprado un Roland Juno para Hotel Miramar, teníamos un Moog y Max tenía el Poly. Yo no salía de Mercadolibre a ver que aparecía. Hablé con Fernando Valladares de Guaco porque tiene un Roland D-50 y hasta con el teclista del grupo Ancla que vive en Puerto La Cruz. Terminé comprando el Roland XP-30, hermano del Juno. Pero Max y Kike me veían raro.

KF: En realidad no buscábamos hacer una reedición de los 80, la idea era mezclar sonoridades nuestras con algunas cosas que queríamos rescatar. Nos preocupaba hacer canciones que después no quisiéramos tocar en vivo.

Se perciben más influencias en esta nueva etapa de Tomates no necesariamente de los 80. Los falsetes podrían recordar a Coldplay

RG: Esos falsetes vienen más bien de Bon Iver, que lo escuché muchísimo cuando estábamos grabando Hotel Miramar.

Y las guitarras recuerdan a Will Sergeant de Echo & The Bunnymen

RG: Si, y también a Midnight Oil.

Hay nombres misteriosos en este quinto disco, como “Sven”, un nombre escandinavo.

KF: Esa es la canción con más cuentos detrás.

RG: Ese tema se llamaba “Ven”. Una parte de la letra dice: ‘como ardes, ven’, entonces como somos orientales y siempre estamos echando bromas, Max le decía “esvén”. Estábamos grabándola y de repente pasó el atentado al Bataclán en París y veo que un venezolano estaba desaparecido. Nadie sabía de él.

Resulta que se llamaba Sven y la letra de la canción tiene otra parte que dice ‘nadie sabe de ti pero todos hablan de ti’. Se los digo a todos y su reacción fue exclamar ‘¡zape gato!’. En todos los discos tenemos una historia oscura, siempre se los dedicamos a alguien que se murió, son a la memoria de algún familiar.

KF: Este salió ileso en cuanto a familiares.




El período en el que comienza a concebirse este quinto disco (2014) fue rudo, pero las cosas han seguido complicándose en Venezuela

RG: Pareciera que siempre de los momentos difíciles salen buenas cosas. Aquel año fue terrible para mí en todos los sentidos. Me fui a vivir a casa de mi papá y allí no tenía espacio suficiente. Creo que todos pasamos por momentos chimbos y por ello hay mucho de desahogo. En un momento dado se hizo difícil hacer el disco.

KF: El disco se empezó de una manera y terminó de otra. Éramos cinco y terminamos tres. Se había hecho una preproducción en la que El Chino (Agreda) era el bajista. Pero cuando decide irse ya no había bajista y volvemos a otro planteamiento. También era incómodo que Carlos (Delgado), que había sustituido a Rodrigo, vivía en Barquisimeto y era difícil pedirle el esfuerzo porque no tiene carro. Le dije a Max que no eran necesarias más guitarras y que hiciéramos todo en función de los que estábamos.

RG: El Chino es ingeniero mecánico y fue contratado para un trabajo en Ecuador con un salario brutal. Igual viene algunas veces y se montará cuando coincida algún show, como el del lanzamiento.

¿Cuáles son los temas que fueron más difíciles y más fáciles?

KF: En todos los discos durante la preproducción hay canciones que uno dice ‘esta no va’. Pero esos son los mejores retos. Por ejemplo con “Sven” no dábamos con la forma. Debo reconocer que al principio me chocó bastante la nueva manera de componer de Reynaldo porque estaba acostumbrado a otra forma. Ahí estaba el reto, cómo jalar los temas a la frontera que no hiciera que se escaparan demasiado al sonido de Tomates. “Me veo sin ti” hizo click conmigo rápidamente. Salió rápido, igual que “Yo no sé”.

TM: Mi favorita es “Yo no sé” por la forma en que salió. Yo no conseguía un beat de batería que me agradara. Max se aburrió y dejó la computadora grabando. Al final decidí hacer patrones aleatorios, sin un beat determinado y todo fluyó. No quise grabarla de nuevo.

