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Let There Be Rock: el disco con el que AC/DC cimentó su potente sonido

AC/DC

El 21 de marzo de 1977 el cuarto álbum de la legendaria banda australiana, con el cual cimentaron su distintivo sonido hardrockero

AC/DC
Let There Be Rock

Atlantic Records. 1977. Australia

Cuando el quinteto australiano lanzó su cuarto álbum el 21 de marzo de 1977, el punk arrasaba en las preferencias de jóvenes y prensa escrita. El hard rock había sufrido un bajón importante ya que algunos de sus principales referentes como Deep Purple, Led Zeppelin y Uriah Heep habían decrecido en su creatividad.

Una segunda generación de bandas encabezadas por Rainbow, Whitesnake, Thin Lizzy, Judas Priest, Scorpions y UFO, mantuvieron el género vigente, pero tuvo que aparecer el cuarto disco de AC/DC para que el rock más duro y los riffs de guitarra más salvajes oxigenaran la vertiente más popular del rock en el planeta e inspiraran a la llamada «New Wave of British Heavy Metal» encabezada por Iron Maiden y Saxon, entre otras agrupaciones.

Hasta ese momento, aún AC/DC era una banda menor. Su primer disco, High Voltage (1974), aun con influencias del glam, solo se editó en Australia. El segundo, T.N.T (1975), fue el primer intento de ser conocidos por otras audiencias, pero no fue hasta que se lanzó una versión internacional llamada también High Voltage en 1976, con material de los dos primeros discos, que la banda comenzó a ganar notoriedad en Europa.




El tercer álbum, Dirty Deeds Done Dirt Cheap (1976), no fue del interés del sello Atlantic y por lo tanto no recibieron apoyo para una gira norteamericana. Paradójicamente, en su país eran ya una banda reconocida que pronto pasaría a ser la más grande y conocida surgida de Australia.

Los hermanos Malcolm y Angus Young, apoyados por su sus productores George Young (hermano mayor) y Harry Vanda, se apresuraron a entrar de nuevo al estudio con la idea clara de grabar una serie de canciones de alto octanaje y muchos vatios de potencia guitarrera. Rápidamente el cantante Bon Scott escribió las letras. Fue el último disco con el bajista Mark Evans.

Let There Be Rock es, sin duda, el primer punto de inflexión en la carrera de AC/DC, el momento en el que logró cimentar su sonido clásico y distintivo, una especie de boogie blues potente y acelerado que dejó dos clásicos indiscutibles: el tema homónimo que combina un riff tremendo con solos endemoniados, y el salvaje y bluesero “Whole Lotta Rosie” que Bon Scott canta con cierto aire hechicero y dedica a una voluminosa mujer con la que había tenido relaciones, tema con el que cierran en grande los casi 40 minutos.

Con apenas estos dos temas el disco adquiere una importancia tremenda y su fuerza incontenible nada tiene que envidiar al desparpajo y urgencia de los Sex Pistols o The Clash aquel mismo año 77.

Pero hay mucho más en este disco. El tema que abre, “Go Down”, es un rocanrol construido sobre la base de un riff que refuerzan las dos guitarras en varios pasajes, y hacia el final Angus solea en plan Alvin Lee (Ten Years After).

Dog Eat Dog” muestra a un Scott endiablado y al baterista Phil Rudd combinando un ritmo tribal con un beat contundente. “Bad Boy Boogie” es precisamente un hard boggie blues, que desde siempre ha sido la fuente primaria de la que ha bebido la banda. Ese tema fue utilizado por Angus Young para su rutina del striptease en vivo.

Overdose” comienza como un blues baladístico y de repente se transforma en uno de esos temas “jeavis” de mediano tempo que a partir de ahí se hicieron característicos en AC/DC. La dupla Malcolm-Angus sólida como una montaña rocosa.

Hell Ain’t A Bad Place To Be” podría recordar en algo los temas más duros de The Who.

Por alguna razón relacionada con su título y término “crap”, la estupenda balada bluesera “Crapsody in Blue”, que aparece en las versiones originales del vinilo, fue sustituida por Atlantic en los sucesivos tirajes para el resto del mundo por “Problem Child” un fantástico tema muy en la línea del sonido distintivo de la banda que había aparecido en el disco anterior solo lanzado en Australia. La canción original tenía la función de dar respiro a la avalancha guitarrera.




La grabación a cargo de Mark Opitz supo captar la fuerza telúrica de las guitarras, la batería y la voz. Escuchado 40 años después asombra la calidad y lo prístinos que suenan los instrumentos. Era, sin duda, una etapa álgida para la tecnología analógica y por ello este álbum suena grandioso en formato vinilo.

Mención aparte el diseño del famoso e icónico logo realizado por Gerard Huerta y que apareció por primera vez en este imprescindible álbum cuyo título es una declaración de principios: “déjalo ser rock” o mejor aún «hágase el rock».

Juan Carlos Ballesta


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