RG: Ese quizá sea el tema que podemos tocar solos los tres, sin ayuda de nadie. Me transporta. “Sven” me gusta mucho. Y la otra que más me gusta es “Multicolor”. El disco es muy emocional para mí.

¿Qué aspiran ustedes como banda e individualmente?

KF: Quisiéramos romper el mito de que no podemos llevar el disco más allá de nuestras fronteras. Sabemos que ya no somos unos chamos y no pretendemos empezar en otro país, sino intentarlo siempre con nuestra base aquí. El problema grave es con los pasajes.

RG: A mí me escriben panas de otras bandas que se han ido diciéndome que nos vayamos de aquí. Pero no es tan fácil para nosotros. Este disco hay que darlo a conocer fuera, eso lo tengo claro.

Podría afirmarse que la banda más internacional no internacionalizada es Tomates Fritos

RG: Lo intentamos en Colombia. Pagamos la mitad de un servicio de prensa para hacer gira de medios, pero la situación venezolana se nos vino encima, cerraron las fronteras y se complicó todo. Allá tienen las reglas claras, es doloroso porque tienes que pagar, pero sabes que si lo haces suenas.

En Venezuela hay mucha payola también, pero el proceso es discrecional y misterioso. Nos han pasado cosas raras, como que “Me veo sin ti” no sonara en La Mega. Es primera vez que lanzamos un sencillo y hubo unánime reacción positiva, pero en la radio que han sonado muchas canciones nuestras, no pusieron la nueva. En Soundcloud hay miles de clicks.

A pesar de eso, Tomates es una de las bandas venezolanas de rock que más suena en radio y locales

RG: Fuera de Caracas la situación es increíble. Hay locales nocturnos donde solo suenan grupos venezolanos. Puedes entrar a las 8 de la noche a The Pub en Cumaná y salir a las 4 de la mañana sin escuchar nada latinoamericano, menos aún en inglés. Vas a El Tigre y todo lo que suena es venezolano. Vas a Le Garage en Mérida y el 80% es nacional. He estado en ocasiones que hasta me da pena porque Tomates suena muchas veces (risas). El único problema en algunas ciudades es que le gente no tiene dinero.

TM: En Puerto La Cruz se está empezando a ver de nuevo algo que pasaba en los 90, que son los toques en casas. Así descubrí varias bandas.

¿En este quinto disco en qué cambiaron las cosas?




KF: Le dimos la producción a Max y el estableció unas normas y unos roles. Yo tenía unas canciones pero él me pidió que me encargara más bien de los arreglos y dejar a Reynaldo la parte de componer.

RG: Kike tiene un concepto rarísimo y muy particular de las armonías. He trabajado con muchos guitarristas y bandas porque mi trabajo es producir bandas. Muchos manejan formas muy puristas de las armonías. Kike sin embargo es todo lo contrario, hay que escucharlo dos o tres veces porque meter esos arreglos requiere de atención y es lo que en definitiva le ha dado el sonido a Tomates.

En este disco que hay menos guitarras eso es muy importante. Somos una banda y cada quien aporta su parte. Tony en cambio asume su rol de baterista sin conflicto. Si a él se le ocurriera meterse en el tema armónico ya no existiría la banda (risas).

Se intuye que es el disco más trabajado de Tomates

RG: Cada canción tiene varias versiones, veinte tomas. Estudiamos los instrumentos a fondo. Realmente le dedicamos muchísimo tiempo y nos agotamos. Discutimos, nos contentamos. Quisimos tomar riesgos y no quedarnos en lo fácil ni en la comodidad en la que caen muchas bandas después de un tiempo. Este álbum es como nuestro Sgt Pepper.

KF: Casi estábamos empezando de cero. No es secuela de lo que hicimos antes.

El título homónimo tiene sentido

KF: Es significativo porque es como un nuevo comienzo. Nosotros discutimos, opinamos, peleamos, pero nos repartimos el trabajo. Por primera vez creamos un logo.

Tomates Fritos

Esta conversa la podemos terminar con un viaje al pasado. Han transcurrido dos décadas desde que nació Tomates. ¿Cómo fueron esos comienzos?

KF: Antes de Tomates yo estuve en tres bandas en las que de una forma u otra también estaba Reynaldo, que para entonces tocaba teclados. Reynaldo estudiaba con mi hermano en un colegio de la Marina Mercante y mi hermano le dice que vaya a vernos ensayar en la urbanización.

RG: Yo tocaba teclados y como no había muchos teclistas entonces me propusieron tocar en varios grupos. Yo tenía 15 años. Uno de los grupos tocaba música tipo Rush, Yes, que era lo que escuchaban mis hermanos mayores. Me pareció muy difícil. Entonces fui a ensayar con la banda de Kike. A la semana me llama de un teléfono Cantv para decirme que se había disuelto pero que estaba armando otra.

KF: Fue muy cómico porque yo le dije a los otros que nosotros éramos dos. Y me dicen “¿Tú vas a meter a ese gordito en la banda?”. La segunda banda se llamaba Decadencia y nos tocó abrir a Sentimiento Muerto en la gira Infecto de Afecto.

RG: Los otros integrantes eran melenudos con tatuajes, andaban en una nota glam metal de Motley Crue y ese tipo de grupos. El baterista movía las baquetas como Tommy Lee. Al cantante le dio un ataque de pánico y tuve que terminar yo de cantar las canciones. Ahí conocimos a Cayayo.

KF: Después de esa banda vino Trascruces y un teclista si cuadraba más porque el sonido era más The Cure. Volví a llamar a Reynaldo. Pero ellos siempre estaban borrachos y jodiendo y nosotros queríamos tocar en serio. Un día nos quedamos Reynaldo y yo con el baterista y nos pusimos a grabar en un portastudio Tascam de cassette. Era la primera vez que Reynaldo agarraba el bajo y asumía el rol de cantante de verdad. Nos gustó mucho, así que los botamos. El bajista fue para un ensayo y se quedó en la puerta llorando. Sin embargo, el baterista también se fue, así que la cosa quedó en el aire.

RG: Yo entonces me puse a matar unos tigres y armé otra banda con Rodrigo (Vera), pero también se disolvió. Pero quedé picado y los reuní a todos.

KF: Yo estaba bebiendo mucho, me había dejado mi novia y no tenía grupo. Me consigo a Reynaldo y me dice que fuera a tocar con la banda que se llamaba La Cabra Mocha (risas). Fui sin guitarra a un ensayo y al día siguiente fui con mi amplificador. Nos invitaron a un Festival y ni nombre teníamos y la noche antes me quedé dormido viendo la película “Tomates verdes fritos”. Entonces dijo Reynaldo, ‘vamos a ponerle Tomates Fritos”.

RG: Tuvimos varios bateristas hasta que conocimos a Max Martínez que tenía 17 años y junto a Rodrigo quedamos armados como cuarteto.

KF: El papá de Max y el hermano de Reynaldo nos llevaban y buscaban. Nos inscribimos en el Nuevas Bandas y viajamos en la Cherokee del papá de Max lleno de equipos. Nos empezamos a hacer famosos en Caracas como «los chamos de los hierros de Puerto La Cruz», por los equipos vintage que teníamos. Eso siempre nos ha gustado. Yo tenía un Bass Man, Rodrigo tenía un Fender Twin Reverb, Max una Ludwig…

RG: Cuando tocamos en los Miércoles Insólitos de Cayayo, él nos decía jodiendo que si habíamos robado para tener esos equipos. Agarraba mi Rickenbacker y tripeaba. De ahí surgió su interés en producir nuestro primer disco Odissey. De ahí en adelante comenzó la historia y aquí estamos.

Tomates Fritos